Antes del papelón y la vergüenza, hubo un tiempo de acción. Cuarenta y cinco minutos de fútbol en los que no se sacaron ventajas, ni el trámite ni el resultado que se mantuvo en blanco, y así dejaron picando la definición de cara a ese segundo tiempo que no llegó a empezar.
Lo cierto que de movida el juego transportó la misma intensidad del choque de ida y el primero en apelar a la pierna excesivamente fuerte fue Daniel Osvaldo quien desparramó de atrás a Carlos Sánchez sin ninguna intención de jugar el balón.
Los que buscaron romper la tensión fueron Federico Carrizo con un par de desbordes y Sebastián Driussi con una media vuelta que se perdió por encima del travesaño.
Y después de esos primeros movimientos, allá por el cuarto de hora, ya estaban expuestas las intenciones de cada uno. Asociar, abrir la cancha, jugar con paciencia y no al ritmo de su gente era por entonces el libreto local.
Máxima concentración, salida rápida y movilidad en posición para explotar los pelotazos. Y dentro de ese contexto y durante casi todo el primer tiempo, se mostró más cómodo River.
Con la ausencia de Nicolás Lodeiro y la presencia de un Fernando Gago impreciso, Boca tuvo su problema central en el mediocampo. Sin juego ni sorpresa en ese sector se mostró como un equipo partido que dependía de algún desborde de Federico Carrizo o alguna aparición de Osvaldo.
De esta manera, en su planilla del primer tiempo, apenas hubo margen para un remate de Daniel Osvaldo desde la puerta del área que viajó derecho a la posición donde se encontraba parado Marcelo Barovero.
Lo del millonario fue más productivo teniendo en cuenta que el resultado lo favorecía desde el partido de la semana pasada en el Monumental.
Tomó recaudos en defensa, encimó, achicó espacios en zona media, cortó circuitos y no resignó la idea de atacar cuando notó que el juego del rival no ofrecía seguridad.
Claro que tampoco tuvo a su favor acciones claras dentro del territorio de Agustín Orión quien solamente tuvo que descolgar un par de pelotas cruzadas.
El cero a cero reflejaba la paridad de un juego gris que no pudo completarse dentro de los carriles normales.
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