Los científicos encontraron en el asteroide Bennu posibles evidencias de estructuras moleculares que podrían haber favorecido la aparición de la conciencia incluso antes que la vida misma.

A poco más de año de haber comenzado a investigar muestras extraídas de un asteroide, la NASA confirmó haber hallado la presencia de moléculas orgánicas idénticas a las que forman parte del ADN y el ARN terrestres.

Este hallazgo en el asteroide Bennu –uno de los tantos que giran entre la órbita del planeta Marte y Júpiter– no sólo podría reescribir el origen de la vida en la Tierra sino también el origen del psiquismo humano. Tema éste que, a pesar de todo cuánto la Ciencia lleva descubierto, la mayoría de lo obtenido son hipótesis que no alcanzaron confirmación suficiente.

Qué fue lo que provocó que el homo viviera en cuevas y cavernas durante casi cuatro millones de años, para hacer un cambio repentino hace, aproximadamente, 11.650 años, en lo que la Geología denomina el fin del Pleistoceno, convirtiéndose en lo que la Antropología llama “el hombre moderno”, sigue siendo un enigma.

De repente, en el humano surge el libre albedrío, el pensamiento racional reflexivo y la capacidad creativa. ¿Qué fue lo que generó ese cambio sin que surgiera un proceso de evolución sino un acontecimiento repentino? Tal vez los datos obtenidos de las muestras del suelo del asteroide Bennu, ayuden a entenderlo.

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¿La vida llegó rneteoritos?

En efecto, muestras traídas a la Tierra por la misión OSIRIS-REx de la NASA confirman la presencia de moléculas orgánicas esenciales para la vida; entre ellas aminoácidos y nucleobases. Se trata de los mismos componentes que conforman el ADN y el ARN terrestres.

Pero lo más impactante es que estos materiales no son fruto de procesos biológicos, sino que se formaron en el espacio, lo que refuerza la idea de que los bloques fundamentales de la vida podrían haber llegado en meteoritos que se estrellaron sobre la superficie terrestre, de manera tal que combinándose con sustancias que ya había aquí hace cientos de millones de años fueron dando lugar a la evolución de las formas de vida.

Los resultados de estas investigaciones, que fueron publicados en dos estudios recientes en las revistas Nature y Nature Astronomy , van más allá de la simple detección de moléculas biológicas. Los científicos encontraron indicios de que Bennu albergó agua líquida en el pasado; o sea, un ingrediente clave para la formación y evolución de moléculas orgánicas complejas.

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La aparición de la conciencia antes de la vida misma

Investigadores de la Universidad Estatal de Arizona (Estados Unidos) analizaron 121,60 gramos de material recogido del asteroide Bennu, una roca espacial que orbita desde hace unos 4.600 millones de años, recolectada por la misión OSIRIS-REx de la NASA. Aunque el objetivo principal era buscar los componentes químicos del "caldo primordial" que habría dado origen a la vida en la Tierra, los científicos se encontraron con algo aún más sorprendente: posibles evidencias de estructuras moleculares que podrían haber favorecido la aparición de la conciencia incluso antes que la vida misma. Lo cual, obviamente, pone en jaque todo lo dicho sobre procesos evolutivos de vida en la Tierra.

Uno de los principales impulsores de esta revolucionaria hipótesis es el Dr. Stuart Hameroff, anestesiólogo retirado y experto en estudios sobre la parte de nuestro psiquismo que denominamos conciencia, quien colabora desde hace años con el físico y matemático británico distinguido con el Premio Nobel de Física en el año 2020, Roger Penrose. Ambos proponen que la conciencia no es simplemente un producto del cerebro, sino un fenómeno fundamental del Universo, procesado en nuestro organismo a través de estructuras celulares llamadas microtúbulos.

Según esta idea, conocida como "Reducción Objetiva Orquestada" (Orch OR), momentos de conciencia ocurren cuando una función de onda cuántica colapsa dentro de estos microtúbulos, generando experiencia consciente. De alguna manera, esto también encuentra un paralelo con el Psicoanálisis que entiende al psiquismo como algo del orden de lo “no físico” por lo que no puede ubicarse en un lugar específico del cuerpo humano.

El análisis del material recogido en el asteroide reveló la presencia de 14 de los 20 aminoácidos necesarios para formar proteínas, así como las cinco nucleobases esenciales para el ADN y el ARN. También se encontraron sales que apuntan a que el objeto del cual provino Bennu podría haber contenido un entorno químico similar al de la Tierra de un pasado remoto.

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El patrón de resonancia

Además de estos ingredientes clave para la vida, los investigadores encontraron moléculas orgánicas en anillo -estructuras de carbono conocidas como compuestos aromáticos- que, al formar redes cristalinas periódicas, podrían comportarse como osciladores cuánticos. Según Hameroff, estas formaciones serían capaces de generar resonancias similares a las que permiten la existencia de lo que entendemos por conciencia y que para su manifestación requiere de las neuronas humanas.

En palabras del físico Anirban Bandyopadhyay, otro colaborador del equipo, este fenómeno podría compararse con la vibración armónica de un cuenco tibetano: una "música del Universo" que, al interactuar con las estructuras adecuadas, daría origen a experiencias conscientes.

El patrón de resonancia detectado por Bandyopadhyay en microtúbulos, ADN y ARN -una estructura tripartita dentro de otras tres bandas de frecuencia- podría ser una firma universal de la conciencia. Ahora los científicos esperan hallarlo también en los fragmentos de Bennu. Aunque el asteroide no contiene células ni cerebros, Hameroff teoriza que los primeros organismos unicelulares pudieron haber "buscado" estas chispas de conciencia, reorganizándose para repetir la experiencia, lo que habría impulsado la evolución misma.

Una forma de comprobar esta hipótesis es mediante el uso de gases anestésicos. Si dichos compuestos logran bloquear las oscilaciones cuánticas en las muestras de Bennu, como lo hacen en el cerebro humano, esto podría ser una fuerte evidencia de que la conciencia estaba presente incluso antes de la vida tal como la conocemos.

Este descubrimiento no solo plantea nuevas preguntas sobre nuestros orígenes, sino que también desafía la visión tradicional de la conciencia como un mero subproducto de la actividad cerebral.

Hameroff concluye con una frase que conmueve al sólo leerla y que, a la vez, trae el recuerdo de expresiones similares manifestadas por sabios de la antigüedad: "quizá no somos los primeros en pensar, sino el resultado de un Universo que ya estaba soñando".

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social y magister en Psicoanálisis. “Atrévete a vivir en plenitud” es su más reciente libro. www.antoniolasheras.com

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