Hoy la Ciudad de Buenos Aires se convirtió en una verdadera metrópolis y cada vez es más complicado encontrar espacios verdes, plazas, pulmones que ayuden a sacar el calor y el mal aire que, durante el día, suman los diferentes medios de transporte. Ni hablar de lo que significa encontrarle un lugar de recreación y esparcimiento para los chicos. Por eso lugares como el Parque Leonardo Pereyra, en Barracas, forman parte de un patrimonio cultural al que hay que cuidar.
Las tierras donde se extiende este parque enorme habían pertenecido en su mayor parte a Leonardo Pereyra quien era descendiente de una familia que se había dedicado al campo pero que además de tener muchos establecimientos agropecuarios en el Interior también habían comprado grandes extensiones de tierras en una Buenos Aires despoblada. Leonardo fue también presidente y fundador de la Sociedad Rural Argentina y de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados.
Según los catastros de la época, consignan que hacia el año 1870 la propiedad de Pereyra lindaba por el oeste con las tierras de José Gregorio Lezama; hacia el sur con el Riachuelo; el lado este limita con las vías del Ferrocarril del Sud y tierras subdivididas y hacia el norte con tierras de los “herederos de Marcos Videla ”, Machin y el Camino al Puente Alsina. Cuando falleció el padre de Pereyra él había quedado como heredero, junto con su hermano, de una extensión de tierras de poco más de 273 hectáreas. Fallecido su hermano, quedó Leonardo como único propietario y en 1897, cuando muere, el inmueble se adjudicó en condominio a su esposa, Antonia Iraola, y a sus hijos.
El crecimiento de Buenos Aires era tan vertiginoso que por entonces la Municipalidad ya venía reclamando la apertura de calles en esta fracción tan amplia de terreno, gestiones que continuaron luego con la sucesión. Según consta en los documentos que están en el Archivo General de la Ciudad, “...la sucesión de D. L. Pereyra... convino el 13 de julio de 1904 con la municipalidad y con el fin de proceder a la apertura de calles, ceder a ésta cuatro manzanas limitadas por las calles Luzuriaga, Lafayette, S. Domingo y Gral. Iriarte, con el propósito de formar un pequeño parque (las 4 manzanas ocupaban una superficie de 69.338,45 m2)...” conviniéndose en el contrato que las calles Vélez Sársfield y Gral. Iriarte serían pavimentadas en toda la extensión en que atravesaran la propiedad de los Pereyra por cuenta exclusiva de la sucesión”.
Ya a comienzos del siglo XX y con un acuerdo que se hizo entre los sucesores de Pereyra y la Municipalidad, se decidió cambiar la ubicación del parque, ya que en vez de situarse sólo a la izquierda de la Iglesia del Sagrado Corazón, terminaría ocupando también el sector al frente de la misma, esto es entre Luzuriaga, Río Cuarto, Iriarte, Vélez Sársfield, California, Blandengues y Alvarado hasta Luzuriaga.
La inauguración se llevó a cabo con la presencia del por entonces presidente de la Nación Hipólito Yrigoyen, fue en 1920, y dicha apertura el parque se demoró por una particularidad. Es que las tierras estaban ubicadas en una zona muy baja de la ciudad, fácilmente inundables, por lo que tuvieron que rellenar los terrenos y para eso aprovecharon la construcción del subterráneo de la línea “A” de la Anglo Argentina. Durante esta gestión y diseñados particularmente por Eugenio Carrasco, como puede leerse en los planos del proyecto original, fueron instalados el lago y los grutescos característicos, similares a los que también se encuentran en Parque Lezama. Ese año de la apertura se decidió que lleve el nombre de Fray Luis Beltrán, como homenaje al sacerdote y teniente coronel capellán del Ejército de los Andes, compañero y amigo del General José de San Martín. Este nombre se mantuvo hasta el año 1988 cuando se decidió llamarlo Parque Leonardo Pereyra que hoy tiene una superficie total de 57.760 m2. Toda una reliquia natural en pleno barrio de Barracas.