Con Messi y Neymar o sin ellos, Barcelona es claramente superior a River. Pero nadie gana ni pierde en la víspera. La necesidad imperiosa del equipo de Marcelo Gallardo de cambiarle las barajas al conjunto catalán y de ofrecerle otro menú de opciones futbolísticas que trasciendan la espera y el contraataque. Atacar y cortarlo en el medio no es suicidarse ni regalarse.

Sin Neymar ni Messi, ¿Barcelona es un equipo con menor potencial? La respuesta se descuenta: sí. Naturalmente, se debilita su potencial. ¿En qué porcentajes? En el fútbol no se puede hablar de porcentajes, simplemente porque no existen esos porcentajes. Lo que existe es el juego y como lo juegan los protagonistas a ese día y a esa hora.

   Nadie garantiza que para la final del Mundial de Clubes de este domingo en Yokohama, Neymar (acusa una molestia muscular que no es otra cosa que un desgarro en proceso de recuperación) y Messi (con un cólico renal) puedan actuar. Sin ellos, Barcelona con 3 goles del implacable uruguayo Luis Suárez derrotó con holgura al Guangzhou de China y espera a River.

   Roberto Perfumo expresó en los últimos días en el diario Olé que "River tiene que hacerle sentir el rigor en la marca" al equipo catalán. E incluso, si es necesario, "cagarlo a patadas a Messi". El Flaco Menotti, por su parte en una columna audiovisual en el diario La Nación, manifestó: "Si River se junta atrás y renuncia a la pelota, cosa que no creo que haga, no tiene ninguna chance y Barcelona gana caminando".

   Las dos opiniones, más allá de la apelación violenta de Perfumo de "cagarlo a patadas a Messi", son inobjetables. River tiene que hacerle sentir el rigor al Barcelona, como sentencia el Mariscal. ¿Qué significación tienen esas palabras adaptadas al fútbol de ayer y de hoy? No dejar recibir de mitad de campo en adelante con comodidad. No mirar. No ser pasivo, como acostumbran a serlo 9 de cada10 rivales del Barsa. Ir a buscarlo. Presionarlo. Intentar forzar el error en la entrega. Y si hay contacto físico, ir muy predispuesto a no dejarse ganar por portación de apellido una pelota dividida. En definitiva, no asumir un rol de inferioridad. No interpretar ese rol en ningún instante. Y tener una presencia fuerte defendiendo y atacando.

   Pegar patadas es otra cosa. Vangioni lo sabe. Pega demasiado. Va casi siempre mal a cortar abajo. Como si quisiera amedrentar a los adversarios y sacar patente de tipo pesado. No lo es. Sobreactúa. Y se nota. Aunque esa sobreactuación de jugador temperamental y vehemente convenza a algunos y despierte un fuerte y notable  rechazo en otros.

   En relación a los conceptos de Menotti, no resisten el espacio para la polémica. "Si River se junta atrás y renuncia a la pelota", como afirma el Flaco, Barcelona tendrá el partido resuelto desde el arranque. Está demasiado acostumbrado Barcelona a enfrentarse con equipos que le regalan la iniciativa y lo esperan acurrucados en el fondo. ¿Qué es lo que esperan? Recibir le menor cantidad de goles posible y huir de los papelones.

   Pero este no es el horizonte futbolístico que persigue River. Ni la idea que puede alumbrar Marcelo Gallardo en comunión con los jugadores, por encima de las presencias o ausencias no confirmadas de Messi y Neymar. Perturbarlo al Barcelona es cambiarle las barajas. ¿De qué manera? Atacándolo. Que no es suicidarse. Que no es inmolarse. Que no es regalarse. Atacarlo no es tampoco enfocarse solo en el contragolpe para jugar el uno contra uno ante Piqué.

   Atacarlo es cortarlo al medio al Barcelona. Es ganar la pelota en esa zona para sorprenderlo saliendo con los volantes y los laterales. River, por otra parte, no es un equipo que está preparado y mentalizado para montar un gran esquema conservador, como por ejemplo lo puso en marcha aquel Inter que dirigió José Mourinho y que eliminó al Barsa en Cataluña hace ya 5 años. River no lo hizo nunca. No lo va a hacer ahora apuntando a una improvisación que lo desnaturalice.

   Por supuesto que no hay fórmulas tácticas ni estratégica en el fútbol que permitan anticipar ninguna victoria. Nadie la tiene. Simplemente porque no existen esas fórmulas que suelen abrazar los tecnócratas para confundir a los que quieren confundirse. Barcelona es muy superior a River con Messi y sin Messi. Con Neymar y sin Neymar. Pero la teoría y los análisis se desvanecen en la cancha. Son globos en el aire. Porque nadie gana en la víspera. Ni pierde en la víspera.

   River tiene su chance. Como la tuvo Estudiantes en el 2009 frente al Barcelona y casi pega en Dubai el gran batacazo. "El jugador argentino siempre da un plus", dice Riquelme. Este domingo podremos comprobarlo.

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