Los ataques son cada vez más violentos e incluyen amenazas de muerte. Los agresores aprovechan el anonimato de las redes, mails y celulares. Así obtienen impunidad y hacen sentir más vulnerables a las víctimas.

Los ataques digitales a mujeres se cuadruplicaron durante el último año, de acuerdo al relevamiento de una ONG que establece que entre 2017 y 2018 recibieron un 300% más de denuncias, la mayoría de ellas vinculadas a situaciones de acoso, mientras alertaron que los agresores cada vez utilizan métodos más violentos y muchas veces desde la impunidad del anonimato, que genera una mayor vulnerabilidad en las víctimas.

“Hace dos meses te venimos siguiendo y sabemos todos tus horarios y los lugares a los que recurrís. Entrás a las 15.30, salís a las 21.30 y te vas a tomar el colectivo. Si te vas a despedir de tus familiares o amigos, hacelo”, son algunos de los mensajes que recibió Abigail, una de las víctimas más recientes de esta modalidad, que primero tuvo la fuerza para contar lo sucedido y luego para hacer la denuncia policial. Se trata de un caso que sirve como ejemplo de la situación a la que se ven expuestas miles y miles de mujeres, que a su vez son madres, hijas, tías, sobrinas, primas o hermanas.

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Si bien no existe una estadística oficial, ya que el Estado no elabora índices sobre este flagelo, desde la Fundación Activismo Feminista Digital llevan un reporte de las consultas que reciben y esos números hablan de un aumento exorbitante, cuyas principales destinatarias son las jóvenes de entre 16 y 19 años, aunque también mujeres mayores de 35.

“De 2017 a 2018 se incrementaron en un 300% y, dentro de este aumento, se dio un cambio en las conductas dañosas. En 2017 más del 70% de las consultas eran sobre difusión no consentida de material íntimo y el resto de acoso digital. Hoy es al revés; hay sólo un 25% de casos de difusión de material y un 75% de consultas por acoso digital”, reveló a Popular Belén La Froscia, abogada a cargo del Departamento de Investigaciones y Consultoría de la Fundación.

La especialista consideró que esa modificación se da “porque hubo una mayor concientización sobre la difusión no consentida”, aunque a su vez advirtió que “en los casos de acoso, el agresor evolucionó en la manera de realizar su hostigamiento”.Y explicó: “Antes eran mucho más previsibles. Hoy hay creación de perfiles apócrifos y mensajes constantes, pero también nuevas modalidades como amenazas, extorsiones y mensajes anónimos”.

Los tipos de ataques son tres: hackeo a redes, difusión no consentida de material íntimo y acoso digital, que es el más frecuente. “Es el hostigamiento constante. Ese mensajito que cada dos minutos te pregunta ‘¿dónde estás?’, ‘¿con quién estás?’, ‘¿qué estás haciendo?’. No está bien, es acoso. Es algo que sufrimos a diario y recién ahora las mujeres lo estamos comenzando a reconocer como algo que no es normal y no tenemos por qué soportar”, sentenció.

Al evaluar por qué estos ataques son cada vez más comunes, La Froscia expresó que “van creciendo en la misma proporción en la que crece nuestra vida online, ya que prácticamente todo el mundo tiene el celular prendido las 24 horas del día”. Sin embargo, este cambio de paradigma también trae sus consecuencias. “En este nuevo mundo online, el agresor no necesita tantas herramientas para amenazarnos o ejecutar su ataque. Le basta con sólo tener nuestro número de teléfono, usuario de red social o nuestro mail. Esto genera también más vulnerabilidad en la víctima”, alertó.

Anonimato

Consultada por las características de los atacantes, la investigadora de la ONG resaltó: “No hablaría de un perfil, porque no se pueden encasillar. Existen infinidades de tipos de agresores y actitudes que pueden tomar. Más aún en la sociedad en la que vivimos, en la que cualquier varón es un potencial agresor. Lo que podemos diferenciar es si tuvo una relación afectiva con la víctima o si es un anónimo”.

Al analizar esa variable, se nota una modificación en la conducta de los violentos. “Durante 2017, en más de la mitad de los casos que recibimos el agresor había tenido una relación afectiva con la víctima. Nada que ver a 2018 y lo poco de 2019, donde se ve mucho más el tema del agresor anónimo, que no lo podemos identificar con una foto, un nombre y tampoco es fácil de rastrear”, reveló La Froscia quien añadió que “este anonimato es un agravante”.

Y argumentó: “Para la víctima, no saber quien está detrás de este ataque es aumentar la sensación de vulnerabilidad y de desprotección. Además, la víctima es una usuaria común que utiliza los medios digitales corrientemente y por lo general no tiene conocimientos técnicos para rastrear a ese usuario que la está hostigando”.

Entonces, la posibilidad de mantener el anonimato en las redes sociales representa una amenaza para la violencia de género digital. “Encontramos un problema con los que lo defienden como un derecho, porque a nosotras nos impacta de otra manera. Crea una amenaza mucho mayor, que nos puede llevar a directamente dejar la red social por el nivel de agresión que recibimos de alguien que no sabemos quién es”, explicó la especialista.

La violencia digital afecta a mujeres de todas las edades, aunque en algunos casos se produce de manera más frecuente. “En 2017, la franja etaria más afectada era la que va entre los 20 y los 35 años. El año pasado se revirtió: la mayoría de los casos se vio en mujeres de 16 a19 años y mayores de 35 años. Esto tiene relación con la oleada feminista, que en 2018 explotó e hizo que las mujeres de 20 a 35 se empoderen y dejen de ser las más vulnerables en ese tipo de ataques”.i

“Lo más importante es no borrar nada”

Desde la Fundación Activismo Digital señalaron que “cada situación de violencia digital es particular, porque cada víctima y cada agresor son diferentes”. Por ejemplo, ante un ataque puede haber respuesta o no por parte de la mujer. “Depende de la reacción que le salga en ese momento y del grado de violencia”, explicó Belén La Froscia, quien habló del asesoramiento que brindan a las mujeres que consultan: “Aconsejamos que no entren en pánico y que el ataque nunca nos lleve a excluirnos de las redes. Intentamos que la víctima no conteste hasta que la asesoremos de manera adecuada, para que toda postura que pueda tomar posterior a un ataque sirva para obtener datos y ayudar en una eventual investigación”.

En ese sentido, la especialista reveló que “lo más importante es nunca borrar nada”. “Todos los mensajes, fotos y videos que mande, hay que guardarlos. Tampoco se debe bloquear de las redes sociales, WhatsApp o el número telefónico. Todo es evidencia. Si en un futuro quiero realizar la denuncia, no alcanza sólo con sacar un screenshot al mensajito”, insistió.

Finalmente, la investigadora de la fundación indicó que el objetivo “es brindar asistencia primaria en lo legal, técnico y psicológico, pero nos enfocamos en brindarle alfabetización digital” y detalló: “Esto es enseñarle a configurar la seguridad de las redes, mail o whatsapp. Es para que sepan que, si alguien quiere hacerles daño por ese medio, se van a encontrar con un montón de barreras porque ellas lo configuraron así. Y no va a ser fácil para el agresor llegar a ellas”.

“Les dicen que no es un delito, pero pueden aparecer tiradas en una zanja”

Una de las principales preocupaciones de los especialistas frente al creciente fenómeno de la violencia digital es la ausencia de políticas por parte del Estado y la nula perspectiva de género del Poder Judicial, lo que genera un combo nocivo para las víctimas. “Contención es lo que más falta. Existe la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte en Capital Federal y en algunas dependencias judiciales hay centros de asistencia a las víctimas, pero de todas maneras no se le proporciona a la víctima la contención que necesita, porque para afrontar un proceso tan doloroso no alcanza sólo con querer hacer la denuncia”, relató La Froscia.

La abogada especialista consideró que “la contención es sumamente importante, pero hoy sólo existe por parte de las ONG’s, que acuden por la ausencia del Estado y en lo que tiene que ver específicamente con violencia digital es aún peor, porque en las diferentes dependencias estatales reciben respuesta nula”. “Les dicen que no es un delito y punto, pero mañana pueden aparecer tiradas en una zanja. Por eso es necesario que el Estado se actualice y deje de hacer omisión”, añadió.

La integrante de Activismo Femenino Digital habló de los aportes que los diferentes Ejecutivos pueden realizar: “Sin que se destine presupuesto para el tema de violencia no se puede hacer nada, es fundamental. A partir de ahí, brindar capacitaciones para personas para ayudar a la víctima, que les puedan dar una respuesta y actuar rápidamente, cómo se debe ante una situación de violencia, que es dramática y la víctima no sabe cómo afrontar”.

“A esto le sumamos el poder judicial lento y machista que tenemos. Necesitamos que haya perspectiva de género en el poder judicial”, destacó La Froscia, quien también abordó la falta de interés a nivel legislativo, ya que presentaron proyectos para tipificar este tipo de violencia como delito, pero las iniciativas nunca lograron tener trámite parlamentario.

En ese contexto, sostuvo: “Hay contemplados cinco tipos de violencia: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, y simbólica. No está contemplada la violencia digital. Es por eso que presentamos un proyecto en el que planteamos la necesidad de incorporarla en la ley de protección integral”. “Cómo están las cosas hoy, el propio agresor se siente libre de cometer estas conductas dañosas sabiendo que no son delito y no va a tener ningún castigo por lo que hace. Nos llegaron mensajes de agresores que le contaban esto a las víctimas, casi riéndose”, concluyó la especialista.

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