A fines de 2007, los medios y la sociedad argentina y de Latinoamérica vieron la aparición de dos nuevas tribus urbanas que parecieron sacudir la vida cotidiana de muchos adolescentes, hoy muy pocos los recuerdan, eran los emos y los floggers.
Por Mariela Delay
Eran dos grupos antagónicos de jóvenes con ideologías bien diversas que comenzaron como un boom publicitario en Internet y que hoy son una especie en extinción. Sus inicios se expandieron primero por las incipientes redes sociales de Fotolog y My Space, donde ambos grupos subían sus videos, sus fotos, sus comentarios y con el “posteo a posteo” fueron agrandando la comunidad y empezaron a buscar sus puntos de encuentro en diferentes espacios públicos de la Ciudad de Buenos Aires. Los floggers se caracterizaban por vestirse de colores llamativos, ropa diminuta y ajustada y peinados exóticos, como el clásico flequillo para el costado y el pelo bien lacio. Su comportamiento los vislumbraba como chicos alegres, expresivos y adictos a la exposición pública y la verborragia. El término flogger derivaba de la contracción entre fotolog y blogger, tal como se definían los usuarios que optaron por un estilo más osado y mediático. En tanto los emos, derivado de la palabra inglesa “emotional” se caracterizaban por ser “los chicos tristes” porque siempre se los veía cabizbajos, vestidos de negro y mucho delineador en los ojos, polleras escocesas, tachas y borcegos. Para ellos, el mundo siempre tenía el fin y se exhibían sólo para mostrar su maquillaje, no su alegría ni su diversión. Ahora bien, ¿de qué se habla cuando se dice que “existieron” los emos y los floggers y que de a poco van dejando de ser una moda para pasar a ser antaño en las comunidades jóvenes? Para la licenciada en psicología Karen Picone, “como sucede con todos los fenómenos sociales, todo tiene su comienzo y su final y tal vez el tema de los emos y floggers no parece ser la excepción. Si bien tuvieron su momento de “esplendor” en los medios masivos de comunicación, no dejaron de existir, sólo quedan algunos pocos. La explicación de Picone también hace referencia al rol que cumplen las amistades de estos jóvenes particulares: “En el caso de los adolescentes, los cambios sucesivos que los chicos van experimentando hacen que sus modelos identificatorios cambien frecuentemente, por lo que, lo que hoy es “moda” mañana deja de serlo, porque la tendencia indica cómo y de qué manera tenés que vestir y conducirte. Los padres dejan de ser los “ídolos todopoderosos” para caer al plano de “seres con carencias y defectos”, en tanto que el grupo de pares adquiere relevancia y marca el estilo a seguir. En este trayecto el carácter del adolescente se va construyendo y, según sea la experiencia individual, la moda del momento continuará con él en mayor o menor medida. Quizá por eso sea que el grupo flogger que hoy paraba en la esquina de sus casas mañana no esté. Porque sus ideales viraron hacia otro destino y sus modelos identificatorios, producto de la madurez en curso, migraron a otro lugar”, dijo la profesional a este medio. Asimismo, la psicóloga juvenil Yanina Cassina reconoció que tuvo pacientes emos y dio su punto de vista del diagnóstico de esta tribu: “Estos chicos no tenían la personalidad muy definida y buscaban identificarse con alguien. Se autoflagelaban porque para ellos los cortes simbolizaban el supuesto dolor que sentían dentro.