Amleto Enrico Vergiati era el nombre real de Julián Centeya, un destacadísimo poeta, recitador y letrista de tango, conocido por sus poesías y textos en lunfardo. Era llamado El hombre gris de Buenos Aires. El domingo se cumplieron 107 años del natalicio de este italiano, nacido en Borgo Val di Taro, provincia de Parma, pero que se formó y vivió en San Francisco (Córdoba) y los porteños barrios de Parque Patricios, Pompeya y Boedo.
Gregorio Plotnicki, el director de Manoblanca de Pompeya, le comentó a Porteño del Sur que en las paredes de su museo están los retratos pintados por León Untroib y que uno de ellos es de Julián Centeya. Está entre los de Aníbal Troilo, Homero Manzi, Horacio Ferrer, Tita Merello...’. También contó: ‘Yo lo veía pasar siempre por el barrio a Julián Centeya junto a Homero Manzi. Centeya era un seudónimo de Amleto Enrique Vergiati que se puso Centeya por Pompeya. Pasaban de traje y ni nos hablaban’.
La primera canción que escribió el poeta fue la milonga ‘Julián Centeya’, con música de José Canet. Decí: ‘Me llamo Julián Centeya/ por más datos soy cantor/ nací en la vieja Pompeya/ tuve un amor con Mireya/ me llamo Julián Centeya/ su seguro servidor’.
Por su parte, el historiador Gonzalo Hernán Minici lo homenajeó al escribir: ‘Centeya se radicó en Buenos Aires en 1923. Vivió en Parque Patricios, y cursó estudios en el colegio Abraham Luppi, en el cruce de las calles Caseros y Labarden, Pompeya. Allí aprendió a amar al Club Atlético Huracán allí originado tiempo atrás. Sin embargo, la calle resultó su mejor maestra. Fiel a la luna, el café y la bohemia, conquistó el oído de tangueros y se transformó en un antologista del lunfardo. Glosó diez libros, dos de ellos póstumos, y versó bellos poemas’.
En 1922 se casó con la cancionista Gory Omar, hermana de Nelly Omar. Se hizo hincha de Huracán. Lo vio salir campeón en 1928 y solía concurrir a la sede social donde se juntaba con amigos, entre ellos Ducó y Manzi. Aprendió a bailar el tango en un formativo de la calle Famatina. Con el tiempo viviría en Boedo, Pompeya, Soldati... Su primer libro de poemas fue El recuerdo de la enfermería de Jaime, escrito en 1941, y firmado con el seudónimo de Enrique Alvarado. Escribió letras de tangos con importantes músicos como Enrique Pedro Delfino, Enrique Francini, Lucio Demare y Hugo del Carril. En 1944 obtuvo el primer premio en un concurso de tangos con el tema, ya clásico, La vi llegar, musicalizado por Enrique Francini.
Tal vez estimulado por la vocación periodística de su padre, estuvo vinculado con diarios y radios. Se desempeñó en Radio Colonia de Uruguay, con su programa En una esquina cualquiera y en Radio Argentina, con Desde una esquina sin tiempo. También escribió artículos para los diarios Crítica, Noticias Gráficas y El Mundo, así como en las revistas Sábado y Prohibido. En 1971 retrató la antropología marginal de La Quema en su única novela: ‘El vaciadero’. Falleció en 1974, pero dejó un legado cultural muy valioso. Por eso lo recordamos y homenajeamos.