El pollo es una de las carnes más adaptables y flexibles que existen, además de que cuenta con varias ventajas: es muy proteica y baja en grasas. Por eso es la primera carne que se menciona en las dietas para adelgazar. Pero más allá de las cuestiones nutritivas o saludables, le ofrece a la gastronomía platos imprescindibles de cualquier recetario, como el pollo al curry, el pollo al champiñón, el pollo al verdeo, las supremas Maryland, el pollo con arroz, el chicken pie y el pollo
a la cazadora, por mencionar algunos clásicos.
Y si revisamos las gastronomías más exóticas, nos encontramos con el muy especiado Pollo Tikka Masala de la cocina india, el pollo a la Kiev de la cocina rusa o el Chau Fan o el Chau Mein de pollo de la cocina china.
Combina con todo, se adapta a todo tipo de estilo culinario y siempre resulta una carne tierna y suave.
Cuando vamos a comprar un pollo hay algunas cosas que tenemos que tener en cuenta al elegirlo. Primero, hay que observar que la piel sea clara, firme y de color uniforme. No tiene que tener manchas porque esto es señal de que no está fresco. Tampoco tiene que estar arrugada y, mucho menos, pegajosa.
Otra cosa que parece obvia pero que es importantísima es el aroma. El pollo tiene que tener olor a fresco y nunca un olor desagradable o intenso. Uno suele pensar que si se trata de una pollería es normal que haya feo olor. Pero no debería ser así.
También se suele creer que es mejor comprar un pollo grande que uno chico. Pero tampoco es así. Los pollos grandes, si bien se ven muy apetecibles y turgentes, suelen tener muchas hormonas en su interior. El color es otro factor a tener en cuenta. La carne del pollo es clara y pálida, y no
amarillo-patito. Es determinante a la hora de diferenciar a los pollos
orgánicos de los que no lo son. Los orgánicos son más blanquecinos, ya que no tienen colorantes artificiales que sí tienen los otros para hacerlos más vistosos.
Otra ventaja de los pollos orgánicos es que están libres de antibióticos, plaguicidas y hormonas. Y, si bien cuestan un poco más que los comunes, rinden también más porque pierden menos agua durante la cocción. Es un buen dato a tener en cuenta cuando hacemos el balance entre lo que nos conviene, nuestra salud y la sustentabilidad del medio ambiente.
Cortar el pollo en presas es un dolor de cabeza para muchos. Porque no todo el mundo sabe hacerlo y porque no todo el mundo tiene ganas de manipular un pollo en la cocina. Por eso, lo mejor es contar con un pollero amigo que nos conozca y a quien le podamos pedir que nos corte el pollo como queramos. También hay que saber que el pollo entero se conserva en la heladera
en buen estado por más tiempo que el pollo cortado en presas. En este último caso, conviene comprarlo el mismo día o el día anterior, como mucho, a su preparación.
La piel del pollo es mejor descartarla siempre. Si bien es muy rica, tiene mucha grasa. Por lo tanto, conviene no comerla si queremos tener una alimentación más saludable. Para reemplazarla, hay muchas posibilidades, como cubrir el pollo con algún crocante de hierbas que le dará sabor y una textura más crujiente por fuera. Otro ejemplo de que la cocina es muy amplia y depende, en gran medida, de la creatividad de cada uno.