Es imposible que Andrés Nocioni fuera Andrés Nocioni sin esa desbordante e incontrolable personalidad que lo puso en lo más alto de la historia del básquetbol argentino; como también representó en sus comienzos una verdadera bomba de tiempo con la que debió convivir y que amenazó su carrera si no domaba esos impulsos.
Nocioni llegó a Racing cuando tenía 16 años después que León Najnudel lo viera jugar cinco minutos en su club, Ceci Basket Club de Santa Fe, “ya vi todo lo que tenía que ver”, sentenció León tras confirmar que ese pibe rubio y casi 1,96 tenía muchas cosas para darle al básquetbol.
El Chapu tiene que ser el espejo donde las nuevas buenas camadas que promete el básquetbol argentino deben mirarse.
Sin trabajo, sin entrenamiento, sin decisión de progreso, sin profesionalismo no hay chance de jugar al alto nivel, y el Chapu entendió todo desde el primer momento mientras intentaba enfriar, sin mucho éxito, su espíritu de caballo desbocado.
Mejoró su tiro, su lectura de juego y entendió su rol donde le tocó estar. Decidió irse con la camiseta del Real Madrid puesta, a lo grande, como fue toda su carrera y como el lugar que se ganó en el deporte argentino.