Desde hace varios años la intervención urbana de diferentes espacios acompaña con su firma la histórica presencia de Caminito pero en arterias más lejanas.

La fachada de un viejo taller mecánico abandonado, el paredón de una fábrica, la esquina de un conventillo. El gris que por años acompañó al paisaje de Barracas y a los senderos alejados de Caminito, en La Boca, encontraron una forma de atraer al turismo.

Desde 2009 estos barrios de la Ciudad de Buenos Aires comenzaron a llenarse de murales y grafitis. El arte callejero invadió con diversidad de colores, formas, trazados y expresiones hasta convertir esas zonas en la meca de la actividad a nivel Latinoamericano, donde grandes artistas y colectivos se manifiestan.

Los paseos turísticos organizados por el Ministerio de Turismo porteño son el punto de unión de especialistas en el Street art y curiosos que buscan las mejores tomas para subir a sus cuentas de Instagram. Es que los grandes tamaños de las pinturas y el colorido no hacen más que llamar la atención y pensar en el “¿Cómo hicieron estos pintores para llegar tan arriba?”.

Un ejemplo es “El Regreso de Quinquela”. La obra perteneciente al artista Alfredo Segatori es considerado el mural más grande de mundo. Ubicada en Lavadero y San Antonio, mide 2.000 m2 y el autor lo realizó con aerosol a mano alzada, utilizó grúas y andamios para brindarle un homenaje a Benito Quinquela Martín y a los vecinos y costumbres que aún se mantienen con vistas al Riachuelo.

“Elegí homenajear a Quinquela Martín con un paisaje que fusiona cuatro obras muy conocidas de él porque es un referente de la zona y, además, me parece interesante y colorida su temática”, contó Segatori.

Si se camina un par de cuadras más hacia adentro, la vista se choca con el frente del galpón de Catalinas, Benito Pérez Galdós 93. En la fachada del grupo vecinal de teatro se encuentra la obra de Omar Gasparini.

La inmensidad y el temor de ser aplastado por una tortuga marina asustan al que se para delante de “Pedro Luján junto a su perro”, la gran atracción mundial de Martín Ron, que se encuentra en Pedro Luján, esquina con Santa María del Buen Ayre. Sólo brochas y rodillo para crear semejante pintura. Si se continúa un poco más el paso, habrá que detenerse ante las Bicicletas, de Mart Aire y Pol Corona, que rodea el predio de la empresa Sullair. Una exquisitez para los ojos.

“De todo el mundo llegan artistas para convertir muros grises en un museo al aire libre. Sin esperar nada a cambio, trabajan en equipo con sus pares locales, que viajan cada año para mostrar su trabajo en galerías y festivales del exterior”, comentan desde la cartera de Turismo.

Además de las visitas guiadas y gratuitas realizadas por el Gobierno de la Ciudad, hay empresas privadas que también comenzaron a llevar a turistas para que observen esta gran usina de arte callejera. Por medio de tours grupales e individuales, la compañía BA Street Art les ofrece guía a los interesados que quieren descubrir por qué la urbe “es una de las capitales mundiales del street art”, rezan desde la web. Con la suma de veinte dólares, un grupo de movilizará por los puntos más importantes de estos dos barrios.

El arte urbano respira nuevos aires en la ciudad y sus vecinos y las calles lo disfrutan y agradecen.

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