A la emergencia sanitaria y el drama económico en ciernes se le agrega la crisis política que se desata en diferentes países a partir de las dificultades para realizar sus elecciones

Polonia debía haber votado el domingo para elegir a su presidente para los próximos cinco años. Sin embargo, el Coronavirus cambió los planes. Es que la pandemia, que generó una emergencia sanitaria sin precedentes en todo el mundo, y que ya palpa una crisis económica mayúscula, añade entre sus consecuencias modificaciones contundentes en el calendario electoral en muchos rincones del planeta, situación que abona el terreno para multiplicar un drama político que deriva en una incertidumbre total, con choques cada vez de mayor relevancia entre gobiernos y oposiciones.

El país europeo había barajado la opción de ir a las urnas a la distancia, mediante el voto por correo, una práctica que es habitual en distintos territorios, pero que iba a darse en este caso por primera vez de forma íntegra, a modo de paliativo para evitar la propagación de la enfermedad. Pero la Corte Suprema no dio el visto positivo y así es como se aplazó, aún sin fecha en el horizonte, la disputa por el sillón en el Palacio de Varsovia.

De esa manera, se sigue nutriendo el lote de países que debe trastocar su grilla electoral, todos envueltos en dificultades de envergadura, tratando de evitar que se dispare la cantidad de víctimas por el Covid 19. Y no son pocos los que observan al mediano plazo y vislumbran que se repetirá la fórmula de anulación de sufragios, aunque en muchos casos empiezan a surgir cuestionamientos internos de diferentes filas, aduciendo cierto grado de autoritarismo, e incluso dejando entrever que se pone en peligro el juego democrático.

Ese último argumento, llevado al extremo, tiene base en diferentes bloques de oposición en muchos puntos del globo, en general sacando a relucir una herramienta para minar las figuras de quienes ostentan el poder, a sabiendas que transitan un presente con obstáculos al por mayor.

Pero esa lógica de quiebre, que por ejemplo se certifica en Polonia, con conflicto permanente entre Andrzej Duda, que busca la reelección, y una oposición que pretende desbancarlo, en otros lares se muestra más calmo, entendiendo que la situación es delicada como para generar más problemas.

Es el caso de Chile, donde la tensión de los últimos meses, que había allanado el camino para una modificación constitucional, apaciguó su nivel, a la espera de una mejoría en la cuestión sanitaria. Incluso, al menos hasta las últimas horas, y de la mano de las encuestas recientes, Sebastián Piñera, el presidente del país trasandino, mejoró su imagen, aunque tenuemente, en relación a lo que era a fines del año pasado, en pleno auge de las protestas que se repetían en las calles, en pos de habilitar una profunda reforma.

El plebiscito para dar vía libre a la modificación constitucional iba a desarrollarse el 26 de abril, pero hubo que cambiar de idea, con el Coronavirus ya instalado en Sudamérica. Y entonces se pasó, en principio, para el 25 de octubre, algo que en todos los bloques se observó, si bien con cautela, con aprobación, aunque en el camino ya se insinúan algunas críticas, especialmente de aquellos grupos opositores que imaginan que la emergencia sanitaria puede indicarse como una excusa para evitar, hacia delante, hacer esas reformas que se pretenden sobre la carta magna que está establecida desde la época de Augusto Pinochet.

La cuestión, entonces, dentro de las idas y vueltas en la interna política, está en cómo armar un diagrama electoral que responda a todas las demandas: se minimice la chance de un colapso sanitario y, a su vez, se habilite un acto eleccionario que le brinde una bocanada de aire al sistema democrático.

La respuesta pareció tenerla recientemente Corea del Sur, uno de los países que, según los médicos, mejor está trabajando para erradicar la pandemia, pese a algunos brotes que volvieron a surgir. ¿Por qué? El 15 de abril fue a la urnas en unas elecciones parlamentarias que contaron con la mayor participación ciudadana desde 1992. Y se afrontaron bajo una estricta organización, en la que predominaron ciertas reglas básicas: higiene absoluta ante cada votación, con el alcohol en gel como protagonista estelar; el recurrente distanciamiento social y los barbijos en las largas filas; y también la variante de tomar masivamente la temperatura, para detectar de forma temprana a la enfermedad. Todo ese combo le brindó un plafón al gobernante Partido Democrático para conseguir un caudal tal que ahora cuenta con mayoría absoluta en el Congreso.

Así es como todos se enfocan en los pasos que dio Seúl, para repetir los criterios en sus respectivos momentos de ir a las urnas, pese a que, como primera medida, la premisa fue postergar los desafíos, a la espera que, tras la tormenta, escampe.

Fue lo que hizo, por caso, Vladimir Putin, en Rusia, que tenía previsto realizar un referéndum el 22 de abril para concretar algunas enmiendas constitucionales. La pandemia multiplica los contagios en ese país y entonces su líder desde hasta dos décadas optó por evitar llevar a los ciudadanos a las urnas, algo que generaría un caldo de cultivo total para expandir la enfermedad. "Ustedes saben lo serio que es este tema para mí. La prioridad absoluta es la salud, por eso considero que tenemos que aplazar la votación, hasta evaluar toda la situación", señaló, en cadena nacional, hace pocas semanas. Tiempo después, la situación empeoró, y hoy esa zona es una de los epicentros de la crisis.

Aún así, dada la estructura partidaria, la política en Moscú está manejada con tal fuerza por su mandatario, que difícilmente se desboque, al menos puertas adentro, si acaso colapsa el sistema sanitario.

Otra es la realidad, por ejemplo, en Bolivia, donde estaban por realizarse las elecciones presidenciales para reemplazar al gobierno de facto de Jeanine Añez, quien llegó al poder luego de la salida anticipada de Evo Morales. En un principio se iban hacer el 3 de mayo, pero el Tribunal Supremo Electoral planteó un lapso de tres meses para definir una nueva fecha y generar los protocolos necesarios para evitar la propagación del Coronavirus. En el medio, se multiplican las protestas, muchas de ellas impulsadas por partidarios del Movimiento al Socialismo, entre las que se cuentan cacerolazos, con la premisa de mostrar el disconformismo y, a su vez, dar por tierra con alguna chance de que se anulen los comicios con la excusa de la emergencia sanitaria.

La crisis política en ese país es desmedida. Tanto que salió a la luz un decreto presidencial que resalta que no se puede difundir información de ninguna índole que perjudique la lucha contra el Coronavirus. Por eso, arreciaron las críticas desde distintos sectores, tildando de "atentado contra la libertad de expresión". Lo concreto es que la pandemia agudiza el drama, lo que complica una respuesta positiva, más allá que los números de contagios, a diferencia de vecinos como Brasil, no están en rojo.

En el continente, por lo pronto, todas las miradas están puestas en Estados Unidos, que debe elegir presidente el 3 de noviembre. Y aunque es cierto que resta un largo tramo, se trata de un desafío que puede cambiar el rumbo en el accionar del planeta en torno al Coronavirus. ¿Por qué? Donald Trump se juega su chance de reelección, algo que hace pocos meses parecía definido. Pero hoy el panorama es distinto, por la magnitud de la cifra de víctimas y, también, por la crisis compleja en el plano económico, asemejándose al crack de 1929. Ese combo podría arrebatarle el espacio en la Casa Blanca al republicano, en favor del demócrata Joe Biden. A tal punto esa sensación, que el mandatario busca desesperadamente abrir todo, quebrar la resistencia de la cuarentena, y empezar a enderezar los números, al menos los de las finanzas. Eso propició una respuesta por parte de Barack Obama, ex presidente, en fórmula con el propio Biden, que tildó al ciclo del neoyorquino como "desastroso", en referencia a su postura sobre la enfermedad.

Desde allí, Trump se posó en un debate en el que puso a Obama en el centro de la escena, polarizado al máximo la campaña electoral.

Y ahí está el puntal final. El Coronavirus modificó los planes de la política convencional y hoy la campaña en EEUU, como en otras partes, cambió su dinámica. Con la tecnología como herramienta, las redes sociales son vitales para los candidatos, pero también un arma de doble filo en medio de una pandemia. El centrarse demasiado en su juego electoral, quita el eje actual de responder de forma solvente al drama sanitario. Así sucede en Bolivia, que atraviesa estos 90 días sumergido en las rencillas internas, o también en Polonia, donde al conflicto entre Gobierno y oposición se involucró a la Justicia, oscureciendo un presente que, en paralelo, tiene a la salud sufriendo los avatares de una pandemia.

El calendario electoral padece, como la salud y la economía, un golpe certero por parte del Coronavirus, y en los países se apela a diferentes respuestas, que, efectivas o no, condicionan un futuro que cada vez tiene más interrogantes en distintos planos.

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