¿Cómo se forma un Brian Arregui, un Mirco Cuello, o una Victoria Saputo? Pasen y lean

Que el boxeo es el deporte más prolífico en medallas olímpicas para nuestro país a lo largo de la historia (24), es un dato archiconocido e irrefutable, tanto como que desde su último bronce en Atlanta ’96 –ya hace 22 años-, logrado por Pablo Chacón, no volvió a estar ni cerca de obtener otra.

El dato es inalterable y casi imperecedero, porque difícilmente alguna disciplina pueda alcanzarlo en lo que resta de aquí a la eternidad, lo que habla de lo difícil que es acceder a tal logro en esta parte del planeta.

¿Cómo es posible entonces que de la noche a la mañana, como por arte de magia, Argentina amanezca con 32 preseas en un sólo Juego, por más de la Juventud que sea -11 de ellas de oro-, y que el Boxeo haya sumado tres -un iro y dos bronces- con el 100 % de efectividad, porque fueron apenas tres los púgiles que representaron al país?

Esto tiene una explicación.

¿Influyó la localía? Puede que en lo infraestructural. Quizás en algún fallo subjetivo en deportes de apreciación y performances parejas –no fue el caso del boxeo-. Tal vez en la comodidad, en la ventaja de poder tener más atletas por ser país organizador, pero no más que las otras naciones que han sido anfitrionas en sus momentos, ni tampoco para suponer que de efectuarse los JJOO de mayores aquí, el resultado sea similar.

¿Qué pasó entonces? La clave desconocida pasó por otro lado, y más en el boxeo, que fue detrás del básquet (4) el deporte que más medallas sumó del color que sean, en los recientes Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018.

Y no sólo eso, sino que fue junto a Inglaterra (con tres oros) el país que más medallas cosechó en ese deporte, de todos cuantos participaron –Cuba quedó excluida porque en un principio opuso un problema de visa, y luego apostó a un wild card, que no le otorgaron porque no estaba en la lista de países invitados por el COI, que son los emergentes-.

Pasó que la FAB, siempre tan criticada a nivel dirigencial y organizativo, ni bien se enteró del proyecto Buenos Aires 2018 hace 4 años, puso a un hombre de su plantel (Lautaro Moreno) a trabajar en el ENARD, y éste fue el artífice de todo lo bueno y lo malo.

Lautaro dejó su cargo en la FAB y armó un equipo técnico y administrativo, cuyas cabezas visibles terminaron siendo Fabricio Nieva y Mariano Carrera, ambos ex Selección Nacional en la primera etapa del maestro cubano Sarbelio Fuentes, aunque hubo muchos otros en determinadas tareas, como Víctor Hugo Castro, el Pocho Arrieta, Javier Álvarez, y alguno más que a su modo colaboró.

Moreno recorrió junto a Nieva todo el país para detectar talentos, partiendo primero de datos antropométricos, encuestas, y edades alusivas a lo que iba a ser la competencia (pibes de entre 12 y 13 años), para luego observarlos y adiestrarlos desde lo técnico hasta lo reglamentario, dando charlas y conferencias, capacitaciones a técnicos y atletas, incluso con educación a distancia monitoreada.

Se hicieron campus de entrenamientos nacionales unificando criterios. Se crearon centros en zonas calientes en el interior del país y en el conurbano bonaerense (Avellaneda y La Matanza), portando el ring con sus propias manos. Se planificó trabajo. Cada 45 días se traía a la gente a Bs.As, o se viajaba al interior.

Se agregó un sicólogo (Darío Iglesias), que fue pieza fundamental en el armado y la cohesión del equipo. Se tuvo el respaldo del Dr. Marcelo Rodríguez Papini –el que acompañó a Sebastián Crismanich en su Oro olímpico en Taekwondo en Londres 2012-. Y se puso un nutricionista.

De un plantel de 230 boxeadores que se evaluaron, llegaron a decantarse hasta quedar el entrerriano Brian Arregui (Oro en 69 kg), el santafesino Mirco Cuello (Bronce en 56 kg), y la bonaerense Victoria Saputo (Bronce en 60 kg), hija del Tano Guillermo, otro ex Selección Nacional y doble olímpico en Atlanta ’96 y Sydney 2000, también hombre de Sarbelio, que se retiró invicto como profesional.

Pero en el camino, mejor dicho, en la orilla, quedaron púgiles como Josué Agüero, Ángel Gómez, Alan y Taiel Chaves, Marco García, Tiago Sosa, Oriana Sánchez, Viviana Palavecino, Jonathan Arrumay, etc. Ellos también son parte. Son el futuro y son la Selección, aunque no porten medallas.

Por primera vez, desde principios de año hasta la fecha el equipo estuvo todo el tiempo concentrado en el CeNARD, lo que significó un logro, porque antes era una semana -a lo sumo un mes- y se viajaba.

Eso comenzó a dar frutos en la gira europea. Marzo en Montenegro: (Arregui campeón, junto a Alan y Taiel Chaves. Y Ángel Gómez subcampeón, robado en la final). Luego a Bulgaria: Arregui otra vez campeón, donde venció al Nº 1 yanqui (cuenta mediante), a Croacia y a Kazajistán. Y Cuello, que perdió contra el marroquí a quien luego le ganó la medalla de Bronce aquí, fue puesto en duda, defendido por Lautaro Moreno: “la medalla de Arregui sería fácil, el desafío es conseguir la de Cuello”.

Pero antes hubo buenas señales, aunque poco valoradas. Haberle ganado 12 peleas de 13 a Ecuador de visitante en 2016 fue una. Luego un tope a Puerto Rico, enfrentando a púgiles de 100/120 peleas, cuando los nuestros tenían apenas 10 o 15.

Y lo máximo llegó en 2017, en la primera competencia internacional grande, en Kansas City, con 6 rings simultáneos y 10.000 personas presentes. Allí se consagró Arregui, que ganó 3 peleas. Siempre ganaron más de lo que perdieron, con todas las potencias, donde hayan ido.

Así y todo, el COA le bajó al Boxeo dos plazas, ya que por país organizador había garantizadas 3 a dedo, más dos por clasificación. A dedo entró uno solo (Arregui), porque no se clasificó en el Continental de Colorado.

Cuello, que fue Plata en el Continental, entró porque Brasil tuvo que bajar a uno por exceso de cupo, y bajó a su 56 kg.

La única que entró por derecha fue Victoria, que además se convirtió en la primera mujer argentina en participar de un Juego Olímpico en cualquier versión (NdeR: el COI admite al boxeo femenino desde Londres 2012).

¿Hubo palos en la rueda? Los hubo. De adentro y de afuera. Con decir que a principios de año, por desinteligencias internas, se quiso echar a Lautaro y reemplazarlo por otro, algo que no prosperó por el apoyo incondicional del equipo -los mismos boxeadores y varios dirigentes-, y porque primó el sentido común.

Desconfianzas, inseguridad, egos. O ceguera. Vaya a saberse. ¿Hubo que ganar tres medallas olímpicas para darse cuenta de que el trabajo que se estaba realizando era serio e iba a dar sus frutos, más allá de errores?

También se luchó contra los de afuera, porque a Brian más de una vez lo tentaron para llevárselo. Promotores internacionales le ofrecieron contratos para que se quede en USA, que deje el amateurismo y encare el camino profesional.

Cada salida, cada tope, cada competencia internacional era un riesgo de tentaciones. Se lo resguardó bajo siete llaves, sin hacer pompa anticipada, porque secretamente se sabía lo que se tenía y se temía por dos fantasmas: los caza talentos, y el aburguesamiento prematuro que da la fama en chicos, que a esa edad no están preparados.

Tan poca era la confianza que se tenía –quizás en forma justificada-, y tanto lo que se ocultó a sus valores, que el día en que el Boxeo debutó en los YOG Buenos Aires 2018 no figuró siquiera en la agenda del día del diario deportivo del país (Olé). Y los combates fueron pasados en un resumen en diferido, después de otros deportes “más trascendentes” como arco y flecha, tiro, y algún otro más, que fueron en vivo.

La cuestión es que llegada la competencia se conocía uno por uno a los intervinientes. A los buenos, a los mejores y a los cucos de cada categoría. Y el sorteo no favoreció, porque tocaron casi todos. La inglesa, los uzbecos, el marroquí. Y precisamente al marroquí, máximo favorito en 56 kg, fue a quien Cuello le ganó su medalla, porque ya lo conocía.

Amistad, respeto y excelencia, son los valores del olimpismo que aplicó Lautaro Moreno, quien escuchó cómo el Dr. Hugo Rodríguez Papini –hijo de Don Diego Corrientes, hacedor de Hugo Pastor Corro-, después de toda una vida en el boxeo, le agradeciera emocionado sobre su hombro poder festejar a los 70 años un Oro olímpico por primera vez.

¿Y ahora? Ésa es la pregunta. ¿A partir de ahora qué? ¿Nos sentamos en los laureles, o nos remangamos y seguimos el camino?

Para empezar, hoy no hay un DT de Mayores en la Selección Nacional, y tampoco nadie sabe cuál será su destino, incluyendo a Lautaro Moreno. De ser así fue un esfuerzo inútil, más allá de las medallas, porque de poco sirve pensar que se ha terminado un trabajo, cuando en realidad éste recién empieza.

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