Diez años después del estreno de la película La Playa, protagonizada por Leonardo DiCaprio, el paraje tailandés ha sido visitado por tal aluvión de turistas que aunque continúa siendo paradisíaco, ha perdido el encanto de lo inaccesible y salvaje.
El lugar, antaño remoto y cuya presencia era casi un secreto local -en esa característica se basaba justamente el filme-, recibe ahora cada día a cientos de bañistas atraídos por la arena blanca y agua cristalina en la que se bañaba un joven y bronceado DiCaprio.
Han sido tantos los visitantes en la última década que el paraje se ha convertido en un aviso más de Ko Phi Phi, un pequeño archipiélago situado entre la provincia de Krabi y la isla de Phuket, al Sur de Tailandia.
Maya Beach, el nombre oficial de La Playa, cuenta ya con espacios reservados para camping, baños públicos, un camino señalizado, rutas de evacuación en caso de tsunami, cubos de plástico para tirar basura e incluso un bar que sirve a los turistas cerveza fresca para contemplar el atardecer.
Durante la estación lluviosa, los barcos de pasajeros no pueden anclar frente a la cala y los bañistas pueden revivir parte de la película caminando sobre rocas y sujetándose con cuerdas hasta que se entra a la jungla a través de una grieta en la pared de arenisca que rodea como un muro casi toda la isla.
La operación no es necesaria en la temporada alta de turismo, cuando el mar está en calma y la bahía tan llena de embarcaciones cargadas de personas que sufre auténticos atascos por el trasiego en las horas punta.
“Antes de La Playa, la gente venía a Phi Phi por su belleza, ahora todos nos visitan por la película”, explica Aegatat Naweewong, guía de la agencia de viajes local Sunset Trip, que ofrece salidas de medio día con actividades de canoa y snorkel por 450 bat (unos 14 dólares).
Naweewong recuerda con nostalgia cuando la isla era un paraíso en la tierra, pero admite que Hollywood le ha traído mucho negocio.
Por todos los santos
Cuando el barco se acerca a Maya Beach, por los altavoces deja de sonar una pegadiza música reggae y los turistas empiezan a aplaudir y bailar al son de Pure Shores, la canción del grupo británico All Saints, convertido en tema de culto por la película.
El ambiente festivo se prolonga hasta arribar a la bahía, donde algunos jóvenes se llevan sus altavoces para seguir escuchando música sin que les preocupe quebrar la paz y el silencio del paraje.
Otros visitantes -más respetuosos- optan por sacar sus cámaras digitales y retratarse en álbumes de fotos que esperan serán la envidia de todos cuando regresen a Australia, Estados Unidos o Europa al terminar las vacaciones.
Sueñan con emular al protagonista de La Playa, que abandona su vida urbana y viaja por Tailandia en busca de una cala secreta que sólo ha visto en un mapa y luego encuentra allí el paraíso terrenal comiendo pescado fresco y fumando marihuana.
“No he visto nada como esto en toda mi vida, sólo falta Leo”, comenta entre risas una adolescente alemana en alusión a DiCaprio, quien antes del rodaje dijo que jamás participaría en un filme que dañara el medio ambiente.