Lucas, que proviene del latín y significa luminoso, iluminado, era médico de profesión. Nació de padres paganos en Antioquía y es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita. Es de cultura griega y dirigió su mensaje a gentiles cristianos y estaba muy bien educado en la literatura.
San Lucas fue discípulo de San Pablo, quien lo convirtió al cristianismo, y quien lo describe como “Lucas, el médico querido”. Desde su prisión de Roma, Pablo dice a su discípulo Timoteo: “Lucas, sólo queda conmigo”. San Juan Crisóstomo lo llamó: “Incansable en el trabajo, ansioso de saber y sufrir, Lucas no acertaba a separarse de Pablo”.
En los Hechos de los Apóstoles, Lucas se incluye en los viajes de San Pablo: “Fuimos a... navegamos a...”. En uno de esos viajes se embarcaron desde Troas a Fenicia. Otro viaje los llevó desde Fenicia a Jerusalén. Más tarde fueron juntos a Roma, en cuyo viaje sufrieron naufragio y otros peligros.
Según la tradición, murió mártir en Acaya, colgado de un árbol. Sus reliquias se encuentran en la Basílica de Santa Justina, en Padua, Italia. Estudios conducidos allí en 1998 concuerdan con los datos sobre San Lucas conocidos por la tradición.
Durante el cautiverio de San Pablo, en Roma, Lucas permaneció en su entorno. El evangelio escrito por él y su Hechos de los Apóstoles constituyen parte del Nuevo Testamento. Cuando tenía ochenta y cuatro años, fue ahorcado en un olivo, en la ciudad de Patrás, como consecuencia de su fe. Se lo conmemora el 18 de octubre.
Lucas pronto fue venerado como pintor de la Virgen María, a quien se cree que conoció personalmente. Realizó de ella siete retratos. Cuando en el año 590 la peste hacía estragos en Roma, el Papa Gregorio ordenó que se hiciera una procesión de tres días. En ella, se sacó de la iglesia de Santa María la mayor, el retrato más celebre pintado por Lucas, el evangelista, para ser llevado por las calles.
Al tercer día, según cuentan los relatos históricos, se oyó sonar desde el aire un cántico celestial que glorificaba a María, y a partir de aquel instante, se desvaneció la peste.
Se cree que San Lucas tenía dones de sanación física que lo sorprendían a cada instante: fue justamente al descubrir que sus talentos provenían de Dios lo que lo lanzó en la búsqueda del autor de sus días. Cristo se fue manifestando a Lucas paso a paso, poniendo en su vida a aquellos que lo habían conocido.
El médico griego fue recogiendo todos estos testimonios en su corazón, los que inspirados por el Espíritu Santo configuraron finalmente el Evangelio de San Lucas. También Lucas tenía talento artístico, por lo que retrató a la Virgen en muchas oportunidades, como dijimos, y uno de sus cuadros más famoso es el que hoy conocemos como Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
San Lucas es considerado un escritor muy agradable, y el que demuestra el estilo más hermoso en el Nuevo Testamento. Como era médico, San Pablo lo llamaba “Lucas, el médico muy amado”, y probablemente cuidaba de la quebrantada salud del apóstol.
El poeta Dante califica a San Lucas como “el que describe la amabilidad de Cristo”. Y también el cardenal Mercier dijo que “el mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo se llama: El Evangelio de San Lucas”. Un autor llamó a este escrito: “El libro más encantador del mundo”.
EVANGELIO DE LOS POBRES
Por su profesión, era muy comprensivo. San Lucas veía a las personas tal cual son (mitad debilidad y mitad buena voluntad) y las amaba y las comprendía. En su evangelio demuestra un gran aprecio por las mujeres. Muestra gran aprecio y verdadera comprensión.
Su evangelio está escrito con muy buen estilo literario y es el más fácil de leer. Muchos lo llaman “el evangelio de los pobres”, porque en sus relatos siempre aparece Jesús prefiriendo a los pequeños, a los enfermos, a los pobres y a los pecadores arrepentidos. Es un Jesús que corre al encuentro de aquellos para quienes la vida es más dura y angustiosa.
También su evangelio se lo conoce como “el de la oración”, porque presenta a Jesús orando en todos los grandes momentos de su vida e insistiendo continuamente en la necesidad de orar siempre y de no cansarse de hacerlo.
Se representa a San Lucas con un toro, a veces alado, o también un buey, porque su evangelio trata del sacerdocio y de los sacrificios. También con un libro y una pluma o pintando a la Virgen María. Se lo considera el protector de los médicos, los pintores, los escultores, encuadernadores, cirujanos, carniceros, notarios, bordadores, del ganado y del clima.