El caso judicial por el brutal crimen de un nene de 6 años perpetrado en el country San Eliseo, de Presidente Perón, y que por lo truculento y desnaturalizado conmovió a la opinión pública, quedó definitivamente cerrado tras el suicidio de la filicida.
El expediente tiene sólo dos cuerpos y está identificado como 'IPP 06-02-000.583/12'. En la carátula de cartón figura la leyenda 'Adriana Cruz s/homicidio calificado. Víctima Martín Vázquez'. Así está hoy la causa por el brutal asesinato de un nene de 6 años que fue ahogado por su madre en el country 'San Eliseo' de Presidente Perón. El caso judicial, que se cerró definitivamente tras el suicidio de la mujer, está archivado en el despacho del fiscal Leandro Heredia, quien inexorablemente enviará las carpetas a un galpón de La Plata, donde funciona el Archivo del Poder Judicial.
A pocos días de cumplirse un año del brutal e inexplicable asesinato, la causa, que ya no se investigará más porque con la muerte de la acusada se extingue la acción penal, aún esconde varios interrogantes. Quizás las respuestas hubiesen llegado de la mano de los peritajespsiquiátricos y psicológicos que quedaron inconclusos. Se habían acordado siete entrevistas, aunque sólo alcanzaron a realizar una sola.
El caso ocurrió en la madrugada del 20 de marzo del año pasado. Adriana (42), que pertenecía a una acomodada familia de industriales de San Pablo, Brasil, se había separado de su marido, el contador y empresario Carlos Vázquez. El matrimonio tenía tres hijos: las dos mayores mujeres: F. (15) y C., de 14 años. El más chico, Martín, tenía 6 años cuando se convirtió en la víctima de una noche de locura.
Poco más de un mes antes de la tragedia, Adriana había querido matar a sus tres hijos, lo que motivó una primera denuncia penal. Según declararon las nenas, la madre les había intentado dar pastillas para dormir y, a la vez, había colgado una soga de un tirante del techo. Los tres se fueron con el padre pero, unos días antes del crimen, F., la mayor, y Martín regresaron con Adriana al country. C. nunca quiso volver, se quedó con su padre. La mujer, tras el divorcio, había sufrido un cuadro psiquiátrico y había sido internada en una clínica de Quilmes. La mencionada internación había sido en noviembre de 2011.
La madrugada del horror, F. y Martín miraban televisión en una habitación de la casa. Adriana se había quedado con un celular de su ex marido, que comenzó a revisar hasta que encontró la foto de la nueva pareja del empresario. Eso le generó un ataque de furia, por lo que rompió a martillazos el aparato.
F. le contó al fiscal que la madre apareció en la habitación, le dijo que se durmiera y se llevó a Martín. La adolescente escuchó el ruido del agua, por lo que se dio cuenta que su mamá estaba llenando el yacuzzi. Después oyó un quejido de su hermanito, aunque pensó que el nene no quería bañarse. La adolescente se quedó dormida.
La mujer había ahogado a su propio hijo. Pero tuvo, además, la idea de dejarle un mensaje a su hija mayor, a su otra hija, C., no le dedicó ningún mensaje.
La mujer estuvo varias horas con el cadáver de su hijo hasta que F. se levantó y no escuchó a su madre. Asustada, telefoneó al padre y buscó a la empleada doméstica que acababa de llegar. Fue un empleado de seguridad del country el que entró a la habitación.
Adriana había tomado medicamentos, se había provocado cortes en las muñecas y había intentado matarse golpeando con su cabeza la pared de su dormitorio. Ella sólo estuvo unas horas internada, después fue llevada a declarar y de allí trasladada a la Unidad Penal 45 de Melchor Romero, en las afueras de La Plata. Cuando salía de la fiscalía en un auto policial un cronista le acercó el micrófono y le preguntó por qué lo había hecho. Ella, fría, respondió: 'maté a mi hijo para cagar al padre'. El fiscal pidió la preventiva, lo que fue finalmente aceptado por el juez de Garantías Juan Pablo Massi. El paso siguiente fue ordenar una serie de peritajes psicológicos y psiquiátricos, que se harían en un total de siete entrevistas. Sólo pudieron hacer una porque la mujer se suicidó en un baño del penal.
A casi un año del brutal caso, que horrorizó al país, todavía surgen interrogantes sobre lo que pudo haber generado semejante acto de salvajismo. Pero esas preguntas, con la muerte de la asesina, ya no tendrán respuestas.