City Bell se ha constituido en los últimos años en un polo gastronómico que reúne las más variadas propuestas, desde restaurantes de alta cocina, pasando por trattorias, bares gourmet y boulangeries. Uno de estos lugares es Perla&Co., espacio que abrió sus puertas hace pocos meses y que se destaca por reunir cocina, diseño y vivero, todo en uno, reproduciendo un ambiente similar a los de los restaurantes de Punta del Este o Cariló, lugares de playa donde se come relajado y rico, al aire libre y en un contexto que tiene verde y rústico.
“No está dentro de lo común. Acá en La Plata y City Bell es el primer lugar con tres patas diferentes en un mismo lugar: la gastronomía, el tema del jardín y de la decoración”, explica Marina Monterrubianesi, pastelera y gerente del lugar.
“La gente lo toma como un paseo o como un shopping. Vienen, se sacan fotos, y la verdad es que nos sorprendió eso porque no pensábamos que iba a tener esa llegada. Está bueno porque por ahí vienen a comprar y se toman un café o por ahí vienen a comer y se compran una planta. Podés comprar la comida para llevártela a tu casa o también podés comerla acá”, agrega.
Dentro de este concepto se instala un criterio gastronómico que tiene que ver con sabores del Río de la Plata en platos frescos y abundantes, para compartir. Se hace hincapié en la materia prima con frutas y verduras provistas del cordón hortícola de La Plata, siempre estacionales, y se destacan también los panes artesanales hechos con masa madre sin leudantes artificiales y facturas hechas por los panaderos cada día. Es un circuito de diseño con la gastronomía en el centro del mismo.
“Queríamos que fuera un lugar de playa, como una onda Punta del Este o Cariló, que son lugares muy relajados. No es una carta como la de Los Fuegos, que es el restaurante Premium del grupo, donde hay platos que tienen una cocción de 12 o 14 horas. Acá es todo mucho más simple: ensaladas, sandwiches, cosas frescas. Todos los días tenemos un plato del día que después no se repite. Y hay crepes salados y dulces, bien al estilo playero, y los chivitos uruguayos, idea que trajimos de Punta del Este. Es una comida relajada y queremos que la gente, cuando venga a comer acá, no venga a un restaurante serio”, explica la chef.
LEA MÁS:
El chivito uruguayo es un emblema de la gastronomía oriental. Se trata de un sandwich de carne de lomo al que se le suman otros ingredientes como panceta, huevo frito, tomate y lechuga.
Se lo suele acompañar con papas fritas. Fue inventado en Punta del Este por Antonio Carbonaro, dueño del ya desaparecido “El mejillón”, en 1940.
La historia, que fue contada hace unos años por el mismo Carbonaro, surgió cuando una mujer llegó al restaurante un día complicado y pidió carne de chivito que había probado en la provincia argentina de Córdoba. Como no tenían, le hicieron un sandwich de churrasco vacuno y jamón. El bocadillo tuvo tanto éxito que se impuso más allá de su restaurante de origen.
“Nuestro chivito da para compartir. Tratamos que no sea un lugar caro por las porciones abundantes. Y la gente se lleva a la casa lo que le sobra. El chivito es un tipo de lomo bien finito con lechuga, tomate, cebolla caramelizada, panceta, huevo, jamón y queso. Es una porción bastante importante. Tiene dos huevos fritos, así que da para compartir. Y viene servido con papas fritas. Se puede optar por tres tipos de panes: con ciabatta de olivas negras, con pan de campo o con pan con semillas”, cuenta Marina.
También hay otras dos versiones: “el chivito completo”, con los mismos ingredientes pero sin la panceta ni la cebolla caramelizada, y “el chivito tranqui”, con queso, lechuga y tomate.
Si hablamos de postre, algo que nos identifica es el Rogel, originalmente un alfajor que luego fue transformado también en torta y que se encuentra tanto en Argentina como en Uruguay.
Si bien hoy existen muchas versiones y tamaños, la receta clásica de Rogel lleva cuatro capas de masa y dulce de leche entre cada una de ellas. Se termina cubriendo con merengue italiano.
Cuando se le pregunta a Marina que fue lo que la llevó a abocarse a este nuevo proyecto, responde: “Hoy no estoy más cocinando, estoy de gerente, y eso era un desafío para mí. Pero la carta la hice yo, la supervisión de la cocina la hago yo, y el menú lo armé yo. Pero también hay cosas que no son gastronómicas que también hice. Estuve un año dedicada pura y exclusivamente a armar este negocio, a traer la vajilla, a armar los muebles, compré desde el tenedor más chiquito hasta las servilletas, los manteles, las copas, todo”.
En esta nota, Marina nos ofrece las recetas para que podamos hacerlas en casa o para tentarnos y darnos una vuelta por esta nueva experiencia gastronómica