Amasar el pan era una actividad casi cotidiana hace muchos años, que se fue perdiendo, fundamentalmente, por la variada oferta en los comercios y porque es una actividad que lleva mucho tiempo. De todos modos, con la creciente tendencia a rescatar ciertas tradiciones culinarias que tienen que ver con la cocina casera en su aspecto más simple y original, el pan es uno de los representantes más genuinos. Un alimento básico y primario en la alimentación humana.
Si bien es una actividad que demanda mucho tiempo, preparar el pan casero puede resultar muy beneficioso para la salud.

Para muchas de nuestras abuelas, amasar el pan era cosa de todos los días, una actividad integrada naturalmente a sus vidas cotidianas. Pero esa costumbre se ha ido perdiendo a lo largo de los años. Por muchas razones. Una de ellas -la principal- tiene que ver con la falta de tiempo (amasar pan supone dedicarle una generosa cantidad de tiempo). Otra, con la disponibilidad de panes de todo tipo, tamaño, sabor y color en supermercados, panaderías, dietéticas, etc...

Al mismo tiempo, hay una creciente tendencia a rescatar ciertas tradiciones culinarias que tienen que ver con la cocina casera en su aspecto más simple y original. Y el pan es uno de sus representantes más genuinos. Un alimento básico y primario cuya elaboración significa mucho más que ponernos a hacer "algo más" en la cocina.

Porque se trata de un ritual que reúne ingredientes tan sencillos como la harina, el agua y la levadura para convertirlos en alimento. Y porque hay todo un paso a paso de amasado, de espera y de leudado que tiene una magia muy especial a pesar de ser, objetivamente, un proceso puramente químico. No hay muchas cosas que se comparen con el aroma del pan recién horneado ni con la satisfacción que siente quien ha estado acompañando toda la preparación desde el comienzo hasta el resultado final.

El pan es como una ofrenda, un alimento de simbología incluso religiosa. Y hacerlo en casa tiene algunas ventajas: es mucho más económico y permite elaborar panes según el gusto personal, variando los ingredientes para hacerlos más nutritivos, con más o menos fibra, con mayor o menor valor proteico, con mayor o menor cantidad de sal. Además, no llevan conservantes ni agregados químicos y es posible incorporarles semillas de lino, girasol, sésamo o chía, germen de trigo, salvado, avena, centeno, etc...

El pan casero tiene, de todos modos, algunas desventajas. La principal, y casi la única, es que lleva tiempo. Hay que amasar, esperar que la masa se infle, volver a darle forma, volver a amasar y luego cocinarlo en el horno. Hay que contar con unas 2 o 3 horas como mínimo para dedicarnos a esa tarea. Pero también se puede hacer en cantidad, aprovechando al máximo la levadura (la proporción de levadura se va reduciendo a medida que aumenta la cantidad de harina) y horneando el pan para toda una semana o más.

El freezer se transforma así en un aliado muy importante. Porque el pan que nos sobra se puede freezar tranquilamente. Tiene la ventaja de que descongela muy rápidamente y que con un simple toque de horno recupera su frescura como si estuviese recién hecho.

También, si bien los panaderos no recomiendan acortar los plazos normales de leudado de un pan, hay algunas técnicas que permiten que este proceso sea más breve. Un secreto es agregarle agua tibia en vez de fría. De esta forma, las levaduras se activarán más rápido y la masa leudará en menos tiempo.

También, la temperatura ambiente juega un rol fundamental. La temperatura ideal para que un pan leude es entre los 22ºC y los 30ºC. Por lo tanto, si es invierno, conviene realizarlo en el lugar más cálido de la casa. A menor temperatura que la mencionada, el desarrollo de las levaduras es más lento. Y a mayor temperatura (más de 30ºC), la levadura se transforma y se alteran sus funciones, dando como resultado un sabor desagradable o una miga con poco desarrollo.

En el peor de los casos, la levadura muere (a más de 53ºC) y el pan no se logra realizar.

Teniendo en cuenta estos tips y siguiendo las recetas de esta nota podemos sorprender a nuestras familias con un pan casero, calentito y recién salido del horno, homenajeando a nuestras abuelas y a un alimento que es la base de la alimentación del ser humano.

Pan de avena: opción nutritiva y muy saludable

Los panes de avena, además de nutritivos, resultan deliciosos, por lo que es recomendado para hacerlos para consumo diario y con un sabor suave y jugoso. Si se desea incluir la harina de avena en la alimentación para aprovechar sus beneficios, una buena opción es elaborar los panes de avena.

Este es el detalle para la preparación de 3 unidades.

Ingredientes:

700 gramos de harina 000 (o mitad de harina 000 y mitad de harina 0000).

250 gramos de avena arrollada extra fina.

50 gramos de salvado de avena.

5 cucharadas de aceite de girasol.

1 cucharada de postre rasa de sal.

30 gramos de levadura fresca o 10 gramos de levadura seca.

Agua tibia, cantidad necesaria.

1 huevo.

Avena extra para espolvorear.

Además, para la preparación, se necesitarán 3 moldes para pan del tamaño de un budín inglés.

Preparación

En un bol grande o sobre una mesada limpia, mezclar la harina, la avena arrollada, el salvado de avena y la sal (si se va a usar levadura seca, mezclarla también con los ingredientes).

Realizar un hueco y agregar el aceite. Si utilizamos levadura fresca, desgranarla y disolverla con un poco de agua tibia.

Agregarla al hueco y empezar a mezclar todos los ingredientes mientras vamos incorporando agua de a poco. Empezar a amasar con la ayuda de harina extra para que no se pegue a la mesada.

Armar un bollo que resulte tierno, liso y elástico. Cubrirlo con un repasador húmedo y dejarlo descansar una media hora en un ambiente cálido.

Luego, colocar la masa sobre la mesada y aplastarla con las yemas de los dedos para quitarle el aire. Cortarla en tres partes de igual peso.

Volver a amasar cada parte dándole primero la forma de un bollo y luego arrollarla para darle una forma tubular. Colocar cada tubo en un molde aceitado.

Aplastar la masa para adherirla bien al molde y que tome su forma. Cubrir los tres moldes y dejar leudar hasta que dupliquen su tamaño.

Pintar la superficie con huevo batido y espolvorear con avena arrollada. Precalentar el horno a temperatura entre media y alta.

Hornear los panes unos 40 minutos o hasta que se dore la superficie. Dejarlos reposar unos cinco minutos y desmoldarlos.

Dejar enfriar los panes sobre una rejilla para permitir que las bases permanezcan despejadas, de lo contrario se acumulará la humedad en la parte inferior y los panes resultarán apelmazados o se formará moho en poco tiempo.

Los panes que sobran se pueden freezar una vez fríos (al sacarlos del freezer, se les da un toque de horno antes de volver a utilizarlos).

El pan de avena es ideal para acompañar el desayuno con queso blanco, miel o mermelada. Y es muy saludable: aporta proteínas, fibras y vitaminas B1, B2 y E.


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