Analizamos las campañas de dos equipos muy parejos y de andar ganador. Argentina atacó más, Brasil fue más contundente, pero terminaron unidos en un último partido fallido que los derrumbó.
El cuadro del torneo fue perfectamente armado para permitir que, de no mediar imponderables negativos, ambos se enfrentasen en la gran final. No antes. Exprofeso o no -aquí, en este punto, tiene absoluta libertad la creencia e imaginación de cualquier mortal que esté pisando este mundo- la Federación Internacional acomodó todo como para que esta Copa del Mundo de Sudáfrica tuviese esa carga de expectativa por ver, entre otros detalles formadores de su composición, por primera vez a Argentina y a Brasil definiendo un Mundial. La presencia siempre cautivante de la selección albiceleste, más el magnetismo deportivo, humano y publicitario provocado por Diego Armando Maradona, mechados con la eterna imagen “compradora” de los brasileños, aun sin contar con una “estrella” sobresaliente o con un entrenador mediático y pragmático, de esos que muchas veces tuvo Brasil y que no pasaban inadvertidos con su histrionismo y sus declaraciones altisonantes. Solo el amenazante presente de una España que goza por primera vez en su historia de una generación completa de jugadores de alto nivel y que forman un conjunto homogéneo, dúctil y ganador a la mejor manera sudamericana, podía aparecer como un obstáculo para interrumpir en los tramos finales el camino de los dos más grandes de América rumbo al título. Pero algo sucedió. Esos imponderables negativos aparecieron. Y cada uno por su lado, con apenas un día de diferencia, que entremezcló el llanto de uno y del otro en cuestión de horas, experimentó la derrota y la eliminación. Fracaso para unos y otros según el punto de enfoque de cada opinión, terminaron sus campañas abruptamente como marca el formato de rondas eliminatorias desde octavos de final, sabiéndose, de acuerdo a él, que en un solo partido puede caerse todo lo bueno que puede generarse anteriormente. Son las generales de la ley. Y Argentina y Brasil, de pronto, cayeron en la trampa.
ARGENTINA ATACO MAS
Adjuntamos nuestros datos propios, que venimos ofreciendo a nuestros lectores desde 1990, basados en la elaboración de la “computadora” de cada partido. Con echarle un vistazo a cada extremo de estas páginas, se verá con claridad en qué consistió cada una de las campañas de argentinos y brasileños en este Mundial. Se verá, pues, que Argentina atacó más que Brasil, rematando más veces al arco rival, generando más situaciones de gol y concretando más goles. Y se apreciará también, que dentro de un marco de paridad en los diferentes rubros, Brasil confirmó lo visto, o sea, el ser un equipo más práctico y punzante al momento de definir, con un mayor porcentaje de efectividad goleadora en la relación situaciones de gol-goles, convirtiendo el 25 por ciento de sus llegadas de riesgo contra casi el 21 de Argentina. Técnicamente, se calcula que el “piso” de un equipo para poder ganar un partido debe situarse en el 20 por ciento de concreción de las chances de gol que genere. Si se supera esa base, cuanto mejor. Argentina y Brasil cumplieron con la premisa, pero igualmente no les bastó para tener un mejor final. Simplemente, porque la razón de “sus” finales pasaron por otros parámetros.
BRASIL, MAS EQUIPO
Fueron dos conjuntos parejos. Brasil logró a través de Dunga armar un equipo que se movió como tal desde las eliminatorias, y esa cualidad le fue enrostrada a Maradona y compañía desde aquélla noche en cancha de Rosario Central, cuando Brasil se impusiera por 3-1 poniendo en jaque las chances de clasificación de Argentina. Argentina, en tanto, en toda la etapa a cargo de Diego se caracterizó por la sumatoria de individualidades que no alcanzaron para congeniar un equipo, pensándose que con tomar la calculadora para sumar los goles que habían convertido cada uno de los delanteros convocados en el último año, bastaría para amedrentar a cualquier rival y engrandecer el sueño del tercer título.
Mientras Brasil apostó por el orden táctico -un bien aceitado 4-3-1-2- y el desequilibrio de sus laterales en ataque más las bondades del trinomio Kaká-Robinho-Luis Fabiano, Argentina colocó desde todos los ángulos sus fichas a Lionel Messi, creyendo que por fin se daría esa inserción que goza en Barcelona y que no tenía en el seleccionado, con un técnico que abogó por el 4-4-2 y que en pleno Mundial y con la inclusión de Carlos Tevez, se transformó en un 4-3-3 que luego Maradona no supo llenar con los ejecutantes adecuados. Encima, Messi no fue ese jugador golpeado y no defendido por los árbitros, como el propio técnico quiso hacer creer: con 17 faltas sobre su lomo, apenas superó por una a Dani Alves en Brasil y fue mejor tratado que, por ejemplo, Ortega en 2002, víctima de 12 infracciones en tres partidos.
LOS DERRUMBES
Un 63 por ciento de control de pelota de Argentina, un 61 por ciento de Brasil. También paridad en este rubro, que indica que ambos ejercieron supremacía ante sus rivales, complementando su poderío ofensivo. Pero el final no fue acorde. Y fue distinto para los dos: Brasil se derrumbó a partir de una primera pelota que Holanda le envió a Julio César y permitió que su rival le diese vuelta el curso del partido y el resultado luego de haber ejercido un dominio abrumador. Argentina, en cambio, flaqueó en su parámetro clave, el de la generación de llegadas a través de su tridente Messi-Higuaín-Tevez, y desnudó sus limitaciones defensivas ante una Alemania que sí cumplió con sus características de equipo veloz para la salida de contraataque y definidor de sus chances. Así fue como se cayeron dos grandes torres...
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