El Cotón volvió con Rivero y fortaleció la imagen que alguna vez supo poner en tela de juicio del promotor. Pero a la vez desnudó fragilidades de un sistema discutible, que trae más perjuicios que beneficios, aunque cuesta distinguirlas con precisión
Hace un par de años, se dio una de las separaciones más conflictivas y polémicas del boxeo argentino -con gran repercusión mediática-, cuando el mendocino Juan Carlos Reveco -campeón mundial minimosca AMB en ese momento- dejó al promotor Osvaldo Rivero, acusándolo de incumplimiento de contrato, y firmando con el promotor Mario Arano.

Su conducta fue tomada en aquel momento como una liberación del boxeador oprimido, como ejemplo para quienes luchan contra “el sistema” o se sienten víctimas de él, y como símbolo de una rebelión quijotesca encabezada por una especie de Justiciero. 

Dos años después, el propio boxeador regresó con su ex manager y decidieron retomar el camino, yendo pelea por pelea con un compromiso moral, sin firmar nada.

Reveco peleará ahora el 10 de noviembre en Mendoza, defendiendo su actual cetro mosca interino AMB, ante rival a designar.

“Me equivoqué con la decisión de irme. Las cosas no salieron como pensaba, y yo del orgullo no vivo, así que si tengo que dar marcha atrás, la doy. Tengo una familia que mantener y necesito pelear. Aclaramos varios puntos con Rivero y decidimos volver a trabajar juntos”, explicó Reveco ante la prensa mendocina, que había festejado la ruptura y ahora cuestionó su decisión.

“Estoy feliz porque volvió un hijo a la familia”, sintetizó Rivero, quien siempre sostuvo que las acusaciones del Cotón eran injustas, e iba a hacer lo imposible por recuperarlo, poniéndole por eso innumerables palos en la rueda mientras estuvieron separados.

Reveco había acusado a Rivero de tres incumplimientos contractuales: 1) obra social (que no figuraba en el contrato y jamás es tarea del promotor pagarla a los boxeadores); 2) cantidad de peleas anuales (eran 6 al año, por $ 5000 cada una, y Rivero le hizo hacer menos pero por títulos mundiales y mucha más plata: 50.000 U$, o más en algunos casos); 3) la mensualidad (eran 750 $ por mes, que según Rivero se la pagaba a Pablo Chacón, el DT del grupo, pero que al parecer no llegaba a destino. Tampoco figuraba en el contrato).

Los nuevos manejadores le habían prometido al Cotón peleas grandes en Estados Unidos y Japón, mucha más plata por cada defensa, y la TV de HBO, cosas que jamás le cumplieron. Por el contrario, en dos años apenas hizo dos peleas mundialistas y en Mendoza. ¿Tan oprimido estaba antes?

Su vuelta decepcionó a quienes lo apoyaron, ya que no hizo más que fortalecer a Rivero, debilitando a la vez a sus competidores, con quienes además está enemistado.

El problema es que la crítica no debiera pasar por donde le apuntan. Mal pagos en este país no están sólo los boxeadores; muchos debiéramos ganar más de lo que percibimos.

Y el caso Reveco lo que muestra es una realidad que tal vez no sea grata, mas no por eso menos cierta. Pero a la vez habla de la fragilidad de un sistema que hoy cualquiera parece poder violar sin razón alguna, y que para protegerlo hay que hacer un curso de gangster, o tener mucho poder y entrar en conspiraciones rayanas a lo antirreglamentario, como hizo Rivero, amparado por la AMB. ¿Por qué llegar hasta ese punto?

Centralismo no es lo mismo que monopolio y cuesta comprenderlo. Éste es el problema del boxeo actual, o al menos el principal: competencia desleal entre promotores, con lo que ello trae aparejado: divisiones y fracturas. Y por ende, debilitamiento del nivel interno, sin enfrentamiento entre figuras –ya sea por ser del mismo equipo, o de promotores enfrentados-, y gobierno económico y de intereses creados por sobre el deportivo.



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