p UN EXCELENTE TRABAJO DE CONJUNTO LE SIRVIO AL MILLO PARA BANCAR LOS POCOS LAPSOS DE LUCIDEZ DE BOCA, MANEJAR LA PELOTA EN EL MEDIO Y SER LETAL EN ATAQUE, EN UN SUPERCLASICO CON TODOS LOS CONDIMENTOS.

P ocas veces pueden verse en el fútbol de hoy, con absoluta nitidez, los beneficios de un trabajo en equipo en función de superar a un rival y asegurar un resultado. Este Superclásico tuvo todos los condimentos: situaciones de gol perdidas, infortunios de unos y aciertos del otro, decisiones arbitrales controversiales, mucha “pica” individual inclusive entre compañeros, labores sólidas y de las otras, y un equipo que le tiró en la cara al otro un concierto de argumentos que explican cómo se dieron las cosas y por qué ganó quién ganó. Gallardo puso en evidencia una vez más al Mellizo Guillermo. Demasiado. Y River fue totalmente superior a Boca, aun Boca yendo siempre y forzando cada avance, cada chance de gol, que no fueron en gran cantidad, siete en el balance final con dos de ellas en el adicional y con todo liquidado. Porque supo bancar esos lapsos de lucidez de Boca, pocos, sin depender pura y exclusivamente de las atajadas de Armani sino con fluidez defensiva. Porque le sacó jugo al defecto táctico rival de aislar a Barrios en el corte manejándole la pelota a Boca cuando hizo falta, con Exequiel Palacios en alto nivel y mucha jerarquía, con progreso por los laterales. Y por saber ser letal en ataque, captando cada rebote, cada pelota en segunda jugada y resolviendo con un ciento por ciento de efectividad: dos remates francos al arco de Agustín Rossi, dos golazos.

Para Boca, lamento puro. Un fallido de principio a fin. De entrada, encontrándose con Armani en esa bomba de Benedetto desde afuera del área. A continuación, pagando con un gol una acción entre fortuita y provocada por River y su presión “alta”: pérdida de Pavón, anticipo de Palacios, un despeje apurado de Mas que rebotó en Palacios y esa pelota salida hacia el otro sector, que encontró en el lugar indicado a Gonzalo Martínez, para tomarla de aire con zurda y clavar un terrible golazo. Y más tarde, viendo hasta con impotencia cómo se le iban minutos y jugadas sin encontrar el arco contrario y River no le perdonaba nada. Boca tuvo un juego de conjunto inexistente y actuaciones individuales bajas. El empeño de Benedetto y un par de desbordes de Pavón por izquierda en el primer tiempo antes de irse a la derecha para perder contra Casco, y un intento de salida prolija desde atrás, se contrapuso a fallas constantes en Barrios, en Almendra, en Nández y en los laterales, mientras River hacía un culto a la tranquilidad, a moverse con soltura ubicando y fabricando espacios. Como en el segundo gol, cuando Borré, de muy buen partido, descargó con Scocco cortinando a Izquierdoz para que el defensor no pudiese acortar distancia en la marca con el delantero, que gatilló un bombazo a un ángulo que noqueó a la Bombonera entera. Así fue. Así se dio. Para goce de River.

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