En la década del 90 el artista plástico Marino Santa María fue quien empezó con la movida de darle diversos toques coloridos y dibujos a la calle siendo un verdadero éxito artístico.

El contraste que produce la calle Lanín en el barrio de Barracas es increíble. Es que uno va caminando por las esquinas grises, envueltos en el hollín de los escapes, y de repente levanta la vista y se encuentra con una obra de arte detrás de otra en un recorrido de tres cuadras que no solo le da un sentido pintoresco y único al barrio, sino que también sirve para romper esa monotonía de tonos opacos y de poca vida.

Un vecino precursor

Todo comenzó como una iniciativa del artista plástico Marino Santa María quien se crió en el barrio y en la década del 90 decidió darle un toque de su estilo a esa porción del barrio.

El pasaje Lanín tiene exactamente tres cuadras y está ubicado a continuación de Feijoó entre Suárez y Brandsen y la monotonía del lugar sólo se rompe con el paso del tren que pasa sobre el terraplén y el gran paredón que enmarca el final del pasaje.

Santa María vivió toda su infancia en la casa de Lanín 33 y el recuerdo de levantarse todas las mañanas y ver esas paredes grises y viejas fue lo que lo motivó para hacer el cambio.

En un primer momento comenzó pintando con pinturas pero el sol, las lluvias y el paso del tiempo, fueron opacando los colores por lo que decidió agregarle venecitas, azulejos y vidrios de color. Usa la técnica de trencadís (azulejo partido que genialmente usara el artista catalán Antonio Gaudí) y mosaico veneciano.

El empezó por hacer su arte enfrente de lo que era su casa pero a los vecinos de la cuadra les despertó el interés y le fueron pidiendo que también pintara y decorara los frentes de sus casas. Las 40 fachadas que hay sobre la calle Lanín terminaron siendo obra del pincel de Santa María quien además con el tiempo contó con la presencia y la colaboración de otros artistas plásticos.

Para terminar la obra, inaugurarla y transformarla en un pasaje histórico y emblemático de la ciudad, intervinieron no solo el artista sino que también pusieron lo suyo la Fundación del Banco Ciudad, la Secretaría de Cultura porteña y la empresa Alba quien donó la pintura. ‘El objetivo no es convertir esto en un museo al aire libre ni hacer peatonal la calle al estilo de Caminito.

Lo mejor sería que no pierda el ritmo que tiene hoy para que el arte conviva realmente con la vida cotidiana. El arte público no tiene que tener funcionalidad, es simplemente para que esté al alcance de la gente que no va a los museos‘, decía en su momento Santa María orgulloso de su obra.

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