La cantante y bandoneonista de 18 años Rocío Araujo muestra la ductilidad de su voz en su segundo disco Convicción, un trabajo potente y variado con clásicos de siempre, canciones claves del folklore de los últimos años y un par de letras de su padre, el cantor de tango Hugo Araujo, que terminan de perfilar el testimonial discurso de la intérprete. Rocío luce, precisamente, bien combativa en El Grito (Ni Una Menos) y Memoria de Mis Pasos, que son las dos letras de Hugo -música Hugo Detinis- y se recuesta en la intimidad sensible en Criollita Santiagueña (Atahualpa Yupanqui y Andrés Chazarreta) o Zamba del Carnaval en este caso en un dúo imperdible con la Bruja Salguero. La joyita del Cuchi Leguizamón tiene la instrumentación justa -y única- de la guitarra de Marcelo Dellamea, en un registro que, por el contrario, es de sonido más contundente e incluso no se priva de la electricidad en varios pasajes, como El Olvidao del Duende Garnica, Escondido en mi País (Gustavo Patiño) o, sobre todo, el citado sobre la lucha feminista. Se destacan también La Villerita de Horacio Guarany y el dúo con Natalia Barrionuevo en Cuando me Abandone el Alma. La chica que llama la atención por el instrumento (aquí comparte la ejecución del fueye con Angel Galván) también despierta curiosidad por ese canto que atraviesa estados con pericia y sugiere que detrás hay una hondura incongruente con su edad.