En el fútbol argentino hay cinco ex futbolistas que hicieron un salto al otro lado, que transformaron sus carreras, se vistieron de negro y se colgaron el silbato en el cuello. El más famoso es Ernesto Mastrángelo, pero además del ex Boca también están el fallecido Beto Pafundi, Claudio Casares, Quique Hesse y Néstor Rodríguez Battaglia. Ellos son los únicos jugadores que se convirtieron en árbitros, que se mantuvieron en el campo de juego pero con una función diferente.
“Haber jugado al fútbol me ayudó mucho en mi paso por el arbitraje”, dice, sentado en un bar de Parque Chacabuco, Rodríguez Battaglia. La carrera del “Zurdo”, como le dicen sus amigos, fue la de un batallador del fútbol: después de pasar por las inferiores de Vélez, de jugar en la reserva de San Lorenzo, se destacó en distintos clubes del ascenso como Deportivo Morón, Excursionistas, San Telmo y All Boys, entre otros equipos.
Sin embargo, el gran salto fue cuando Casares, amigo suyo, leyó un anuncio en el diario Crónica que lanzaba un curso de árbitros para ex futbolistas. El plan era que quienes habían vestido de corto y botines pudieran ponerse el negro en menos de dos años de cursada. Rodríguez Battaglia no estaba seducido por la propuesta, pero acompañó a su compadre. Y así nació el amor por el arbitraje.
“En el arbitraje te putean, estás expuesto porque los futbolistas te protestan, pero es lo más lindo que hay. Yo me siento feliz adentro de la cancha”, asegura, quien luego se desenvolvió en el ambiente durante ocho años. Con mucho trajín en el ascenso, fue juez de línea en algunos partidos de Primera División, como un Vélez-Boca en el José Amalfitani. Todavía guarda los diarios donde calificaron su tarea, y tiene cada artículo periodístico donde se lo menciona.
A sus 64 años, lleva 26 años trabajando en las divisiones inferiores de Vélez. Comenzó como asistente, explicándole las reglas a los futbolistas, y después de hacer el curso de técnico comandó algunas categorías. El fútbol, dice, es la vida para Rodríguez Battaglia. Y el arbitraje también: todavía imparte justicia en los amistoso organizados por el plantel de Gabriel Heinze: “Adentro de la cancha me transformo. No tengo amigos, no tengo nada. Trato de dirigir el partido de la mejor manera posible porque así es como me siento bien”, dice.
Para algunos, el fútbol, sea en el ámbito que sea, es una forma de vida. Para Rodríguez Battaglia es una manera de ser feliz.