El fútbol siempre admitió el recurso de las comparaciones para medir capacidades, jerarquías y niveles. Hoy, el mundo asiste al duelo de individualidades entre el genio solidario de Messi y el gol urgente de Cristiano Ronaldo. Las diferencias y las distintas búsquedas.
Desde la prepotencia que impone una frase hecha de autor anónimo, se repite desde el fondo de la historia que “las comparaciones son odiosas”. ¿Pero qué sería del fútbol sin las comparaciones? Vivimos comparando. ¿O no comparamos calidades y jerarquías cuando ubicamos en un plano superior a Di Stéfano, Pelé, Maradona, Cruyff y Messi? ¿O no comparamos a este Barcelona con aquel Santos de Pelé de la década del 60? ¿O no supimos comparar a Bochini con el Beto Alonso? ¿Al Flaco Menotti con Bilardo? ¿Al Loco Gatti con el Pato Fillol? ¿A la Selección argentina campeona del mundo en el 78 y a la que se consagró en México 86? La lista puede ser interminable en la medida en que convoquemos a la memoria y a los distintos protagonistas.

Hoy, el fútbol mundial asiste a una comparación forzada, pero comparación al fin: ¿Quién es el mejor del  mundo, Lionel Messi o el portugués Cristiano Ronaldo? La FIFA en poco más de dos meses premiará con el Balón de Oro al jugador más relevante de la temporada 2012. Messi ya lo ganó en las últimas tres ediciones y Ronaldo en el 2008.

Más allá de la decisión de FIFA y de la cantidad exacta de goles que convirtieron y que van a seguir convirtiendo Messi y Ronaldo, las comparaciones y análisis que generan los dos astros no van a detenerse, aunque el Cholo Simeone pretenda promover a Radamel Falcao a la misma altura de Messi: “No tiene nada que envidiarle a nadie”, explicó. Más allá del exabrupto, vale ratificar que Simeone siempre jugó y vivió apurado. Sería bueno que no lo apure a Falcao.

¿Qué tiene Messi que no tiene Ronaldo? ¿Qué tiene Ronaldo que no tiene Messi? Hay una diferencia a favor de Messi que es sustancial: su genio. Messi es genial. Como lo suscribió el entrenador francés del Arsenal de Inglaterra, Arsene Wenger: “Messi es más instintivo que cerebral. Pero su instinto es genial”.

Esa genialidad que asombra aunque no sorprenda, es la síntesis perfecta del artista sublime que naturaliza la altísima complejidad y la reconvierte en un hecho natural, espontáneo, simple, cotidiano.

Juega para todos Messi. Y Ronaldo desde su impresionante capacidad goleadora, juega solo para él. Esta diferencia fundamental es la que marca las distancias que los separan. Messi protagoniza y comparte. Ronaldo protagoniza y no desea compartir nada. En algunos casos, ni los abrazos de sus compañeros después de un golazo.

Es integrador el fútbol de Messi. No es siempre la última puntada. Puede ser el constructor de la jugada que van a terminar otros. Como lo hacían Pelé, Di Stéfano, Maradona y Cruyff. Disfruta Messi de armar juego. De tocar y descargar. De tocar y meter una pelota de gol con el perfume de Bochini, Riquelme, el Pibe Valderrama o Iniesta.

Ronaldo, en cambio, no disfruta si la jugada no concluye en sus pies o en su cabeza. No se banca ser el hombre que no defina. Por eso no busca armar. Su único foco es finalizar. Y gritar el gol. Allí, en ese flash, empieza y termina todo.

Se pierde algunos placeres Ronaldo. El placer de la solidaridad efectiva. El placer de la elaboración. De juntarse con otros para crear algo. Y para creer en algo que no sea siempre en lo propio. Messi es muchísimo más generoso. Más altruista. Más abarcador. Y por supuesto más jugador.

En esa área del conocimiento fino, Messi aprendió más que Ronaldo. Quiso aprender más. Y quizás por eso lo superó. No solo por su magia despojada de barroquismos futbolísticos, sino por sus búsquedas. Por sus encuentros. Por sus sociedades. Y por sus intenciones auténticas de participar sin excluirse.

Ronaldo, individualmente es brillante. Tiene una pegada fantástica, un cabezazo formidable, una potencia que lo distingue y una familiaridad con el gol que es notable. Pero no es un creativo genuino. No tiene ese don. No está angelizado. Ni quiere estarlo. El va a los bifes. No seduce. No encanta. No enamora. Sueña con el objeto del deseo que no es otra cosa que el gol urgente, pero ni pierde ni un par de segundos en los laberintos de la previa.

Messi es completo.
Es el fútbol total. Los goles hasta pueden ser una hermosa anécdota. Como dice él: “Son para la estadística”. Tiene razón. Lo que queda es todo lo otro: lo que sabe y como lo expresa. Lo que quiere y como lo imagina.

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