Cada cual sabe la responsabilidad que le cabe. No hace falta decirlo por acá.
Cada cual sabe perfectamente hasta dónde fue protagonista involuntario de un desenlace tan desgraciado como evitable, ocurrido el pasado sábado en Oncativo, Córdoba, en la pelea entre el chaqueño Fidel “El Rayo” Ruíz Díaz y el santafesino Néstor Maidana, donde el primero sufrió un terrible KO en el 7º asalto, tras haber recibido cuenta de protección de pie en el 5º y 6º por parte del árbitro Víctor Correa, que no paró la lucha.
Cierto, a veces varios factores conspiran para desencadenar tragedias. No será este el momento de levantar ningún dedo acusador, ni hacer leña de madera suelta, porque antes de que los hechos ocurrieran fueron muchas las veces que desde este espacio se advirtieron, cuestionando procederes aun estando a tiempo, con el fin de prevenirlos.
Ruíz Díaz bajó en camilla sin reaccionar, y fue trasladado primero al sanatorio Gatti y luego derivado al Hospital de Urgencias de la capital cordobesa, para ser operado de un hematoma subdural, tras lo cual permanece estable pero con asistencia respiratoria mecánica.
El problema, más allá de lo accidental que puede tener el episodio, es que El Rayo, de 28 años, y una foja de 15-1-0, 12 KO, había sufrido un ACV hace tres años, por lo cual estuvo inactivo durante todo este tiempo, hasta que "alguien" le habilitó la licencia hace poco, y volvió a pelear en febrero a 6 vueltasm ganando por KO2 ante un perdedor de 38 años y 9-39-3 -que nunca ganó antes del límite-, como Sergio Blanco. Otro nivel.
Ese festival del 6 de febrero lo organizó el promotor Mario Arano por DIRECTV, al igual que el del sábado pasado en Oncativo, porque además, Ruíz Díaz es boxeador suyo, y lo puso en la velada “para ganar”. Es decir, el favorito era Ruíz Díaz.
Pero esta vez, a la inversa de aquella de febrero, le puso a un rival de 30 años, con un récord de 8-8-1, 5 KO, es decir, un púgil que pegaba, y lo programó a 8 vueltas. En la 7ª vino el desenlace fatal.
El árbitro Víctor Correa, de 23 años de carrera, alguna vez fue cuestionado por este cronista por sus actuaciones, por sus formas, por su exceso de peso contraproducente en el ring, que sumado al paso del tiempo conspiran con sus reflejos y velocidad de reacción.
Alguien designó así y todo a Correa, no sólo para arbitrar esa pelea, sino muchas otras sin solución de continuidad, siempre en Córdoba. Alguien habilitó a Ruíz Díaz, pese a su ACV. Alguien lo programó, bajo las mismas circunstancias.
Detrás de cada cosa hay un responsable. Pero también hay un DT que acompaña y no tira la toalla. Y una familia. Y el propio boxeador que insiste, que quiere, que necesita.
El contexto pandémico ha favorecido todas estas razones, flexibilizando controles, con la inexorable excusa de la necesidad laboral y económica. Pero a decir verdad, toda la vida existió la lucha entre el boxeador que no quiere retirarse, que no quiere dejar de pelear, que se queja porque no lo programan, que fuerza y presiona para que le renueven su licencia y se resiste a ser suspendido, o cancelado temporal o definitivamente. Y odia que le aconsejen colgar los guantes, incluso por lesiones. Han llegado a fraguar estudios.
La FAB a veces contempla situaciones indeseables, anteponiendo cuestiones legales porque rayan con la libertad de trabajo. Y para evitar potenciales juicios, afloja, cuando para ella sería mucho más fácil bochar a todos los casos dudosos y sacarse problemas y culpas de encima.
¿Queremos buscar “UN” responsable, en todo esto? ¿Quién está por encima del otro y quién acumula más deméritos? Es un dominó que arrastra fichas encadenadamente y a veces nadie puede frenarlo. Quizás haya que buscar la mano del que mueve la primera. Usted analice.