En el marco de una jornada caótica, se levantó la sesión especial para debatir la reforma previsional en la Cámara de Diputados. Ocurrió ante la protesta de legisladores opositores que pedían no debatir la polémica iniciativa y luego de que el oficialismo no consiguiera el quórum necesario para aprobar el proyecto que impulsa y que dispone cambios en el sistema jubilatorio.
Al argumentar que no se cumplía con el reglamento, entre gritos e insultos, los diputados de la oposición pedían suspender el debate apenas comenzada la sesión. La diputada por el Movimiento Libres del Sur Victoria Donda tomó el micrófono y en menos de un minuto brindó un encendido discurso.
El presidente de la cámara baja, Emilio Monzó, anunció la presencia de 129 diputados, necesarios para garantizar la sesión. Los legisladores del Frente para la Victoria, encabezados por Máximo Kirchner y Agustín Rossi, rechazaron su argumento y la discusión subió de tono. Eduardo Amadeo (PRO) contó que su par de Leopoldo Moreau (FpV) se acercó hasta el estado de Monzó y lo invitó a pelear, al tiempo que lo insultaba diciéndole “hijo de puta”.
"No sigan pasando vergüenza, no tienen el quórum; no lo busquen en el reglamento", dijo la diputada Graciela Camaño antes de levantarse y abandonar el recinto.
Cuando todo parecía que el recinto se convertiría en una réplica de las inmediaciones del edificio, apareció en escena Elisa Carrió y tomó la palabra en carácter de “minoría en nombre del interbloque de Cambiemos”.
“Nosotros ganamos en las urnas. Tranquilidad, que ya terminamos la sesión. Lo peor que puede hacer una cámara de diputados es sesionar en este ambiente de violencia que no ha sido generado por el interbloque de Cambiemos”, fueron las primeras palabras de “Lilita”.
Y cerró: “Pido que levanten esta sesión escandalosa. Nosotros no vamos a contestar a su violencia con nuestra violencia. Vamos a ganar la votación esta semana o la otra. Va a haber compensación a los jubilados por esa parte, sí, por eso estoy sentada acá, pero no asusten más a la gente”.
Si bien fue una noticia auspiciosa para los manifestantes que rodeaban el palacio legislativo, las aguas seguían agitadas afuera del recinto, porque efectivos de Gendarmería Nacional continuaron arrojando gases lacrimógenos, balas de goma y agua con un camión hidrante.
Los gendarmes, con máscaras anti-gas y chalecos, se escudaban detrás de vallas colocadas sobre avenida Rivadavia, metros antes de avenida Callao, y desde allí intentaban disipar la protesta. Con el correr de los minutos, sólo quedaron algunos focos de conflicto, con corridas y más disparos en plena calle. También quedó, aunque ya grabada para la posteridad, la postal de una jornada triste para la democracia.
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