Está la fecha de la versión II de Ponce-Amitrano, por el sudamericano superligero después del polémico fallo de hace un mes y medio, que hizo roncha en otras peleas, cual epidemia. Será el 17 de agosto, aún sin sede confirmada. ¿Se hará o nos quedaremos con las ganas?, ¿tendrán revancha también los fallos?

La semana pasada, desde las oficinas de TyC Sports, trascendió que estaba la fecha para la revancha entre Jeremías Ponce y Leonardo Amitrano, por el título sudamericano superligero del primero, luego del polémico fallo del 27 de abril en Lanús que lo diera como vencedor.

Será en 90 días, más precisamente el 17 de agosto, aunque aún no hay sede confirmada, ni tampoco el ok definitivo del equipo de Ponce, ya que Amitrano dio su conformidad. De no hacerlo Jeremías, la FAB ordenará una licitación.

La noticia obró como bálsamo. Una brisa transparente, no sólo por buscar resarcir aquel mal fallo, sino por los últimos que se vienen sucediendo finde tras finde, no importa el lugar ni bajo la organización de qué promotor, pero siempre favoreciendo al local, o al favorito, es decir, al púgil de la empresa.

La misma noche de Ponce sucedió con Ignacio Perrín -GP 6 a Lucas Montesino en injusto fallo-. En otra ocasión con Cecilia Roman vs la mexicana Valeria Pérez. Y así pasaron los de Gustavo Vittori vs Carlos Santana, o Luis Cusolito vs Diego Ruíz, todo en muy poco tiempo, y siempre con victorias polémicas de los primeros –que eran los favoritos-. Demasiado raro.

Habría que agregar los dos últimos empates de Luis Verón –uno ante Bzowski y otro ante Maxi Verón- en donde lo curioso fue que -siendo el que en teoría iba de banca- en su caso mereció ganar. Aquí, más que en la suspicacia, debiera repararse en la idoneidad de los jueces, que sin embargo en los últimos tiempos venía bien conceptuada. ¿Se cayó de golpe?

No hemos alzado demasiado la voz aún. No por flojera, ni por desidia, sino porque la cosa está bastante mal como para echar más leña al fuego desde acá.

Todo parece pender de hilos e ir a los tumbos, como para que nos arroguemos el privilegio de darle el empujón final. Ni en el ring se le pega al caído. Más bien se lo ayuda. Y este contexto requiere de un poco más de empatía, si es que se quiere poner de pie al boxeo, para enderezarlo luego. Pero ayudemos todos, entre otras cosas, con los fallos, porque todo tiene un límite.

No van a ser campeones mundiales aquellos púgiles a los que hay que sobreproteger contra perdedores, por más que vengan invictos y el promotor quiera cuidarlos. Que se entienda alguna vez que es mejor una derrota justa, que una victoria falsa.

También el mensaje es para los que aspiran a salir de las fronteras y sentarse a la mesa de los grandes, o ser uno de ellos. Por ejemplo, los Jeremías Ponce.

Nadie puede obligarlo a pelear contra Amitrano si no quiere, y prefiere dejar la corona sudamericana vacante. No sirve de mucho el título sudamericano en estos momentos, lamentablemente. Quizás tampoco le interese un Amitrano como objetivo. Es comprensible.

Siempre hubo un Amitrano en el camino de un Ponce. Sin buscar mucho, hubo un Arce Rossi en el camino de un Juan Martín Coggi, y casualmente, tanto Ponce como Coggi son dirigidos por el mismo equipo -uno lo fue por Zacarías padre (Santos), el otro por Zacarías hijo (Alberto)- y más curioso aún, pertenecen a la misma división (superligero).

Arce Rossi le ganó a Coggi en el Luna Park, como Amitrano superó a Jeremías en Lanús, con la diferencia que a Cacho Rossi aquella vez se la dieron, dejando sin invicto al Látigo, que luego fue campeón mundial. Es que perdió una pelea, pero se sacó la pesada mochila de la imbatibilidad.

Coggi aprendió la lección, pero no volvió a enfrentar a Rossi. Miró adelante, y fue por Pajarito Hernández. La historia es conocida. Haber perdido y reconocido su derrota contra Arce Rossi lo hizo más fuerte.

Ponce, en cambio, piensa que ganó. Y su equipo también, o eso dicen y le hacen creer. Ponce cree que todos vimos la pelea mal, salvo él, que se cree capaz de autoevaluarse. Él y los jueces, claro, aunque éstos hayan reconocido su mala noche y la FAB tuviera la decencia de ordenar una revancha directa, por disposición de su Consejo Directivo.

Ponce aconseja que miremos la pelea sin audio, como hizo él, para no influenciarnos con los comentarios, como si estos incidieran en nuestros juicios. Ignora que muchas, muchísimas veces, discrepamos diametralmente con lo que escuchamos a través de la TV, pero no fue éste el caso, en que la coincidencia fue total.

Por lo tanto, la primera cosa que debiera aprender Ponce, además de boxear, sería la autocrítica. Es saludable, porque no hay mayor fortaleza que reconocer las propias debilidades.

La segunda sería la humildad, para reconocer que el otro tuvo una mejor noche que él, o quizás sea mejor, porque a él le falten golpes de horno.

Ponce llegará más lejos que Amitrano, seguramente. Por juventud y por condiciones naturales. Pero no es bueno que empiece desde ahora a apartarse del camino, y esquive los obstáculos que lo harán crecer, como las derrotas. Y sí lo es que consulte a los mejores maestros, que no necesariamente están en el gimnasio, sino en el ring, y son sus rivales, cuanto más jerarquizados, mejor.

Pero ese aprendizaje requiere de ayuda externa, y una es que un fallo justo -aunque doloroso-, le diga la verdad si es que perdió. Que nadie se asuste, porque el boxeo vive de victorias y derrotas, al igual que los grandes campeones. Y que la vida, pulseada eterna entre glorias y fracasos, donde paradójicamente una potencia a la otra.

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