Pérdidas millonarias. Centenares de maples destruidos. Criaderos de aves cerrados. Dos hombres arrestados. La crisis del huevo sacude a los consumidores de Europa y no para de expandirse. La contaminación por el uso de un pesticida prohibido alertó a las autoridades sanitarias. Sin embargo, y a pesar de un contexto atroz, en Malmedy, Bélgica, se llevó a cabo el festival para cocinar la tortilla más grande para la que se utilizaron más de diez mil unidades.
Hace unas semanas, en el Viejo Continente los funcionarios gubernamentales ordenaron la destrucción de miles de productos debido a que se encontraban contaminados con el insecticida Fipronil que se utilizó en los gallineros de Holanda, Bélgica y Alemania por parte de una empresa encargada de la desinfección.
Debido a la exportación de estos huevos a diversos países del continente, se encendió la alerta a gran escala y firmas de supermercados como Albert Heijn, Aldi, Lidl y Jumbo retiraron de sus góndolas los maples.
“Los daños se elevan a alrededor de 150 millones de euros (176 millones de dólares”, afirmó Mark Jong, portavoz de la federación ZLTO que representa a unos 15.000 granjeros y horticultores del sur de Holanda.
A raíz de la investigación iniciada, dos hombres fueron arrestados en Holanda por estar supuestamente involucrados en el caso.
Pero los belgas no quieren que esta alarma arruine su festival. Alrededor de un millar de personas compartieron la enorme tortilla, un año después de una participación récord con más de 6.000 asistentes.
La de Malmedy es una de las siete Cofradías de la Tortilla Gigante que hay en el mundo, además de tres en Francia, una en Canadá, otra en Estados Unidos y una en Argentina.
“Sufrimos de pleno esta crisis sanitaria del huevo”, reconoció René Bourguignon, mientras se entregaba a la preparación de la tortilla de huevo ataviado con camisa blanca y corbata amarilla, los colores de la Cofradía.
“Decidimos que haríamos la tortilla de todas formas, porque tenemos confianza plena en nuestros productos locales, nuestros proveedores son locales y nos proporcionaron todas las garantías sanitarias que les pedimos desde el principio”, insistió Bourguignon.
Para realizar el plato los cocineros, voluntarios, emplearon unos 6.500 huevos, frente a los 10.000 que se usan habitualmente.
Lo completaron con taquitos de tocino, aceite y cebollín, todo cocinado a fuego de leña.
“De todas formas, los medios dijeron que hay que comer ocho huevos diarios” para que la salud del consumidor se vea afectada por el fipronil.
“Yo, personalmente, no sé cómo comerlos”, ironizó una de las voluntarias, Gabiche Chleck.
“Evidentemente podía haber dudas entre el público y es un poco lo que temíamos. Pero viendo la cantidad de personas que vinieron hoy, creo que fue muy bien”, se congratuló Jean-Pierre Gilles, Gran Maestro de la Cofradía.