Hasta hace solo tres meses diputada por la alianza de izquierda del FIT, Mónica Schlotthauer, volvió, una vez cumplido su período en la banca, a su trabajo habitual, como personal de limpieza en la terminal de la estación Once.

Todos los dias, la estación Once, cabecera del ferrocarril Sarmiento, es un hervidero de gente que va, viene, corre, gambetea obstáculos y mira su reloj para saber si está llegando tarde a su trabajo o consigue el tren a horario para su retorno.

En ese ámbito, también se cruzan con numerosos trabajadores y trabajadoras que cumplen con diferentes tareas tanto en los andenes como en los accesos y en los mismos trenes. Tal vez esas caras no le resulten familiares. Pero además, nunca podrían adivinar que una de las empleadas de limpieza que se cruzan en su camino hasta hace solo cuatro meses tenía un trabajo muy diferente al de hoy.

Desafiando el lugar común que dice, a veces con ligereza y prejuicio, y en otras ocasiones, con algo de realidad, que quienes ingresan a la actividad política salen más ricos, hay casos que dan por tierra con esa visión. Y de esto puede dar testimonio Mónica Schlotthauer (56), la empleada ferroviaria en cuestión, que hasta el último 10 de diciembre ocupó una banca de diputada nacional dentro del espacio de la Izquierda Socialista, agrupación que integra el FIT, Frente de Izquierda de los Trabajadores.

La legisladora, que estuvo con licencia durante cuatro años, ya que anteriormente había sido también diputada pero en el ámbito bonaerense, no hizo más que volver a ocupar el puesto que tenía antes de ser representante popular, y en este sentido, sin dudas, resulta una "rara avis", al volver a desempeñarse en el mismo trabajo que tenía como asalariada antes de ganar su banca.

Pero conociendo la historia de Mónica, se concluye que nada es casual, porque su vida responde a un permanente compromiso con lo social y con una actitud humilde pero de lucha, que ella siente tuvo desde chica.

Mónica fue legisladora entre 2015 y 2017 en el parlamento provincial bonaerense, y desde marzo a diciembre de 2019, fue diputada nacional, y la razón por la que solo estuvo nueve meses la explica ella: "en nuestra alianza, la práctica es que la banca no es personal, y se establece un sistema de rotación, por lo que a mí me tocó ocupar la banca en la última etapa antes de las elecciones generales", y amplía que "en marzo de 2021 volveré al Congreso, junto a Juan Carlos Giordano".

Hija de un padre que fue trabajador y militante gremial también, en su caso como metalúrgico, Mónica nació y se crió en Isidro Casanova, señala que "entre la cancha de Almirante Brown y la estación" y señala que "su familia tiene orígenes rusos, de los alemanes del Volga, que a mediados del siglo 19 se establecieron en Entre Ríos".

Aclara que su madre venía de La Pampa, y que una abuela suya era obrera textil, por lo que reivindica el trabajo y la solidaridad en todos sus aspectos, pero con una idea de transformación verdadera. Comenta que "quizás una señal de que yo me inclinaría por la militancia y luego por la incursión en la política, es que justo empecé el secundario el 24 de marzo de 1976, con todo lo que eso implicó".

Entre sus recuerdos, Mónica señala que "cuando era chica, en una visita a la Ciudad de los Niños, una maestra nos dijo que en la Libertadora a muchas mujeres peronistas les tajeaban los pechos, y eso me marcó y me hizo sentir más cerca de la lucha por un mundo más justo".

En años de adolescencia, Mónica absorbió y se identificó tanto con la militancia social como con la onda más hippie y rockera, pero fue haciendo carne ideales como el compromiso y la justicia social, pero fue en cuarto año, explica, cuando inició su camino más relacionado con lo político a través de la militancia, en el PST, que en esos momentos coincidía con la lucha contra la dictadura militar y las marchas junto a las Madres o a los sectores trabajadores.

Por los derechos de la mujer

Durante su rol como diputada, Mónica señala que "estar allí te cambia la perspectiva de todo, y tuve la ocasión junto a otros compañeros de presentar varios proyectos, como uno de salud pública, para garantizar medicación y asistencia integral, y lograr que el día 18 de marzo sea reconocido como de los Derechos Trans". Además de recordar otras iniciativas por el no reconocimiento de la deuda, y otro condenando la megaminería", recuerda su paso por las Comisiones de Derechos Humanos y de los Derechos de la Mujer.

Mónica, que volverá a ocupar una banca en 2021, comenta que "me gusta el trabajo que hago ahora, cuando entré éramos solo 18 mujeres, y al tiempo armamos un movimiento llamado Mujer Bonita es la que Lucha, para pelear por nuestros derechos, en un ámbito que naturalmente era machista".

Cuenta que "cuando solo barriamos o estábamos en boletería no pasaba nada, pero lo primero que intentamos, y logramos con éxito, fue acceder a otras tareas, como la de guardas, y ahora son 25 las chicas que lo hacen, y el próximo paso sería ser conductoras, aunque esto por ahora es más difícil", y señala que "hoy ya somos 500 mujeres, en todas las líneas, de un total de más de 4 mil trabajadores, y esto marca un gran avance en la participación de la mujer".

Movilizaciones en tiempos difíciles del país

Apenas ingresada en la adolescencia, Mónica se fue a vivir sola, y comenzó a trabajar, en una empresa metalúrgica. "En 1982 - prosigue- cambié de rumbo y pasé al área de la Sanidad, estuve diez años en el Sanatorio Antártida, y esta época coincidió con las movilizaciones por la guerra de las Malvinas, y las posteriores con el fin de la dictadura y el retorno de la democracia".

Destaca que "por aquellos años la lucha se fue trasladando a los gremios, y se fueron gestando las listas de oposición contra quienes querían perpetuarse en los gremios, y señala que "recuerdo que mi debut en los paros fue en la primera medida de Ubaldini contra los radicales".

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Cuando el Sanatorio Antártida entró en procedimiento de crisis, en plena época menemista, Mónica fue echada junto a unos 470 compañeros, y su nuevo rumbo fue en una obra social, donde aprendió computación, y tiempo después trabajó en un call center. "Allí aprendí otros modos de explotación, ya que te enchufan en una máquina para que repitas algo, que tengas las respuestas oportunas, y sabés que te escuchan y miran para ver tu rendimiento".

Mónica estuvo en pareja diez años, y tiene un hijo que era de su compañero, Carlitos, al que quiere como propio, y es delegado de Luz y Fuerza. Reconoce que no es fácil armar una pareja estable cuando una está en la militancia, ya sea política o gremial", y cuenta que "durante un tiempo viví en Venezuela, y cuando volví al poco tiempo conseguí un trabajo en una textil, y a los ocho meses logré entrar al ferrocarril, donde estuve diez años antes de ingresar al Congreso".

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