Boxeo
Rodrigo Barrios sentenció en exclusiva ante Diario Popular que “a mí la gente por la calle me saluda, me besa, me pide fotos. Pero después miro los medios y es otra cosa”. Fue un regreso estratégico del púgil.
La exhibición boxística frente a Lucas Matthysse, campeón mundial interino superligero del CMB, realizada el viernes por la noche en el club Sportivo Rojas de esa ciudad bonaerense, fue lo de menos. Fue una estrategia para ir insertando paulatinamente a Jorge Rodrigo La Hiena Barrios sobre un ring sin levantar mucho ruido, después de que el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 3 de Mar del Plata lo condenara a 4 años de prisión efectiva -que se está apelando-, por la muerte de Yamila González, de 20 años, ocurrida en enero de 2010 tras un accidente automovilístico en que La Hiena estuvo involucrado.
Y según el propio Barrios, fue un acierto del promotor Mario Arano, porque eso le sacó la presión de ganar o perder, le escondió el temor a ahogarse de la emoción que lo embargaba por lo que él consideraba un ‘volver a debutar’, un ‘volver a vivir’, y aplacó sus nervios para poder hacer lo que ama, que es boxear.
‘A veces pienso qué hice mal. ¿Ser sincero? ¿Reconocer que me drogaba, me emborrachaba, dar notas a todo el mundo sin cobrar un peso, y abrir las puertas de mi vida privada? ¿Tan malo fui como para que me pasara esto?’, se lamentó un reflexivo Barrios en el vestuario ante Diario Popular, previo a su exhibición frente a Lucas. Un Barrios que hoy es Rodrigo, ya no La Hiena, el personaje mediático que creó para trascender a la fama sobre un ring.
Niños y adultos que entraban a fotografiarse con él y lo saludaban con afecto, desmentían los rumores de escrache. La ciudad calma y en paz, sin un alma en sus luminosas calles, no reflejaron en rincón alguno las amenazas de marchas contra la violencia de género -primero-, y luego contra La Hiena para hacer más fuerza.
‘Siempre es así’, comenta Rodrigo. ‘A mí la gente por la calle me demuestra esto. Me saluda, me besa, me pide fotos. Pero después miro la tele o leo los diarios y es otra cosa’, se consuela el hombre que por propia voluntad entregó su carnet de conducir y teme ir a hablar con la madre de Yamila porque piensa que alguno va a tomarlo como que fue a amenazarla.
El semipoblado estadio recibió con aplausos y hasta algún cantito de ‘olé olé, Hiena Hiena’ su ingreso al ring, y si hubo alguno en contra, quedó ahogado por la mayoría, que al igual que el ambiente boxístico considera a Barrios no inocente, pero sí otra víctima de aquella tarde y la crueldad de un destino macabro.
Por eso, tras esos 9 minutos de guanteo, en el vestuario lloró emocionado. El llanto de un hombre que no sabe cómo pedir perdón
‘A veces pienso qué hice mal. ¿Ser sincero? ¿Reconocer que me drogaba, me emborrachaba, dar notas a todo el mundo sin cobrar un peso, y abrir las puertas de mi vida privada? ¿Tan malo fui como para que me pasara esto?’, se lamentó un reflexivo Barrios en el vestuario ante Diario Popular, previo a su exhibición frente a Lucas. Un Barrios que hoy es Rodrigo, ya no La Hiena, el personaje mediático que creó para trascender a la fama sobre un ring.
Niños y adultos que entraban a fotografiarse con él y lo saludaban con afecto, desmentían los rumores de escrache. La ciudad calma y en paz, sin un alma en sus luminosas calles, no reflejaron en rincón alguno las amenazas de marchas contra la violencia de género -primero-, y luego contra La Hiena para hacer más fuerza.
‘Siempre es así’, comenta Rodrigo. ‘A mí la gente por la calle me demuestra esto. Me saluda, me besa, me pide fotos. Pero después miro la tele o leo los diarios y es otra cosa’, se consuela el hombre que por propia voluntad entregó su carnet de conducir y teme ir a hablar con la madre de Yamila porque piensa que alguno va a tomarlo como que fue a amenazarla.
El semipoblado estadio recibió con aplausos y hasta algún cantito de ‘olé olé, Hiena Hiena’ su ingreso al ring, y si hubo alguno en contra, quedó ahogado por la mayoría, que al igual que el ambiente boxístico considera a Barrios no inocente, pero sí otra víctima de aquella tarde y la crueldad de un destino macabro.
Por eso, tras esos 9 minutos de guanteo, en el vestuario lloró emocionado. El llanto de un hombre que no sabe cómo pedir perdón
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