Conocido como el “santón criollo”, nunca fue enjuiciado por ejercicio ilegal de la medicina debido a que él no realizaba curaciones, sino un cuerpo de médicos que lo acompañaba
El “santón criollo” Tibor Gordon fue muy conocido, en su juventud, por sus habilidades como atleta y por sus hazañas de fuerza. Entre ellas, una vez hizo que un camión le pasara por encima sin sufrir un rasguño, también solía romper guías telefónicas como si fueran papeles o doblaba barras de hierro de dos pulgadas.
Pero la más famosa de sus proezas fue la que aconteció cuando se ató a dos aviones con cadenas y, tirando de ellas, según dicen los “mitólogos”, les impidió despegar.
Tibor Gordon nació el 28 de mayo de 1918, apenas terminada la Primera Guerra Mundial, en Checoslovaquia. Siendo muy joven dejó Praga para recorrer el mundo. Viajó a Hungría, Austria, Alemania, Rumania, Africa y el Lejano Oriente. Luego pasó por diferentes países de América, primero Ecuador y, luego de mucho andar, se estableció en Buenos Aires. Siempre acompañado por su esposa Eva. De esa unión nacieron dos hijos: Eduardo, en Inglaterra, y Gary, nacido en Bolivia.
Gordon se convirtió, al instalarse en Argentina en 1944 y tras una hábil campaña, en Hermano Mayor de la Sociedad Arco Iris, que inauguró poco después de 1954. El predio se emplazó en las proximidades de Manzanares, a mitad de camino entre Pilar y Derqui, en el kilómetro 53, en la Provincia de Buenos Aires.
Este poderoso movimiento espiritual, como explica Félix Coluccio en su libro Cultos y Canonizaciones Populares de Argentina, basado, según afirmaban, en la fe, la esperanza y la constancia, congregaba a millares de personas que semanalmente, de viernes a domingo, acudían al complejo formado por una gran cantidad de casas y donde había lugar para todo: de espera, de descanso, de consulta, de recibo y de atención para los más diversos problemas materiales, inclusive para la realización de los trámites jubilatorios.
El “guía forzudo” no pudo ser enjuiciado por ejercicio ilegal de la medicina, como muchos de los sanadores vernáculos han sufrido, debido a que él no era quien realizaba las curaciones, sino que tenía un cuerpo de médicos que lo hacían y, hasta tenía un grupo de abogados para que atendieran los problemas legales de sus adeptos.
Lo único que les pedía Tibor Gordon a sus adeptos, según él mismo afirmaba, era fe en Dios, constancia para sobrellevar los males y esperanza en la felicidad que habría de llegar. Adorar a Dios con todas las fuerzas del corazón para que desaparezcan las tinieblas, el desconcierto y la zozobra, era el consejo primordial de Tibor, o el Hermano Mayor, como era conocido por la comunidad.
Poder de sugestión
Estos aspectos lograron que, a través de un gran poder de sugestión, el hombre se acercara a ser un mito. Cuentan que entre sus seguidores se encontraban Miguel Angel Brindisi, Ramón Palito Ortega y hasta Carlos Monzón. Además hizo exhibiciones en el Club San Lorenzo de Almagro y actuó en el Luna Park y el Parque Japonés, donde exponía sus proezas de fuerza.
Gordon atendía a sus dolientes ataviado con un poncho que tenía los colores del Arco Iris, y en el lugar las mujeres agitaban espigas de trigo, símbolo de la entidad. En el lugar funcionaban un comedor comunitario, una proveeduría, se vendían lotes y hasta se habían constituido cuatro consorcios para edificar casas. Por supuesto, no faltaba la venta de fotos y recuerdos del Hermano Tibor.
La muerte lo sorprendió atendiendo, en 1986, debido a un ataque de hipertensión arterial. A partir de ese momento, el lugar tomó dimensiones de leyenda y los fieles fueron trasladándose al cementerio de Pilar donde está su bóveda que aún hoy se encuentra, diariamente, repleta de flores y mensajes.
La fortaleza de la fe
El nivel de atención que tomó Tibor Gordon fue tal que muchos medios argentinos se vieron tocados por el llamado y acudieron al predio que Tibor Gordon dirigía y realizaron varias crónicas. La revista Así Fue, una de las publicaciones que explicó de qué se trataba la Sociedad Arco Iris.
Entre otros puntos se resaltaba que “su vasta organización permite la atención de todos los necesitados. No se trata de la práctica del curanderismo, porque rodean a Tibor Gordon destacados facultativos que se encargan de la atención médica inmediata de los enfermos. Para la solución de problemas jurídicos actúan prestigiosos abogados, escribanos y procuradores”.
Asimismo, destacaban que el lugar era “una verdadera Fortaleza de la Fe, dirigida por un hombre que en sus años mozos, dueño de un físico privilegiado, asombró a multitudes con demostraciones de fuerza que arrancaron aplausos”.
Atención médica
Por otro lado, siempre se reforzó el argumento de que Gordon no ejercía ilgalmente la medicina, ya que, según decían, “quien tiene necesidad de una atención médica inmediata encuentra en Arco Iris a los hombres de ciencia que secundan la tarea de Tibor Gordon, aplicando sus vastos conocimientos para tratar los males que aquejan a los afiliados de esa Fortaleza de la Fe”.
A pesar de haber sido criticado por muchos y que lo hayan detenido en siete ocasiones por el ejercicio ilegal de la medicina -cargos que no le pudieron probar-, sus más fieles seguidores coincidieron en que en la Sociedad Arco Iris “se prodigaba el bien a manos llenas y se inculcaba en el ánimo de todos los concurrentes el amor al prójimo, el respeto a la mujer, el cariño a la infancia y los nobles sentimientos que afloran en cada espíritu para que el valle de lágrimas sea un mundo más bueno, sin egoísmo, sin odio, sin luchas”.