Esa fue una de las tantas experiencias que marcaron a
Pablo La Porta, de 43 años, en sus perfiles artístico, profesional y en el que tanto lo cautiva, el de la docencia, porque la consideró un disparador como el que sugiere a sus alumnos para que busquen en salas y teatros donde afirma, reside la auténtica magia.
"Ser docente es sacar lo mejor de cada pibe y
estar atento porque también el chico enseña todo el tiempo", aseguró Pablo a
HISTORIAS DE VIDA, en el estudio donde también dicta clases particulares de percusión.
A su modo de ver, "
no tiene nada que ver la onda de dar clases con la exigencia al alumno" y en ese punto aseveró que forma parte del lineamiento del buen docente "reconocer cuando algo está bien hecho".
Al vínculo con sus alumnos, que empezó a solidificar con uno solo en el primer curso de percusión en la Esnaola 25 años atrás y que hoy extiende a un centenar, lo entiende "como
una relación basada en la confianza mutua" y en una propuesta en la cual, sostiene, "la idea de la inclusión tiene que estar presente, en cuanto a la convicción que todo el mundo tiene su espacio".
Tras insistir en que sus alumnos son los que deben ser destacados, Pablo descorre el telón del escenario de su retrospectiva, iniciada de niño con un bombo legüero con el cual acompañaba a su hermano que había empezado a estudiar guitarra.
Batería y percusiónLa música le fue marcando ejes y el paso posterior fue el de ser baterista, una inquietud que su padre respaldó con una contrapropuesta:
la de tener una formación criteriosa.El
Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla fue una de esas escalas que continuó después con la formación
Drummer Collective de Nueva York. A su vuelta al país, todos esos conocimientos en batería y percusión los volcó en el instituto Esnaola.
"Cuando llegué en el '88 no había nada para hacer percusión. Ni instrumentos ni programas.
Pero hoy la cátedra es una de las más importante en la que somos cinco profesores", puntualizó.
"Soy una persona muy inquieta y realmente me gustan la docencia y mis proyectos" explicó, entre los que cuenta a su ensamble de percusión Latitud 33, las grabaciones que hace para otros grupos y las juntadas con Marcelo Torres, el bajista del Indio Solari.
Pero en el diálogo con el músico, la conversación una y otra vez vuelve al tema de sus alumnos como cuando alude con orgullo al ensamble de percusión del Esnaola que ganó premios representando a la escuela. Incluso su costado docente eclipsa hasta aquel recuerdo de la visita al Colón que operó como gran impulso en su carrera porque para Pablo "el prestigio no es el lugar sino la gente es la que le da prestigio a los lugares". Y así, casi sin darse cuenta, revela la clave de una relación mágica.