La violencia no es un fenómeno ajeno a tal o cual sector, no discrimina por escalas sociales o económicas ni tampoco sabe diferenciar entre creencias y religiones. En muchos espacios está presente y cada vez es mayor el grado de hostilidad con el que miles de argentinos lidian todos los días. Y este problema, muchas veces, nace en el corazón de la niñez y la adolescencia, ya que el 90% de los chicos presenciaron en algún momento de sus vidas situaciones de bullying.
El dato fue expuesto por la psicopedagoga y directora de la organización “Libres de bullying”, María Zysman, quien dejó en claro que “han aumentado las burlas, el destrato en los chicos y cada vez se da en edades más tempranas”, cuestión que pudo observar en muchas oportunidades cuando llevó a cabo talleres destinados a los jóvenes, y en los que “casi todos” levantaron la mano admitiendo que fueron testigos de casos de violencia.
En este sentido, muchos de los niños y adolescentes que atestiguan estas situaciones, optan por no intervenir, ya que “se sienten muy solos” o “no saben cómo hacerlo”. Además, piensan que si hacen algo “es peor para ellos porque nadie entiende el porqué” defienden a las víctimas del hostigamiento.
“Es más alto el porcentaje de los chicos que quieren intervenir pero no se animan, a los que no quieren intervenir”, explayó Zysman, quien añadió que, aun así, “eso es un buen signo”, puesto que se puede trabajar en eso para mejorarlo.
Por su parte, la profesional recalcó que hay que “tomar con pinzas” las estadísticas disponibles sobre los casos de bullying en nuestro país, aunque también existen “situaciones de bullying que no se denuncian”. Si bien “crecieron los pedidos de ayuda”, muchas veces son “por otros motivos” que exceden al bullying.
“Cuando se reporta un caso de bullying, uno tiene que indagar si eso es bullying o no, muchos padres consideran que sus hijos lo sufren cuando en realidad no lo es”, aseveró la especialista, quien comunicó que “no hay estadísticas muy serias” al respecto.
En sintonía, la psicopedagoga alegó que, para poder intervenir, asistir al o los afectados y cambiar su situación, “primero es necesario saber qué es bullying”.
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“La palabra bullying no es sinónimo de cualquier chiste o cargada que se da entre los chicos, tampoco de cualquier docente o padres que desvalorizan a un alumno o chico, sino que es una conducta muy clara de hostigamiento sostenido entre pares”, expresó.
“Lo vamos a detectar si vemos los signos básicos de bienestar de nuestros chicos. Si vemos que el chico está caído, cambia su conducta, no quiere ir a la escuela o se queja permanentemente tenemos que ver que está pasando”, agregó Zysman. Asimismo, los chicos que sufren bullying “cambian su forma de estar”, puesto que “se los ve tristes, ansiosos y quejosos”.
Sin embargo, existe un fuerte crecimiento en la violencia online, específicamente en las redes sociales, lugar en el que muchos niños y adolescentes se encuentran expuestos a situaciones de hostilidad.
“Lo que estamos viendo es que se da más el bullying en las redes que en el aula. Capaz que en el aula ni se hablan, pero eso que se fue estableciendo en las redes tienen impacto en lo real”, argumentó la especialista, quien agregó: “No es novedad que la violencia no solo está dentro de las escuelas sino que estamos en un espacio muy fuerte de intolerancia, de presión, de angustia, en el que los chicos, dentro de las redes, no saben con quién se contactan y cómo”.
De esta manera, de acuerdo a lo explayado por la profesional, en las redes sociales se da lugar al “escrache” y a la “humillación pública”, en donde muchas veces los adultos “quedan afuera” de ese espacio.
“La visibilidad o falta de visibilidad en una red social hace que podamos entender que cuando de verdad se lo maltrata y humilla en un lugar público es realmente grave y a veces no tiene retorno, por lo que caen en cuadros depresivos importantes porque no tienen cómo salir de ese ‘papelón público’ en las redes”, remarcó.
Por este motivo, para prevenir la aparición del bullying “tenemos que tener un diálogo constante con nuestros hijos y alumnos”, y así lograr que “ellos confíen en la figura de los adultos”. Entonces, es relevante “que no se sientan inseguros y desamparados en las escuelas y casas”.
“Se debe hablar con la persona victimizada, y saber qué quieren que hagamos porque no le podemos fallar en la confianza que pudo depositar en nosotros. Se debe tener confidencialidad, no es algo que se deba debatir en un salón de actos, en un grupo de WhatsApp ni en los medios, sino que primero se debe proteger la confianza de ese chico y demostrarle que no vamos a empeorar la situación”, manifestó la psicopedagoga.
“No hay que minimizar ese sufrimiento ni exagerarlo, ni hacer un escándalo o un ‘escrache’ público a los otros padres. Se debe demostrarle al chico que nos vamos a ocupar para que se prenda una esperanza de cambio en ellos. Lo peor para ellos es cuando creen que nada va a cambiar”, añadió.
Por último, Zysman dejó en claro que las peores consecuencias son en las situaciones en las que “no se registra que alguien necesita ayuda”, a pesar de que, cuando hay una intervención de por medio, “probablemente se puede a revertir la situación”.i