No sé si hace falta. Peteco Carabajal, quien le puso electricidad al folklore cuando era políticamente incorrecto para cierto establishment y que ahora mismo grabó un tema de Gustavo Cerati se pregunta frente a la producción de tantos grupos nuevos si era necesario mandarse con la viola eléctrica. La interrogación es sólo marca de su estilo humilde de opinar, de hablar, que apenas esconde una firmeza de mármol en sus apreciaciones porque, igual que su música, lo que dice surge después de una honda reflexión. Y, sí, sin más, piensa que hay cables de más en la música de raíz. El santiagueño presentará el miércoles, a las 21, en La Trastienda (Balcarce 460) su nuevo disco El Viajero, un registro en vivo que retoma canciones propias que no venía interpretando; temas nuevos de su hermano Demi, su hijo Homero o suyas; y versiones de obras de Ariel Petrocelli, Carlos Gardel-Alfredo Le Pera (Volver), Silvio Rodríguez, el citado Cerati o Atahualpa Yupanqui. Pero el recital es el disparador y la placa, una excusa para el testimonio del músico, que más distendido que en otras ocasiones -tal vez por la presencia de Homero a su lado- no se esconde en declaraciones de compromiso. La grabación de Corazón Delator de Cerati o, en Aldeas, su disco anterior, de Los Libros de la Buena Memoria de Luis Alberto Spinetta, llevan a la cuestión de la amplitud del folklore de hoy y su vínculo con la electricidad. “Sí, apertura total. Pero mucho se hace sin experimentar. Yo veo un apresuramiento, una falta de maduración. Veo a todo el mundo metiendo guitarra eléctrica, batería y sin el trabajo para llegar a eso. Por ejemplo: se plantea una chacarera o un carnavalito y le meten una guitarra distorsionada que queda fuera de contexto, sale una cosa desabrida. Y no sabés si es necesario sonar así”, critica el guitarrista, violinista y compositor.
¿Es por una cuestión de mercado? -No lo hacen para vender. Los discos que me mandan los nuevos grupos son producciones independientes y tienen este tema.
Es curioso que lo digas vos, que rompiste moldes y seguís usando instrumentos eléctricos. -Yo he llegado después de mucho tiempo de prueba, de reflexión, de buscar el equilibrio. Hoy tengo necesidad de compartir con Homero (Carabajal, guitarras), Juancho (Farías Gómez, bajo), Demi (Carabajal, batería), Pata (Daniel Patanchón, guitarras)... Ellos tienen esos instrumentos y yo lo comparto. Y lo que digo no tiene sólo que ver con lo eléctrico. Tampoco me convence aquello que no tiene tierra, pero le meten un charango. Hay veces que da lástima que se use el charango, se están aprovechando, están abusando.
¿Cómo intervienen los productores? -Bueno, los productores saben cómo grabar. Pero se ponen al servicio de una propuesta sin estar compenetrados. Emilio Stefan es un gran productor, pero produce híbridos. Llama a los mejores de cada instrumento y la mezcla es híbrido. Para mí la cuestión es cómo se para uno frente a la creación. Si especulás con los mercados, va a salir mal...
¿Seguís con la idea de grabar un disco con temas de rock argentino? -La idea está madurándose. Tengo ganas de hacer algo desde el folklore hacia el rock. Hasta ahora fue el revés: el rock necesitó buscar las raíces folklóricas. León Gieco creo que es el que más, con Gustavo Santaolalla en De Ushuaia a La Quiaca revalidaron un cancionero y a tantos artistas. Cerati tiene canciones emparentadas con la chacarera, con Domingo Cura en la percusión. Igual Fito Páez. Y está Divididos con la versión de El Arriero de Atahualpa Yupanqui. El folklore nunca se ha aventurado hacia el rock argentino. Ojalá se pueda hacer.