La victoria de Omar Narvaes en su reaparición del último sábado ante Carlos Sardínez fue amplia y clara, pero para los jueces -según sus guarismos-, ajustada. ¿Fue sólo cuestión de criterio, o jugará en ellos la piedad? Si es un germen reincidente de malos fallos, es tiempo de antídotos.

Acertarle al ganador en un fallo no siempre implica un fallo bueno.

Y si bien el concepto de “bueno o malo” es subjetivo y no hay verdades absolutas, cierto es que dentro del color negro hay negruras y negruras.

Nadie podría discutir –por ejemplo- que Omar Narvaes ganó el sábado en Tres Arroyos frente al sanjuanino Carlos Sardínez, en su reaparición tras 13 meses de parate luego de su derrota amplia ante Zolani Tete.

No brilló –quizás-, menos comparándolo con el Narvaes de sus años mozos, pero con 43 pirulos encima, su rendimiento sigue asombrando.

En detalles se percibe el paso del tiempo. Fracciones de segundos más lento –más cuando fue supersónico-, reflejos levemente disminuidos, cierta plasticidad y frescura acotada, lectura de situaciones a las que les quita esfuerzo porque alcanza a media máquina y alguna pizca menos de potencia -que reemplaza con la sapiencia-, son las microscópicas observaciones.

Claro, parece a años luz del primer nivel mundial si uno lo compara con el japonés Naoya Inoue, su fatídico verdugo y único noqueador, que horas antes pulverizó en Escocia por KO 2 a un campeón como Manny Rodríguez, un boricua que pintaba para estrella, a quien Narvaes supo esquivar en su momento elegantemente por una eliminatoria mundialista, antes de ir por Zolani Tete.

Pero Sardínez recibió un curso acelerado de boxeo que duró 10 rounds ante el Huracán, donde fue su alumno privado, a quien gracias si le pegó alguna mano.

El chubutense hizo de maestro más que de rival, pegó lo justo sin apretar a fondo. Y sin que fuera un paseo, estuvo siempre en la distancia exacta y los tiempos sincronizados como para aplicar el verdadero arte de la defensa personal.

A nadie que sepa mínimamente de boxeo se le pasó por la cabeza que Narvaes haya perdido siquiera un round, incluyendo al propio Sardínez, haya llevado o no tarjeta. Fue algo visual, percepción sensorial, captura de pantalla y golpe de vista.

Por eso sorprendió que los tres jueces le hayan visto perder no uno, sino más de uno. Dos de ellos 3 vueltas (Basile y Armani), y el restante (Hugo Vainesman) ¡4!

Sí; para Vainesman la tarjeta fue un ajustado 96-94, es decir, por un round la pelea no fue empate. O sea, el alumno en la primera clase casi igualó al maestro. Lo que no sabemos bien es en qué.

No es para entrar en discusiones bizantinas, pero sería bueno saber qué rounds le vieron perder a Narvaes. Cuáles fueron los 4 de Vainesman, y si coinciden con los 3 que les vieron perder Basile y Armani, porque si coinciden, habría que preguntarles por cuáles de los 4 conceptos del boxeo los perdió y luego reverlos para constatar. Ahora, si se trata de rounds diferentes, puede que con el criterio de ellos Narvaes haya perdido las 10 vueltas, o que al menos todas fueran dudosas.

No va a modificar nada este ejercicio. Es simplemente para pulir el punto de vista entre gente que se desenvuelve en lo mismo (periodistas y jueces), y cotejar si hablamos el mismo idioma.

No obstante hay que reconocer que dolió escuchar ese fallo. Dolió por el boxeo, por Narvaes, por el respeto, y porque el nivel de los jueces argentinos en cuanto a sapiencia y honestidad es alto, en general por encima de la media.

Hay perlas negras, sí, como la noche de Ponce-Amitrano –que no fue el único mal fallo de la velada, ya que también se sumó el injusto triunfo de Ignacio Perrín ante Lucas Montesino-, pero la FAB en reunión de Consejo Directivo ordenó una revancha directa en 3 meses, mostrando una transparencia saludable.

Fue un acto de madurez elogiable, decente, y fundamentalmente autónomo, porque ni siquiera tuvo raíz demagógica, ya que no hubo presión de la prensa, que se comportó respetuosa y medida en la crítica.

Mas la alarma suena cuando estos comienzan a ser habituales, paulatinos, sigilosos. Cuando al ahondar en el análisis uno puede encontrar que se atan cabos que parecían sueltos, e invitan a sospechas. No la hay, o es insuficiente. Lejanas coincidencias, por ahora. Decir que Sardínez y Narvaes son manejados por el mismo promotor, y que -derrota por derrota-, al joven con futuro le sirve más una tarjeta de 96-94 que una clara de 100-90 ante Narvaes. O sea, nada.

Pero téngase presente siempre la antigua frase de la mujer del César, que dice que además de serlo, tiene que parecerlo.

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