Hubo un momento en el que el vestuario de Golden State le abrió las puertas a las dudas. Las alarmas sonaban impacientes porque de repente, el equipo que caminó por los playoffs con la parsimonia de una pareja que sale a recorrer la playa por la mañana, había perdido su primer partido en postemporada. Cleveland estaba 1-3, como el año pasado, cuando remontó un barrilete sin cola.
Anoche todo se apagó: Golden State ganó con la autoridad de los grandes equipos, acabó la serie y consiguió un nuevo anillo. Superó a Cleveland por 129-120 en Oakland y selló el 4-1 definitivo.
La NBA estaba sentenciada desde el momento en que Kevin Durant eligió transformar al dúo Stephen Curry-Klay Thompson en un trío. La sintonía fue instantánea: Curry se corrió, Thompson potenció su faceta de león defensivo y Durant se llevó las luces con actuaciones voluminosas. Anoche, el #35 fue consagrado como jugador más valioso de las finales.
Jamás un equipo se consagró con tanto dominio. La conferencia oeste es dura, áspera: hay planteles con más estrellas, más equilibrados. Los Warriors desfilaron con un 67-15 en la planilla de temporada regular. Los playoffs fueron un parque de diversiones: barrieron a todos los rivales hasta la final, cuando Cleveland le robó un juego en la ciudad de LeBron James.
James pudo hacer poco, pero así y todo hizo mucho: 41 puntos, 13 rebotes y 8 asistencias, una planilla bestial. Kyle Irving aportó menos de lo habitual con 26 unidades, y JR Smith sumó otros 25 tantos. Pero, ¿cómo hacer frente a una noche mágica del nuevo trío listo para dominarlo todo por un largo tiempo? 39 de Durant y 34 de Curry, además de los aportes invisibles de Draymond Green —12 rebotes— y Andre Iguodala —20 unidades— hacen que todo intento se frustre.
Golden State ganó dos de los últimos tres anillos. Está dispuesto a instalar una nueva hegemonía en el básquet más importante del planeta.