El siempre vigente artista inglés viene a presentar su brillante último disco encaramado en la que, admite, podría ser su última gira y, una vez más, rechaza volver al grupo que lo llevó al olimpo del rock

Ironías del destino, Morrissey, el personaje público más fundamentalista entre los que condenan el consumo de carne, llega esta semana al país que está consagrado globalmente por sus jugosos bifes de chorizo y el tan prosaico como popular choripán. Lo cual, lejos de significar una fervorosa bienvenida, podría considerarse lisa y llanamente como una afrenta, un atentado contra su noble prédica vegana. En otras palabras, una invitación a que se vaya por la misma puerta por la que entró.

Pero nuestro héroe, el más lúcido y el más intolerante a la hora de denunciar, pero también el más sublime e inspirado al momento de escribir y cantar -ahora versiona "You'll Be Gone", de Elvis Presley, pero es capaz de echarse al hombro la mismísima "La Gazza Ladra", de Rossini- estará al pie del cañón este miércoles en el Teatro Opera y el jueves en el Luna Park. Dos escalas vacilantes en las que promete dejar el alma en el escenario, el único lugar donde, advierte, "nadie puede intervenir".

En estos últimos días, Morrissey ocupó un lugar de privilegio en la media electrónica sudamericana, un nido que aprovechó para criticar con su acostumbrado sarcasmo a los gobernantes del mundo entero y denunciar el vacío existencial que presenta la música actual por culpa de las discográficas. A tal punto de admitir que esta gira que lo trae a Buenos Aires podría ser la última de su carrera.

"Me preguntan si hay una luz al final del túnel, entonces admitimos que estamos en un túnel", analiza Mozz. "La respuesta es no, nada puede salvarse. Los principales sellos discográficos lo prefieren de esta manera porque hacen dinero mucho más rápido a partir del chismerío que generan los programas de talento. Y tampoco las disqueras necesitan lanzar discos físicos. La música está perdida y cualquiera en el negocio de la música acepta que no hay retorno. Es triste, pero deberíamos preguntarnos por qué la música ha sido destruida. Es una lástima. Ya no escucho música, es angustioso. Ed Sheeran es el símbolo perfecto de la muerte de la música".

El último disco de este mártir de Manchester, "World Peace Is None Of Your Business" (la paz mundial no es asunto tuyo) salió el año pasado, y aunque rápidamente se quedó sin difusión, corrió como reguero de pólvora en toda la fanbase que Mozz tiene diseminada en el Globo y viene siendo recibido de forma entusiasta en esta gira.

"Es un disco inmenso", describe. "Nunca me sentí tan orgulloso. Hay algo que el sello discográfico (Harvest) temía mucho mostrar: cómo es hoy el mundo. Fíjense lo que ha hecho el terrorismo en París. La paz mundial está cada vez más lejos. ¿Para qué tenemos un sistema educativo, un sistema universitario? ¡Si toda la gente educada del mundo no es capaz de establecer la paz mundial!".

El disco trae, quizás, dos de las mejores canciones facturadas por Mozz en toda su carrera: "Stairway At The University", el calvario lánguido de una estudiante que, presionada por su padre y su novio para no mancillar el apellido familiar en los exámenes, se arroja desde la escalera "y su cabeza -canta Morrissey- se rompe en tres pedazos"; y "Kick The Bride Down The Aisle", un novio que escapa a tiempo de las garras de una potencial esposa arpía ("pateá a la novia del altar/ y atesorá ese día/ es lo mejor que podés hacer por el bien de todos".

Aunque se muestra irritado cada vez que su antigua banda, The Smiths, se transforma en tema recurrente durante las entrevistas, una pregunta reciente de un periodista brasileño insistió en saber si alguna vez habrá una reunión, como pasó con decenas de otros grupos. Morrissey se ríe y desmiente los rumores una y otra vez, aunque a veces dispara uno de sus dardos venenosos, como esta vez: "Volver a los Smiths es tan impensable como que vaya a cantar en Led Zeppelin".

Para internarse un poco en su rutilante obra y comprenderla un poco más a fondo, apenas basta con echar una mirada a algunas frases perdidas de sus canciones: "Satanás rechazó mi alma"... "el Paraíso sabe que ahora soy un miserable"... "los problemas me aman"... "fui odiado por amar"... "la vida es una pocilga"... "estiro mis brazos alrededor de París porque sólo la piedra y el acero aceptan mi amor"...

Para el grand finale, este Morrissey de 56 años que nos visitará por cuarta y, quizás, última vez, no busca excusas para admitir su rechazo hacia el rumbo que va tomando el planeta en el cual estamos atrapados. "No me gusta la raza humana y creo que el mundo sacaría mucho partido si los humanos se extinguieran. Por lo general somos estúpidos, ignorantes y destructivos. Por supuesto que hay excepciones", se excusa. "¡Pero no muchas!".

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