¿Qué papel tuvo la Orden Templaria en la travesía de Colón? ¿Por qué no llevó ni un solo sacerdote, pero sí embarcó un traductor de hebreo? Antonio Las Heras responde esas y otra preguntas en esta investigación.
El viaje inicial a través del Océano Atlántico que inicia Cristóbal Colón, desde el Puerto de Palos, en la madrugada de aquel 3 de agosto de 1492, se encuentra –aún– rodeado de enigmas.
¿Por qué todas las velas de las embarcaciones lucían la cruz de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Jerusalén, más conocida como la Orden Templaria? ¿Debido a qué las naves zarpan en plena madrugada, antes de la salida del Sol, lo que era absolutamente inusual en aquellos tiempos? ¿Cómo es posible que no hubiera en ninguno de los tres navíos un solo sacerdote y sí un traductor de hebreo? ¿Pensaba Colón que se dirigía a las Indias… o tenía certeza de que marchaba hacia el Nuevo Mundo? ¿Hubo causas geopolíticas que obligaron a un “descubrimiento oficial” de América?
Es difícil afirmar sí el Almirante tenía certeza sobre a dónde se dirigía en verdad o si, como fue publicitado por siglos, estaba convencido que llegaría –por un camino diferente– al Extremo Oriente; más precisamente a la India. Se ha hecho hincapié en que como el paso habitual hacia aquellos lares estaba cortado, afectando en grado sumo al comercio, hubo que encontrar una nueva ruta. Los estudios demuestran que hubo otra razón mucho más importante por la cual los Reyes Católicos sostuvieron la operación y Colón consiguió el necesario financiamiento para hacerlo. Asunto éste que aun sigue en controversia. ¿Quiénes pusieron realmente el dinero para que Colón pudiera concretar su hazaña?
Lo concreto que acontecía en Europa hacia fines del siglo XV es que numerosos y eximios navegantes hacían viajes “secretos” a lo que fuera, luego, denominado “Nuevo Mundo” contando con mapas que pasaban de mano en mano y a los que sólo los “iniciados” tenían acceso. De manera tal que se avecinaba el momento en que algún intrépido decidiría develar el secreto, clavar bandera en aquella tierra y presentarla como propia. No cabía otra cosa para España y Portugal –principalmente– que realizar el “descubrimiento oficial” de América en acuerdo con el Sumo Pontífice. De allí que es muy probable que el Almirante ni siquiera tuviera idea que marchaba hacia tierras oficialmente desconocidas así como que haya sido utilizado por Isabel y Fernando con tal objeto.
No somos pocos los investigadores que pensamos que Colón puso la cruz templaria en las velas de las tres naves por que estaba seguro que la Orden había llegado siglos antes a América y que los nativos reconocerían a dicha cruz como el regreso de gente amiga. Hay pruebas -inclusive en el noroeste argentino– de la presencia templaria durante el siglo XIII.
Sucesos extraños ocurrieron antes de la partida. Lo usual en estos casos, cuando la tripulación se hallaba a punto de iniciar un viaje prolongado, era que permanecieran hasta último momento con sus seres queridos y embarcar cuándo se estaba a punto de soltar amarras. En este caso especial, no fue así. El Almirante ordenó que todos los hombres estuvieran en las naves antes de las once de la noche del 2 de agosto. Empero no partió hasta iniciada la madrugada del 3 de agosto. En persona atendió que ésta orden fuera cumplida sin excepciones.
Imposible no asociar que a medianoche del 2 de agosto comenzaba a regir el decreto de los Reyes de España por el cuál ningún judío podía permanecer en su territorio. El mismo cazador de nazis Simón Wiesenthal, se ocupó en detalle de esto plasmándolo en el libro “Operación Nuevo Mundo. La misión secreta de Cristóbal Colon.”
El decreto real ponía como fecha final de partida de los judíos que no se hubieran convertido al catolicismo el 31 de julio de 1942. Mas por razones que se desconocen– la reina concedió una prórroga hasta el 2 de agosto inclusive. Justo el día que el calendario hebreo marcaba “el gran día de duelo de Israel, el 9 Ab, aniversario de la segunda destrucción del templo de Jerusalén.” (2.-)
Desde que se ocuparon los historiadores del tema de este viaje fundacional, advirtieron una llamativa ausencia: ni en la Pinta, ni en la Niña, ni en la Santa María fue embarcado un solo sacerdote. Difícil entender que Isabel y Fernando, conocidos como los Reyes Católicos, aceptaran tal cosa. Pero así fue. Ningún clérigo en esa travesía. En cambio, si embarcó Luis de Torres a quien –por lo usual– los escritos se refieren como “intérprete de Cristóbal Colón en su primer viaje.” ¿Intérprete de qué? ¿En cuál idioma era diestro Luis de Torres, a quien en Alcalá de Henares recuerda hoy una calle y en Bahamas dos sinagogas tienen su nombre? Pues hablaba hebreo. Y se trataba de un judío que se había convertido –como hicieron tantos otros– al catolicismo poco tiempo antes.
Algunos investigadores afirman que era un rabino; pero esto parece no ser cierto a más que el documentado y minucioso libro de Wiesenthal tampoco señala tal cosa.
Las causas por las que el Almirante embarcó a Luis de Torres como traductor de hebreo a llevado a interesantes debates. Quienes dan una respuesta moderada señalan que como en los relatos de Marco Polo se indica que en el Extremo Oriente hay grupos que hablan hebreo, se consideró necesario contar con un traductor eficaz.
Los más osados piensan que fue embarcado alguien que hablara este idioma con destreza ante la posibilidad de hallar descendientes de las tribus perdidas de Israel; hipótesis sostenida por quienes consideran que Colón tenía perfecto conocimiento de que las naves ponían proa hacia un Nuevo Mundo.
Luis de Torres fue uno de los 39 hombres que quedó en el asentamiento La Navidad fundado por Colón en la isla La Española. Allí murió en 1493. Interrogantes que aún permanecen cinco siglos después… y que, tal vez, continuarán por siempre.
(1.-) Wiesenthal, Simón. Operación Nuevo mundo. La misión secreta de Cristóbal Colón.” Aymá Editora. Barcelona, España, 1973
(2.-) Wiesenthal, S. Pág. 171
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, historiador y filósofo. “Masonería en la Argentina: Enigma, secreto y política”, es su más reciente libro. www.antoniolasheras.com