Entre esas ruinas, los socios que resistieron pese a las amenazas impulsaron en una asamblea a un tal
Hernán Lewin, referente del
Básquet del club, dueño de una respetable gestión al frente de la subcomisión de ese deporte, el único brillo en una institución regida por el fútbol, que caminaba la cornisa y tambaleaba al abismo de la
Primera C. Nadie, entonces, podía imaginar que dándole la confianza a ese muchacho del básquet que no estaba ni cerca de los 40 años podía ser una solución a largo plazo. Si de vicepresidente tenía a al cineasta
Alberto Lecchi:
"¡Muy linda Nueces para el amor pero nos vamos a la C!", habrá dicho angustiado alguno.
Aunque no había plata en ningún cajón, la deuda -al margen de los juicios heredados que tienen acreedores firmes que reclaman diferentes montos-, se pagó. El club está al día. Las concesiones "eternas" con pagos mensuales ridículos, se renegociaron o se quitaron
¿Como por arte de magia? No, el presidente utilizó como plataforma de comunicación su cuenta en
Facebook y pidió a los socios que se pongan el club al hombro, como él y los bonos y subastas fueron una fuente fundamental para sacar al Gasolero adelante.
Pero, estaba dicho, no hay club que tenga un equipo de fútbol en donde no mande la pelota número 5. Muchos jugadores que salieron del club o pasaron en algún momento captaron el mensaje y pegaron la vuelta:
Gastón Aguirre y Federico Crivelli, por nombrar dos íconos entre tantos, y le pusieron el pecho a la pelea por no descender a la tercera categoría.
El primer año cumplieron el objetivo y el segundo ganaron el reducido para jugar en la
B Nacional, en un torneo que con un presupuesto (mucho) menor al de
Argentinos, Huracán y cualquier club de provincia, le sacaron el jugo y lograron la vuelta a
Primera División. Del club en ruinas con riesgo de caer a la C, Hernán Lewin, una rara avis entre los dirigentes, en apenas dos años, pegó un salto tan grande que empalma el camino que el
Gasolero había dejado hace 27 años, su última vez en la elite del fútbol argentino.