Un entretenimiento acuático que se ofrece en algunos balnearios y que nos invita a enfrentar las olas con el “riesgo” de caerse en lo profundo. Si hace calor, vale la pena animarse a una experiencia fantástica.

MAR DEL PLATA (Enviado especial).- Cuando el sol brilla, el verano infla el pecho y el mar se convierte en rey. Grandes y chicos esperan ese momento para cumplir con un compromiso de honor: tantear con los pies la temperatura de agua y esperar la primera ola respetable para lanzarse sobre ella y empezar a refrescarse.

Ya hemos mencionado las diferentes actitudes, de acuerdo a la edad o a la sensibilidad de cada uno, que se tienen al momento de “meterse al mar” y de las indicaciones a tener en cuenta, especialmente las que nos haga el guardavidas, a quien siempre es conveniente consultar por canaletas, correntadas o remolinos que puedan dificultar nuestro egreso del agua.

También hicimos mención al uso del barrenador, la plancha de telgopor que viene a ser el primer paso (el que la mayoría no supera) entre el nado y la tabla de surf. Pero si se trata de sacarle al mar su mayor provecho y el calor del día sólo nos ofrece reparo en medio de un baño de espuma y sal, no está mal llevar unos billetes extra para disfrutar de los juegos acuáticos, reservados para los más osados.

Desde hace unos 20 años, en algunas playas marplatenses empezó a hacerse furor la plataforma plástica flotante denominada “Banana”, que es un flotador de gran longitud y color amarillo (forma que le da su nombre) y con capacidad para diez personas, una detrás de la otra.

Esta banana es jalada por una moto de agua que, sobre un sector delimitado del mar donde está prohibido bañarse (una doble hilera de boyas establece claramente la zona vedada), se interna mar adentro con todo el pasaje montado sobre ella como si fuera un caballo e, incluso, tomados de la rienda individual con la que cada uno se sostiene. A cada lado, la banana tiene flotadores de menor tamaño, que sirven para que las personas apoyen sus pies y se sientan más seguras.

En Mar del Plata, los balnearios que cuentan con este entretenimiento son los del Torreón del Monje, La Serena y Punta Mogotes (en la mitad exacta de complejo y a la altura del balneario 13). Miguel encabeza este emprendimiento, que exige calzarse el salvavidas y subirse para saber de qué se trata esta fantástica experiencia.

Subir a la banana representa un paseo atractivo primero, y audaz después. Indefectiblemente, cuando el piloto de la moto de agua esté bien adentro, en las zonas más profundas, una maniobra imprevista hará que todos caigan al agua. Es obligatorio, al subir, colocarse el salvavidas reglamentario, por lo que el chapuzón no acarrea mayores riesgos que los del intento por volver a trepar a “la nave”.

Los días más indicados son los más calurosos, porque el revolcón termina siendo, además de una experiencia cargada de adrenalina, una linda posibilidad de refrescarse. “Yo no sabía que te tiraban en el medio del mar -cuenta Olga, una señora que fue invitada a un recorrido tranquilo por el mar-. Me engañaron vilmente, si hubiera sabido que me iban a tirar en el medio del mar, ni loca me subía... En realidad, fue bastante divertido”.

El paseo de 20 minutos cuesta 350 pesos. “Los gastos son grandes -cuenta Miguel-: la moto cuesta varios miles de pesos y por mes pagamos un seguro obligatorio, además del cánon municipal. Claro que si viene un grupo de diez amigos, pagan nueve”.

Los chicos son lo que más lo disfrutan y, no conformes con que papá haya aceptado una vez acceder a ese gasto, un rato después y cada uno de los días que queden de vacaciones (aún cuando llueva) insistirán: “¿Podemos ir de nuevo a la banana?”.

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