El embajador de Rusia en Argentina, Dmitry Feoktistov, condena las acciones terroristas de Kiev contra la población civil de Kursk y advierte sobre el peligro que corren las centrales nucleares por los ataques ucranianos.
Teniendo el presentimiento de la derrota final en el campo de la batalla, el régimen de Kiev intensifica los ataques terroristas masivos contra la población civil. Esta vez su bárbaro objetivo e la región de Kursk de la Federación de Rusia atacada por los militares ucranianos con el uso de los equipos bélicos pesados de producción occidental.
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial los tanques alemanes corren por suelo ruso. Hay fallecidos y heridos entre los civiles, incluyendo menores de edad. Mucha gente se ve obligada a abandonar sus viviendas. Las fuerzas armadas ucranianas a sabiendas hacen fuego no solo contra los objetos no militares, sino también ambulancias que transportan a las víctimas de las zonas peligrosas.
Fue ocupada la instalación de distribución de gas natural que después del atentado en los gasoductos “Nord Stream” había suministrado la gran parte de la exportación rusa de gas a Europa Oriental. Al parecer, Vladimir Zelensky busca provocar nueva conmoción en el mercado mundial de hidrocarburos, así como chantajear a los mandatarios de una serie de países europeos. Es de preocupación especial la cercanía de la zona de los combates a la central nuclear de Kursk que es una de las tres mayores en Rusia. No se puede excluir la posibilidad de que Kiev busque repetir el escenario con la central nuclear de Zaporiyia que lleva muchos meses sufriendo los ataques regulares incluso de las aeronaves no tripuladas ucranianas. De hecho, se trata del terrorismo nuclear que puede conducir a una catástrofe tecnogénica global.
Más de una vez llamamos la atención de Argentina y toda la comunidad internacional a los métodos barbáricos de las autoridades de Ucrania que ordenan bombardear barrios residenciales, canchas deportivas e infantiles, iglesias. Los tenemos muy frescos en la memoria imágenes del ataque con un cohete de múltiples elementos explosivos contra la playa animada en Sebastopol el pasado 23 de junio en el cual fallecieron dos niños y muchas personas resultaron heridas. Está claro que el único objetivo de estos ataques es intimidar a la población civil.
Mientras tanto, el régimen de Kiev va expandiendo la geografía de sus actividades terroristas más allá del continente europeo. A finales de julio pasado, con el apoyo material y técnico de los militares ucranianos, los rebeldes tuaregs llevaron a cabo un ataque terrorista en el norte de Mali, en el cual fallecieron decenas de soldados de las fuerzas armadas de ese país africano.
El representante de la Dirección General de Inteligencia de Ucrania, Andrei Yusov, quien el pasado 29 de julio anunció con orgullo la implicación de su institución en esta atrocidad, de hecho asumió la culpa. Le ha seguido el embajador ucraniano en Senegal, Yuriy Pivovarov, quien publicó un comentario sobre el “apoyo incondicional” a los separatistas malienses. No es sorprendente que Bamako rompió inmediatamente las relaciones diplomáticas con Kiev solicitando que el Consejo de Seguridad de la ONU investigue la implicación de Ucrania en el ataque. Níger se solidarizó con Malí. Burkina Faso y Senegal condenaron enérgicamente el ataque.
Este acontecimiento vuelve a plantear la cuestión del creciente riesgo de la propagación de las armas occidentales no contabilizadas fuera de la zona del conflicto ucraniano y su caída en manos de agentes no estatales, principalmente terroristas. Rusia ha advertido repetidamente sobre esta amenaza global. Sin embargo, el silencio de Occidente genera una falsa sensación de permisividad de la junta de Kiev. Además, los países de la OTAN siguen suministrando a los neonazis ucranianos nuevos tipos de armas. Es obvio que tal accionar responde al objetivo de prolongar y agravar la crisis ucraniana en lugar de crear condiciones para su solución por medios políticos y diplomáticos.
Cabe destacar que recientemente Ucrania intentó acusar a nuestro país de terrorismo. Se presentó una demanda ante el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU con el propósito de que Rusia fuera declarada culpable de financiar actividades terroristas. En su decisión del pasado 2 de febrero, el Tribunal rechazó razonablemente las pretensiones de Kiev. Ahora que la comunidad internacional puede ver la verdadera naturaleza del régimen de Zelensky, que se ha embarcado en el camino del terrorismo de Estado, queda claro que sólo se trataba de un intento de desviar la atención de sus propias acciones criminales.
Esperamos que nuestros socios internacionales, incluida Argentina, reaccionen con objetividad ante los atentados terroristas perpetrados por militantes ucranianos. La condena incondicional de los actos de terror es una práctica internacional universalmente aceptada, basada en el estricto cumplimiento de las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los argentinos saben de primera mano lo que son las explosiones en ciudades pacíficas que causan muerte y destrucción. No se puede dividir a los terroristas en “malos” y “buenos”. Independientemente de la postura sobre el conflicto ucraniano.
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