El temblor, de 7 grados en la escala de Richter, causó cerca de 9.000 muertos y demolió el 80% de la edificación de la ciudad; Anécdotas, colectas y miserias de la tragedia más grande que sacudió al país.

La hora oficial del sismo que destruyó la ciudad de San Juan quedó retratada en el reloj de la catedral; apenas comenzaba la noche, eran las 20:52. Un ruido ensordecedor, más profundo que el trueno más potente, anunció la devastación. Fue solo un minuto. Tuvo una intensidad de casi 7.0, el grado inferior de un “terremoto mayor”, y se lo considera el suceso natural registrado más destructivo de la historia argentina. Causó cerca de 9.000 muertos -primero se estimó una cifra más elevada- y, aunque su epicentro fue La Laja, a 20 kilómetros de la capital, demolió el 80% de la edificación de la ciudad.

La principal razón de su altísimo poder destructivo fue que un 98% de las construcciones eran de adobe, lo que generó muchas muertes, ya que, al no sostener los techos ni las altas fachadas, su caída aplastó a miles de personas que intentaban ponerse a refugio. Hasta entonces, no había legislación sobre construcciones, a pesar de que se reconocía a la región como zona de alto peligro sísmico y que en 1861 Mendoza había sido devastada.

Desde ya, las pérdidas no solo fueron en vidas humanas y materiales, también desapareció buena parte del patrimonio histórico y personal acumulado en generaciones, lo que obligó a replantear el modelo económico de monocultivo de la vid que sostenía a la provincia hasta entonces.

La cesión del Archivo General de la Nación de copia de buena parte de sus documentos gráficos, fotográficos y fílmicos relativos al sismo al Archivo General de la Provincia cuyana nos permitió revisar aquel infortunado episodio. Así, pudimos recrear momentos sensibles como el arribo de cerca de 400 niños que, huérfanos, llegaron en tren a la ciudad de La Plata, donde diez mil posibles madres se inscribieron para adoptar. Como por entonces no había ley, nunca se hicieron los registros y aún hoy muchos buscan a su familia biológica. Otras imágenes registran el terrible episodio de la caída en Mendoza de un avión que, haciendo “puente aéreo”, transportaba auxilio y que provocó la muerte de sus 12 ocupantes.

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En cuanto a las autoridades, la respuesta del flamante secretario de Trabajo Juan Domingo Perón, uno de los dirigentes de la dictadura militar instalada el 4 de junio de 1943, fue inmediata. Al día siguiente, anunció que coordinaría una gran colecta nacional de ayuda a las víctimas. Una enorme movilización social colaboró espontáneamente y se organizaron cientos de actividades solidarias, como carreras de bicicleta, un día de donación del hipódromo porteño, una misa pública en la Plaza de los Dos Congresos y un festival en el Luna Park el 22, donde supuestamente el coronel Perón conoció a la actriz Eva Duarte.

Resulta curioso, sin embargo, que sin demasiada lógica más que la avidez de incrementar su influencia, la secretaría de Trabajo y Previsión centralizara las actividades solidarias durante los primeros 45 días para, luego, transferirlas al Ministerio del Interior que era, por lógica, la autoridad pertinente.

En tanto, un “Consejo de Reconstrucción” tuvo a su cargo las tareas de planificar y centralizar las obras de la “nueva” San Juan y el Ministerio de Hacienda provincial realizó un “Censo de daños y perjuicios”, donde se tabularon los resultados de 11.015 declarantes. El perjuicio sobre los activos particulares alcanzó a un 41,8% y el daño en las casas al 76.5%: las dañadas o destruidas sumaron 13.408, de las cuales más de 10.000 eran de la Capital y de Santa Lucía.

Lentamente, la ciudad fue reconstruida y hacia 1949 ya habían surgido 25 nuevos barrios en zonas suburbanas (sobre todo hacia el oeste y el sur) que estaban en proceso de provisión de obras públicas básicas, como el agua corriente y la electricidad. En el Gran San Juan, finalmente, se construyeron más de 7000 viviendas, mientras que en los departamentos se construyeron algo menos de 2000.

Pero no todo fue solidaridad desinteresada. El terremoto escribió una página oscura que no se terminó de develar y que se repite en emergencias en todas partes del mundo. Una carpeta del Ministerio del Interior caratulada como “asunto reservado”, informe emitido por el general Franklin Lucero -jefe de secretaría del ministerio de guerra- fechado el 17 de julio de 1946, informaba que en el “Congreso Nacional Ordinario del Partido Socialista que tuvo lugar ayer”, los delegados sanjuaninos “formularon cargos contra el Ejército Argentino afirmando que, tras el terremoto, soldados, suboficiales y oficiales se dedicaron a realizar un verdadero saqueo”.

Agregaron que “las mujeres, luego de hacer interminables colas, debían someterse para lograr un pedazo de pan o carne a los caprichos e inquietudes voluptuosas de sargentos, oficiales y hasta coroneles”. Afirmaron también que “las pocas casas construidas en San Juan se deben al esfuerzo privado; el gobierno ha cometido una estafa en perjuicio de la buena fe del pueblo argentino”. Los sanjuaninos, como dice el dicho, de Guatemala a Guatepeor.

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