La rutina de Arturo Serrano no es sólida. Atiende en el modesto Hospital Rural N° 24 de Santo Domingo, Santa Fe, y visita a pacientes. Recorre rutas polvorientas y olvidadas. Llega a casas humildes, en donde pueden vivir desde bebés recién nacidos hasta ancianos que escuchan poco. Sin embargo, una emergencia puede cambiar su camino. No sabe cuándo comienza su día, y mucho menos cuándo termina, si termina.
El documental "Salud rural", del director Darío Doria y que tuvo buena aceptación en el Cine Gaumont, escapa del clásico expositivo para adentrarse en lo puramente observatorio, con un blanco y negro constante que muestra el trabajo de un doctor de pueblo en el escaso recurso de la salud en la lejanía y soledad campestres.
"En estos momentos lo que más le puede ayudar es el afecto", le dice a un familiar de una abuela que apenas se mueve y varias enfermedades afectan su cuerpo. Tiene un hijo al que le cuesta venir, y que también es "complicado", como lo describe la mujer que la acompaña. Mientras le da instrucciones, Serrano demuestra que no sólo un medicamento puede salvar una vida, sino también el amor entre pares para evitar el silencio del desafecto.
Fotos atestiguan el paso del tiempo para Arturo. Crió a sus hijos en el hospital. Vive allí. Su vida está allí. La pasión por la profesión lo llevó a este médico a instalarse detrás la sala de espera, a levantarse a cualquier hora ante un llamado y a estar atento frente a las urgencias.