"El Fitito tuvo millones de problemas durante el viaje", dice Santiago Uranga sobre el Fiat 600 que lo empujó junto a Juan Manuel Rizatti a recorrer todo un continente para llegar a Alaska, lo más boreal de América. La supervivencia de dos amigos en medio de la ruta, la lucha por conseguir plata para comer, el sufrimiento por el Mundial de Brasil y un objetivo común: concientizar sobre el medio ambiente. Un documental que atrapa a los viajeros pero que también genera ganas de viajar sin límites.
"Llegar a Alaska", de la directora Ana Lamónica, no sólo se centra en lo pintoresco del pequeño y popular Fitito en medio de agrestes climas durante un viaje que duró 19 meses, más de 50 mil kilómetros desde Rosario y trece países, sino que también en la pasión desenfrenada de Uranga y Rizatti, y en las historias que rodearon a estos dos personajes en la travesía.
El film puede ser interpretado por algún fierrero coleccionista ultra nostálgico como la fuerza de la industria nacional en un vehículo pequeño que causó furor entre los ´50 y ´60, o cómo se puede romper una barrera cultural y lanzarse a una aventura, más aún si se observa a Uranga, quien es padre.
En esto último, coincide y se hace referencia a la filosofía liberadora de Christopher McCandless (biografía llevada al cine en "Into the Wild-2007), aquél joven estadounidense que dejó su posición en la elite acomodada para embarcarse también hacia Alaska. De hecho, los dos amigos visitan el micro donde fue encontrado muerto.
Emanuel Ginóbili y Adolfo Cambiasso les dan una mano en el camino para que puedan lograr su sueño, pero son impulsados mucho más por aquellos desconocidos que les festejan la decisión de llegar a Alaska.