Mientras transcurre el final del año, en la mente humana comienzan a aparecer las expectativas sobre cómo será el nuevo ciclo así como surgen deseos sobre cosas a realizar, se intensifican ciertos temores –lo nuevo y desconocido es natural que genere miedos– y, por todo ello, se comienza a pensar ¿de qué manera encarar esos nuevos tiempos de una forma que sea beneficiosa?
Claro que siempre estarán quienes prefieran atribuir los acontecimientos venideros a ideas tales como “estaba escrito”, “fue el destino”, “al que le toca le toca”, “tuvo suerte” o “fue casualidad.”
Maneras para eludir responsabilidades siempre habrán de surgir. Pero lo cierto es que los humanos somos la única especie conocida que cuenta con libre albedrío y con pensamiento racional reflexivo y creativo. Por lo tanto, está en cada uno de nosotros aquello que habrá de ocurrir o no en el futuro que se aproxima.
Más de una vez he dicho – y lo seguiré repitiendo tantas veces como sea necesario– que eso que suele llamarse “destino” no es otra cosa que el resultado de las decisiones que cada uno ha tomado… tanto como de las que no ha tomado, o no se atrevió a tomar.
Lo que nos irá a suceder en los días venideros es el resultado de aquello que uno mismo ha provocado con su pensamiento. De manera que para tener un nuevo año donde las cosas acontezcan favorablemente, hay que poner atención en los siguientes temas: Ante todo hay que definir cuáles son los deseos positivos de vida que necesita tengan concreción en los próximos doce meses. No se trata de ideas figurativas o difusas. Es fundamental que se trate de cosas bien precisas.
Una vez definidos cuáles son esos deseos positivos de vida, hay que aplicar el pensamiento racional reflexivo creativo para determinar la manera de planificar los pasos necesarios a dar para alcanzar su concreción. Adviértase que no digo “tener planes”, puesto que esto vuelve a ser algo difuso, del orden de “me gustaría que pasara tal cosa.”
Sino que me refiero a “una planificación.” Es decir, ser capaz de idear –paso a paso– todo lo necesario para el logro deseado.
Llegado a este punto hay algo más. Esa planificación tiene que ser clara y precisa; pero –a la vez– elástica y plástica. Es lógico que con el devenir de los días y las semanas haya imprevistos, dificultades, problemas a resolver. Todo eso no será visto como un obstáculo sino como desafíos para corregir, mejorar, hallar senderos no imaginados. Pero nada ha de quitar el enfoque de la mente en la búsqueda del objetivo. ¡Eso es planificar en positivo!
Implica buscar el aspecto favorable… ¡hasta en lo más desfavorable! Que haya una adversidad –que es de lo más normal que aparezcan– no implica que sea un impedimento, sino que – con creatividad– uno tiene que encontrar la manera de resolver y continuar en la planificación prevista.
Todo hecho negativo –aún el más grave– tiene su aspecto positivo; pero sólo la persona capacitada para utilizar su inteligencia de manera adecuada conoce cómo hallarlo.
Tenemos, entonces, que es fundamental primero mentalizar con claridad cuáles son los deseos positivos de vida para que se concreten el año entrante. Luego, que es necesario realizar una adecuada planificación sobre de qué manera lograrlo. Y que tal planificación sea capaz de resistir los embates de errores, dificultades o problemas que siempre han de darse.
Finalmente, en todo momento usar el pensamiento positivo que no es un pensamiento ingenuo o infantil del tipo “esto ya pasará solo”; sino que se trata de una conducta consciente y responsable capaz de intervenir para provocar los hechos que desencadenarán en el éxito de lo buscado.
La perseverancia –no estamos hablando de paciencia, que implica pasividad, sino de perseverancia que indica proactividad– es otro elemento ha tener en cuenta. Mas la perseverancia surge con toda naturalidad y sin exigencia alguna cuando la persona tiene bien en claro sus objetivos. Conoce hacia dónde se dirige y por qué decidió ese rumbo.
La herramienta clave que nos queda traer aquí, se llama “confianza en uno mismo.” Ya lo expresó el filósofo norteamericano Ralp Waldo Emerson (1803/1882) al expresar: “La confianza en uno mismo es el primer secreto del éxito.”
Claro está que en el mismo sentido nos lo señala José Hernández (1834/1886) cuando en su poema gauchesco Martín Fierro leemos: “Para vencer un peligro/ salvar de cualquier abismo/ por experiencia lo afirmo/ más que el sable y que la lanza/ suele servir la confianza/ que el hombre tiene en si mismo.”
Y ahora si: ¡a poner en marcha las acciones necesarias para tener un 2023 pleno en concreciones positivas! ¡Adelante!
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, filósofo y escritor. www.antoniolasheras.com