La rúcula pertenece a la familia de las coles. Es una planta silvestre muy común, originaria de la cuenca del Mediterráneo y de Asia occidental. Los antiguos romanos ya la conocían y la recolectaban como hierba silvestre por sus dones afrodisíacos.
 Hoy, en Argentina, parece un descubrimiento, pero antes, Italia, Francia, España y Grecia son los países que más la incorporaron a su cocina y consumo. La rúcula pertenece al género de las hortalizas, es similar al berro. Comúnmente se utiliza fresca y se consumen tallos y hojas, en ensaladas, en pesto, suplantando a la albahaca, y en pizzas con rúcula, esta última modalidad desde hace un tiempo comenzó a ganar el paladar de los argentinos, que aprecian su sabor un tanto picante y amargo.
Contiene hierro, magnesio, potasio -que produce un efecto diurético-, betacaroteno, vitamina C y triptófano, un aminoácido esencial que le confiere beneficios afrodisíacos y la hace muy buena para la regulación del sueño y combatir el estrés, ya que contribuye a la liberación de serotonina.
Está recomendada especialmente por sus aportes en vitamina C y en hierro, magnesio y potasio. La vitamina C aumenta la absorción del hierro y su combinación favorece que sea un vegetal con cualidades antianémicas. Además tiene betacaroteno o pro-vitamina A. En su composición se distingue una cantidad apreciable de fibra, que mejora el tránsito intestinal. Las sustancias amargas de la rúcula estimulan las secreciones digestivas. Pese a estas propiedades, hasta hace poco tiempo el valor nutricional de esta hortaliza apenas tenía trascendencia, su consumo era mínimo y en general se utilizaba como un elemento decorativo. Pero durante la década de los noventa comenzó a cultivarse en gran escala.
Gracias a su contenido en fibra insoluble, la rúcula actúa estimulando la motilidad intestinal, ayudando a depurar el organismo.
Se le reconocen además propiedades para disminuir el colesterol, por su contenido en fibra soluble, que capta, envuelve y elimina sustancias que en altas concentraciones pueden ser perjudiciales para la salud, por ejemplo, altas concentraciones de colesterol y triglicéridos.
Su aporte de sustancias antioxidantes, permite que la rúcula reduzca la oxidación de las grasas y por ende su acumulación en las paredes arteriales. La incorporación de vegetales como la rúcula a la dieta habitual, además de reducir el colesterol, ayuda en la prevención de posibles cardiopatías u otras enfermedades degenerativas.
En tanto que la radicheta, también conocida como achicoria, es una verdura cultivada desde tiempos remotos. Según indican las investigaciones históricas, ya la conocían los egipcios y romanos, y hacían uso de ella. Aunque se contabilizan más de 20.000 especies, sólo unas pocas son cultivables. Sus propiedades curativas, así como su uso culinario, hacen de esta planta un producto de consumo para tener en cuenta.
La achicoria o radicheta es una planta perenne que puede llegar hasta un metro de altura.
En su composición se encuentran numerosos aminoácidos, sobre todo en las hojas. Entre los principales se pueden destacar la arginina, la lisina, la valina y el triptófano. Es rica en protovitamina A y vitaminas del grupo B. También tiene una interesante cantidad de fibra, así como mucílagos y taninos, estos últimos excelentes antioxidantes.
Las hojas de esta hortaliza pueden consumirse frescas en ensalada, donde se aprovechan al máximo sus componentes nutritivos, siendo el agua la sustancia más abundante, seguida de los hidratos de carbono. Tiene un valor energético de apenas 18 calorías cada 100 gramos.
En cuanto a las vitaminas, esta verdura es una buena fuente de betacaroteno, algunas del grupo B y, en menor cantidad, de folatos. Además tiene potasio y magnesio. El principio amargo es el que le da propiedades digestivas.
El contenido de betacaroteno o vitamina A convierte a la radicheta en una verdura de consumo recomendado para la prevención de enfermedades cardiovasculares, degenerativas y de cáncer. Asimismo, resulta esencial para la visión, el buen estado de la piel, el cabello, las mucosas, los huesos y para el buen funcionamiento del sistema inmunológico.  

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