El Hospice Buen Samaritano es una casa que recibe gratuitamente a personas sin recursos y con enfermedades avanzadas, y se convierte en una familia para ellos.

Victoria Massuh visitó por primera vez el Hospice Buen Samaritano cuando una de sus cinco hijas la invitó a conocer el lugar. “Me acuerdo que entré a la casa y dije: 'Yo acá me tengo que quedar'”, aseguró Massuh, actual coordinadora de la Fundación. El año 2012 estaba cerrando y Victoria se comprometió como voluntaria para ayudar en el hospice: “Me acuerdo que era diciembre, que es re loco querer empezar algo en en ese mes, pero vine, comencé y nunca me pude ir”.

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Hablar de hospice es hablar de una casa donde se recibe, se cuida y se quiere a una persona con una enfermedad avanzada e incurable y se le brinda un cuidado integral, para acompañarla a ella y a su familia y aliviar su dolor en todas sus dimensiones. Además, proporciona un entorno a través del cuidado de un equipo interdisciplinario que genera una atmósfera de hogar y de paz.

En el caso del Hospice Buen Samaritano (ubicado en Pilar, Buenos Aires) reciben a personas sin recursos económicos que atraviesan la última etapa de una enfermedad grave y les brindan un servicio de forma gratuita. “Nosotros cuidamos a la persona y al entorno familiar, es una unidad de cuidado, porque cuando hay alguien que tiene una enfermedad, todo lo que está alrededor se desacomoda”, contó Massuh.

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Durante la pandemia la casa cerró sus puertas, pero a comienzos de febrero del 2021 retomaron las actividades en el hogar.

Durante la pandemia la casa cerró sus puertas, pero a comienzos de febrero del 2021 retomaron las actividades en el hogar.

Lo particular de este hogar está en que hace mucho pie en la espiritualidad, entendida no solo como lo religioso, sino como aquella búsqueda de sentido, aquel trabajo interior de releer la propia vida y reencontrarse con uno mismo. “Pero además, el gran plus de esta casa es la mirada de fe, la visión de que la vida no termina acá, creemos en el Cielo y en la vida eterna y la muerte es un paso hacia ella”, aseguró Matías Najún, el presidente del Hospice Buen Samaritano.

“Es fácil hablar de enfermedad 'terminal', porque enseguida te ubica en la situación, pero prefiero no usar esa palabra, porque una persona no termina, sino que culmina, cierra su historia”, aseguró Najún. Cuando Matías estudió Medicina, no conocía los cuidados paliativos, pero poco a poco se fue despertando en él esta vocación por cuidar a las personas que están en el final de su vida. “Un poco de la mano de la medicina y de la fe, todo fue confluyendo hacia acá y de alguna manera encontré esa unión entre profesión y vocación”, agregó el que también es jefe de cuidados integrales en el Hospital Austral.

“Los pacientes, como los hospedamos en nuestra casa, son huéspedes”, contó Massuh, actual coordinadora del hogar. El hospice trabaja con un equipo interdisciplinario, para abarcar a la persona de manera integral, desde lo físico, pero también lo emocional, social y espiritual y lo hacen en conjunto con médicos, enfermeros, trabajadores sociales, psicólogos y voluntarios.

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Los pacientes, como los hospedan en la casa, son llamados

Los pacientes, como los hospedan en la casa, son llamados "huéspedes" y que empiezan a formar parte de esta familia.

El Hospice Buen Samaritano nació en diciembre del 2009, luego de dos intensos años de preparación para su apertura. Najún recibió el llamado de empezar esta fundación y convocó a amigos de distintas profesiones: gente con cabeza en legales, administrativos o con capacidad en procesos, pero todos amigos en la fe, “capaces de meterse en una locura como esta, porque lo que hacemos no tiene marketing”.

“Jesús Buen Samaritano frenó, miró al que nadie veía, se compadeció, le dedicó su tiempo, gastó plata por él y se lo puso en el hombro. Toda esa figura nos representa”, reveló Najún y contó así cómo la casa lleva el nombre de esta parábola del Evangelio.

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Profundas sanaciones

Olga, que actualmente es huésped en el hospice, expresó el deseo de terminar su secundario. “Hicimos todos los trámites y está rindiendo sus materias”, contó la coordinadora del hogar.

“Estamos atentos a los deseos, porque son parte del cierre y ayudamos a que sucedan”, aseguró Massuh. En otras ocasiones han ido personas presas y esposadas, para poder despedirse de sus seres queridos. Y también se da lugar a la espiritualidad: han habido bautismos, confesiones, confirmaciones y hasta casamientos.

La casa cuenta con un espacio especial dedicado a la oración, una capilla con el Santísimo dentro y dos sectores más, uno con una pequeña estatua del Cura Brochero y otro donde hay una imagen de la Virgen María. “Porque dónde está Jesús, tiene que estar María”, contó Massuh.

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El trabajo en la casa es realizado por un equipo interdisciplinario de profesionales de la salud (médicos, enfermeros, psicólogos, trabajadores social), junto a más de 120 voluntarios y la capellanía de la Sociedad San Juan y la Sociedad de María.

El trabajo en la casa es realizado por un equipo interdisciplinario de profesionales de la salud (médicos, enfermeros, psicólogos, trabajadores social), junto a más de 120 voluntarios y la capellanía de la Sociedad San Juan y la Sociedad de María.

“Realmente vemos que la gente muere sanada, se despide, cierra y muchas veces se prepara para la fiesta que viene”, contó Najún y recordó la historia de Ezequiel, un joven que llegó al hospice cuando tenía alrededor de 25 años. Provenía de una situación de marginalidad, una historia personal muy difícil, de adicciones, sin estudios y de familia con muchos problemas. Lo conocían del consultorio, pero en un momento ingresó al hogar y se convirtió en un huésped.

“Entró a nuestra casa, se dejó cuidar, permitió aliviar sus dolores y recibió un abrazo que no encontró en su vida”, aseguró Najún. Ezequiel empezó a necesitar menos morfina y calmantes, comenzó a integrarse y a compartir los almuerzos y el tiempo con los otros huéspedes. Se acercó a la capilla que está en el hospice y se dedicó a consolar a los familiares de sus compañeros que iban falleciendo. Y empezó a sanar su historia.

Días antes de morir le reveló a Najún: “Mi sueño era formar una familia y yo acá la recuperé, porque logré reencontrarme con mis familiares, pero además, formé una familia”. Se fue tiempo después de que lo visitara Palito Ortega, su ídolo. “No puedo hablar de otra palabra que no sea sanación, sanación en alguien que se va. Se fue vivo, vital, agradecido y en paz”, concluyó con seguridad Matías.

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El Hospice toma su nombre de la parábola del Buen Samaritano contenida en el Evangelio.

El Hospice toma su nombre de la parábola del Buen Samaritano contenida en el Evangelio.

Donde surgió una pandemia, apareció una oportunidad

El primero de abril del 2020 el Hospice Buen Samaritano cerró sus puertas por la situación de emergencia sanitaria provocada por el Covid-19. A pesar de que durante el año nadie más pudo visitar el hogar, la contradicción generó un nuevo desafío. “Ya no ocurría más que llegaba el huésped, sino que nosotros íbamos a buscarlo”, reveló Massuh y contó que armaron dos duplas de enfermeras que dos veces por semana hacían recorridas por diferentes zonas, como el área San Miguel.

Además, los voluntarios comenzaron a capacitarse para atender a las familias a través de llamadas. “Imaginate, vos estás con un familiar enfermo, en pandemia y con los temores del aislamiento y del pensar que no le interesás a nadie, que el sistema no te responde, el hospice va y te visita”, aseguró Najún y contó acerca de esta faceta del hogar conocida como “Hospice misionero”. Mientras que las medidas sanitarias lo permitan, ahora también los voluntarios acompañan en las recorridas a las casas.

Todo este cambio en el trabajo, desde las llamadas a las visitas a las familias, permitió a la Fundación llegar a los hogares de los pacientes que antes no alcanzaban y detectar nuevas necesidades, desde faltas de alimentación, a problemas en la escolaridad, situaciones de violencia o desempleo. Es así como el hospice comenzó a trabajar en red con otras organizaciones como Cáritas y distintas asociaciones barriales.

“Los voluntarios en las llamadas son oídos entrenados que van detectando, porque sin ver lo que pasa allá, te tenés que meter en la casa de otro y desarrollar un oído finísimo para acompañar, para aliviar con la escucha, para detectar necesidades que después traen a las reuniones de equipo, donde está la trabajadora social, la psicóloga, los coordinadores de enfermería y entre todos reconstruimos”. A través de las llamadas, lograron atender alrededor de 70 familias al mismo tiempo. La pandemia, que aparentaba ser un freno total, se convirtió en una oportunidad.

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