Los libros que reunieron a los clásicos más importantes de la literatura universal se imprimían en los talleres gráficos ubicados en la calle Santa Magdalena al 600 pero llegaron a todo el mundo.

Cientos de miles de lectores recuerdan con mucho cariño los libros de la colección “Robin Hood”, que se editaron ininterrumpidamente durante 50 años en la Argentina, y se imprimían en el barrio de Barracas para llegar a todo el mundo.

Y es que no hace falta más que realizar una mínima búsqueda sobre la editorial Acme, que editaba dicha colección, para enterarse que lectores de toda Latinoamérica, e inclusive de España, tienen un recuerdo muy especial de esos libros de tapa dura amarilla en la que no sólo se editaban títulos extranjeros sino también joyas locales como Juvenilia, de Miguel Cané.

Si bien Acme tuvo su sede comercial en la calle Suipacha 58 (y luego en Maipú 92), sus talleres gráficos estaban ubicados en la calle Santa María 635, donde todavía funciona una empresa editorial.

“La colección Robin Hood llegó a los 226 números, sin incluir los extras y las diversas colecciones paralelas. Surgió en 1940 y fue cancelada en 1992, aunque luego tuvo dos resurrecciones más o menos efímeras”, le contó a El Porteño del Sur el escritor Carlos Abraham, que dedicó uno de sus libros a homenajear a esta verdadera leyenda editorial, que a más de 25 años de su desaparición, mantiene vivo su recuerdo como si nunca se hubiera interrumpido su edición.

“Mi interés sobre la editorial Acme surgió a raíz de que, en mi niñez, fui un asiduo lector de la colección “Robin Hood”, especialmente de las novelas de Emilio Salgari y de Louisa May Alcott. Luego comencé a coleccionar literatura popular argentina, y gran parte de ese material era publicado también por Acme como las colecciones Rastros (policiales), Centauro (de géneros variados) y la revista de ciencia ficción Pistas del Espacio. Como no había un análisis o investigación sobre la empresa, decidí realizarlo por mi cuenta”, recuerda.

La editorial Acme: el sabor de la aventura”, es el libro de Abraham en el que analiza la historia completa de la empresa, recorre todas sus colecciones de libros y revistas, y contiene entrevistas a numerosos autores, traductores y empleados de la empresa.

“En el libro figuran, entre varias, entrevistas a al escritor Alfredo Grassi (traductor y autor de numerosas novelas policiales y de ciencia ficción), a la ex gerente Vera Lapegna, al historietista Ernesto García Seijas, y a Leonor Bellani, la hija de Rodolfo Bellani, el autor de más de 300 novelas de aventuras que salían mayormente bajo seudónimo”, explica Carlos, que también ha dedicado otros trabajos a Borges y la ciencia ficción, y al estudio de la literatura fantástica en el ámbito local, producto de su gran conocimiento del tema.

Una de las anécdotas de la hija de Bellani lo recuerda como una persona tan apasionante “como cualquiera de sus obras”. “Lo fascinaban los piratas porque él también era muy aventurero: por ejemplo, cuando tenía 77 años se escapó al Perú con una joven de 27, sin un peso encima. También decía que le hubiera gustado vivir en el siglo XVI, hablaba de un modo antiguo y tenía modales de antaño”, cuenta Abraham; que agrega que Bellanitrabajaba con máquina, y escribía a cuatro dedos como todos los periodistas. No era dactilógrafo pero tenía velocidad con los dedos”.

“Una vez su hija se quejó de que los protagonistas de sus novelas de vaqueros eran altos, rubios, hermosos, y que en la realidad la gente no es así; y le pidió un protagonista que no fuera hermoso. Entonces, por darle el gusto, Bellani escribió una novela donde el personaje se llamaba Ray Duncan, tenía más de 60 años, era moreno, bajito, nervudo, y bastante feo. Era un ex pistolero que luego había encontrado el camino hacia el bien, y ayudaba a la gente buena que lo necesitaba, con todos los conocimientos y la malicia que le habían quedado de su vida torcida anterior. La chica de la historia era una nena rubia, de trenzas que se llamaba Leonor, como su hija. A ella le encantó estar de heroína, y que el “muchachito” no fuera tal. La novela se llamaba “Los ojos del diablo” y tuvo tan buena aceptación que de la editorial le pidieron que continuara al personaje. De esta manera, escribió toda una serie de libros con Ray Duncan como protagonista”, concluye Carlos, cuyo libro se puede conseguir en todos los locales del país o a pedido.

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