Si hay algo que prevalece en el fútbol argentino es el miedo a atacar y asumir iniciativas. La pregunta es simple: ¿los jugadores y los técnicos respetan a los hinchas y a las grandes audiencias que consumen fútbol? ¿O en general las defraudan? Respetar a la gente es también brindar un producto de calidad.
Cuando Ernesto Guevara de la Serna ya era el Che, en una reunión bimestral del Ministerio de Industrias celebrada el 9 de mayo de 1964 en La Habana, se instaló cuál era el objetivo inmediato que perseguía la revolución cubana. Y el Che afirmó: "Hacer una revolución de calidad". Cuenta la historia que le preguntaron qué era hacer una revolución de calidad. Y el Che, entre otras consideraciones políticas, respondió: "La calidad es el respeto por el pueblo".

   A propósito del fútbol, ¿qué es un fútbol de calidad? La respuesta podría ser la misma que ofreció el Che Guevara cuando en el arranque de los 60 le puso palabras a un pensamiento reivindicado, más allá de las doctrinas y las ideologías: "La calidad es el respeto por el pueblo". 

   ¿Los jugadores y los técnicos del fútbol argentino respetan a los hinchas y a las grandes audiencias que consumen fútbol en vivo o por televisión? ¿O en general las defraudan? ¿Qué promueven, en definitiva? ¿Grandes ilusiones, grandes espectáculos, grandes partidos? Más bien que festivales no hay. Por otra parte, a esta altura nadie los espera porque nadie ni siquiera los propone.

   Si hay algo en la superficie son gotitas de buen fútbol que no alcanzan para cambiar ni alterar radicalmente ningún rumbo. Gotitas de algunos jugadores, que son siempre los mismos hace muchos años: en primer lugar Juan Román Riquelme y la Bruja Verón. Detrás de ellos, perfilan sus calidades Lucas Pratto, Mauro Zárate, Teo Gutiérrez, Ignacio Piatti, Matías Pérez García y otros invitados circunstanciales que a veces están y a veces no.

   Es indiscutible que prevalece la mediocridad. Y el miedo de los jugadores y de los técnicos. ¿Miedo a qué? A jugar. A tomar la iniciativa. A atacar con convicción. "No jodamos más, el fútbol es atacar. Es de los valientes, no de los cagones", asegura Roberto Perfumo. Y no se equivoca el Mariscal. Él fue un brillante defensor, pero sabe que sin ataque no hay fútbol. Exagerando, ese buen entrenador que fue y es José Yudica, suele comentar: "Defender puede defender cualquiera porque revienta la pelota y no hay problemas, pero para atacar hay que jugar bien".

   ¿Qué equipos lo hacen por estas pampas? El saldo es bastante desalentador. El que más lo intenta es San Lorenzo. Y casualmente es el que más ataca, a pesar de la influencia negativa que en el arranque de su gestión supo darle Edgardo Bauza, más sensible al tacticismo que a la búsqueda constante del arco rival.

   Cuando San Lorenzo, a partir de las urgencias que lo acosaban, se liberó del modelo y la idea táctica que pretendía imprimirle Bauza, el equipo creció y se reencontró con sus mejores momentos, por encima de las derrotas que padeció en la Copa Libertadores y en el torneo. Como si los jugadores trascendieran el pensamiento conservador del técnico.

   Vélez, desde hace varias temporadas, es otro protagonista. Newell's, a pesar de sus caídas recientes que precipitaron la renuncia del técnico Alfredo Berti, también. Lanús, con sus altibajos, no resigna su idea ni su intención ofensiva. Ellos expresan, con más o menos dificultades, la avanzada del fútbol argentino. Dan algo. Ofrecen algo. Hay otros que no dan ni ofrecen nada. Duran un poco más o un poco menos. Pero si denuncian algo es el miedo a lo desconocido.

   Y no respetan a la gente. Porque el respeto es también brindar un producto de calidad.   

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