El mundo externo. La Ciudad comienza a mostrar los últimos atisbos de un jueves de abril. La noche se adueñó del pulso urbano y apenas algunos pasos cansinos de un hombre de bolso gris pasan la avenida Caseros, mientras un colectivo de la línea 65 recorre su tramo sin subir pasajeros y los mozos de la pizzería El Globito levantan las sillas sobre las mesas. Afuera todo terminó. Pero cuatro metros bajo la superficie hay un mundo interior que posee un ritmo cardíaco a contramano de lo externo. Más de 1.200 operarios comienzan las tareas de mantenimiento de la red de subterráneos. En menos de cuatro horas lo que está sucio debe quedar limpio; lo roto, reparado; lo imperfecto volverá a ser perfecto. Es el subte de noche. Es la vida en otro sentido.
"Te acostumbrás. Tantos años así, te acostumbrás. No es fácil porque todos tienen vida de día, y ahí es cuando uno está durmiendo, pero te acostumbrás", repite Sergio Bonezza, quien está a cargo del taller y cochera Parque Patricios.
Hace poco más de una hora pasó del "pavo" -como se denomina coloquialmente al último subte de la jornada-. Eso es lo símil a un pitido inicial. Desde entonces se abre una ventana de trabajo incesante y controlada segundo a segundo. Antes de cualquier operación "se realiza un corte de tensión del tren por medidas de seguridad, para trabajar correctamente", profundiza Bonezza.
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Hay un equipo nutrido de hombres que empieza a moverse como hormigas adentro de una formación Alstom Metrópolis Serie 300 que está detenida, a la espera de que sus pesadas ruedas reciban una inyección de aceite o se verifique por qué una de luces del tablero titiló en el trayecto. Uno de los operarios cuenta que le da lástima cuando encuentra roturas en los asientos: "Lo que pasa es que en nuestro país nos falta algo importante: no tenemos cultura. Se ven muchas pintadas en los vidrios y rompen el acolchado". Mientras, dos observan el estado de una de las puertas y hablan entre sí, como si fuera un secreto.
Es un conjunto conformado por más de veinte operarios de la empresa Metrovías con vestimenta azul que ingresa, distribuidos previamente, y toma posesión de los vagones. "Se hacen trabajos de prevención cuando se cumple una cierta cantidad de kilómetros; predictivos para evitar fallas en el futuro; y correctivos para problemas menores", informa minuciosamente. Mientras le comenta a este medio hay un trabajo de fondo, pero sin los ruidos mecánicos de un taller. Eco de pocas palabras.
Paralelamente, en las terminales hay un trabajo feroz. "Se utiliza la menor cantidad de agua posible, porque esta estación -Parque Patricios- tiene normas que cuidan el medioambiente", detalla para POPULAR Jorge Bravo, jefe de turno. Es por ese motivo que el personal de limpieza utiliza hidrolavadoras y máquinas rotativas para los trabajos en la cartelería, escaleras y andenes. "Es un trabajo profundo y puntual", agrega. Chicles, pegatinas, graffitis, volantes... rastros de un día, huellas clásicas de pasajeros.
A la par, en las estaciones también se encuentra el "nochero", un empleado que se encarga del retiro de bolsas e inspección de los baños públicos, pero que no posee equipo especializado para las tareas que sí realizan las cuadrillas.
Como si se tratara de una pieza más de un rompecabezas que se arma noche a noche, en el túnel hay una máquina que llama por su ruido, luces y movimientos de vertebrado. La tarea de la Plasser también es contribuir a toda la operación que se realiza en la madrugada -de 0 a 4-. Sin trayecto en condiciones, el subte no funcionará. Ésta, operada por un conductor y seguida por una cuadrilla de trabajadores que parecen mineros con palas, "endereza" las vías y durmientes. El transpiración en el rostro de los hombres y el calor que emana la bestia metálica no empatizan con los casi 15 grados del exterior.
"Somos un equipo de alto rendimiento con una máquina de 24 toneladas más un grupo especializado abocado a las vías", asegura Manuel Fernández, técnico y responsable de la Plasser. "Hacemos toda la geografía de la vía", agrega.
"Es un trabajo que alguien tiene que hacer", sintetiza Fernández. Más de 1.000 personas vuelcan su energía todas las noches en el subte porteño. A las 5.30 empezará a funcionar, y ellos irán a dormir.